Capítulo 10

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El siguiente golpe derribó a Damian al césped, quejándose de dolor. Estaba tranquilo, ni siquiera había calentado y el otro hombre ya se encontraba moribundo diciéndole que parara.

—Vamos, aún no iniciamos —le dijo burlón, recibiendo una mirada negativa.

Luego de que pasara la 2da semana allí, Damian se le había acercado para pedirle que lo entrenara. Quería ser habilidoso para defender a las dos mujeres que en este momento y según palabras de él, eran su familia. Por lo que no dudó en hacerlo, tenía una buena razón, así que no le discutiría.

La tercera semana había llegado y el mayor no mostraba mejoría en ninguno de los puntos que habían puesto en una lista. Aquello empezaba a frustrar a Damian, mientras que lo hacía divertirse a él cada vez más.

—Corre más la pierna, en esa postura que tienes no podrás frenar ni a un esqueleto viviente —le regañó.

El hombre captó de inmediato y se cambió.

Le lanzó dos golpes rápidos que esquivó con éxito, pero lo confundió tirándole una patada que el hombre recibió y luego de que la tomara, usó el brazo que sostenía su pierna y con sus dos manos se impulsó desde el suelo para treparse por su cuello y tirarlo en una llave.

Dos palmadas en la pierna le indicaron que se rendía.

—Hombre, tienes que bajarle un poco a la intensidad —se quejó Damian.

Angélico rio mientras recogía la toalla de una rama baja de uno de los árboles que los rodeaban.

—A partir de ahora, es ganar o morir, Damian —le respondió. —No es que yo sea el mejor, pero cuando pelees contra otra persona, verás porque lo hago de esta manera.

El hombre asintió, levantándose y poniéndose en guardia.

—Damian, hora del almuerzo —gritó Margaret desde la cabaña.

—Ve —ordenó él. —Seguiremos luego de un rato.

Damian quiso decirle algo, lo sabía, pero solo tragó entero y corrió hacía donde estaba la mujer.

Suspiró.

Llevaba también 2 semanas sin hablar con Sean, más que para darle los insumos que necesitaban, cazar algo para comer y cuando tenía monólogos en las noches que no podía conciliar el sueño y se metía en su habitación.

Cada vez lo veía menos por las ventanas de la cabaña y aquello empezaba a preocuparlo muchísimo. Paola no hacía otra cosa que quejarse y echarle en cara que todo era su culpa, la mujer mayor solo hacía como que no existiese, quedando Damian, quien no tenía aún un lado.

—Me preocupa Sean —dijo Julieta a su lado.

—Bueno, haz la fila —respondió él suspirando.

—Es el quinto está semana —ambos se giraron hacía la voz de Katherina, quien venía de uno de los árboles caminando.

—¿Otro? —Preguntó Julieta temblando. Quien de inmediato fue rodeada por los grandes y musculosos brazos de Dmitry.

La mujer asintió viendo a la cabaña.

—Las sombras lo buscan con desesperación —dijo sería la mujer. —No solo eso, pueden sentir como la nueva sacerdotisa que lleva la batuta de la iglesia es débil y corrompible.

Angélico se cruzó de brazos.

—¿Pueden entrar en la casa? —Preguntó serio.

Colonizadores: RetrospecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora