24. Todos lloramos.

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Niall.-

Por fin había llegado a la fría ciudad, pero sin la compañía de Anna. Mi Anna.

Le había confesado que la amaba, pero en el instanté que pensé en soltar toda la verdad terminé acobardandome. No le aclaré que no la amaba como a una hermana, sino como algo más que eso.

Había dejado a Anna con Harry, claramente a su merced. Aquí el único perdedor era yo en todo esto. Harry había ganado y pude haberlo vencido pero no tuve las agallas para hacerlo. Tuve la oportunidad antes, mucho antes que el resto pero preferí seguir el orden cronológico de la escuela secundaria y me deje influenciar tanto que me metí en una relación con Rosie. No la amaba. Tal vez la quería, pero ella no era como Anna. Rosie era mala de los pies a la cabeza. Intenté quererla mucho más, pero sus acciones nunca me dejaban hacerlo.

La verdad es que desde que conocí a Anna mi vida dio un giro de trescientos ochenta grados. Ahora en lo único que podía pensar era en ella, desde el roce de nuestras manos, la primera mirada que nos dimos, el primer beso que le robé, las risas que compartimos, la primera vez que lloró en mi hombro, la primera vez que lloré en el de ella... todo.

Aún recuerdo como la conocí. Éramos dos niños en el jardín de niños en ese entonces pero siempre tuve claro que ella me había flechado el corazón desde el primer momento que me miró a los ojos.

En ese entonces Anna tenía la costumbre de usar ganchos de mariposa que combinaran con sus vestidos y yo le tenía mucho miedo a ver sangre, cada que la veía me ponía a llorar.

La conocí cuando llevaba un vestido celeste y un gancho del mismo color. Recuerdo que me la maestra de la escuela me sentó a su lado y mientras ella daba una clase me había hecho un pequeño corte con una hoja de papel cuando estaba distraído. Anna sin saber mi nombre besó mi mejilla y puso su pequeño gancho de mariposa celeste en mi mano para que dejara de llorar. No paré de llorar hasta que Anna finalmente me miró, en ese momento me dio tanta vergüenza que ella me viera llorar que deje de hacerlo.

Años después le mentí diciéndole que su gancho me había hecho sentir mejor en ese momento.

-          Hey, muchacho. –saluda Joey inclinando su sombrero.- ¿Por qué tan triste?

Joey tenía el bar desde hace mucho tiempo y me conocía a mí y a Anna desde muy pequeños. Siempre pensó que ella y yo éramos novios. Pudo ser así.

-          ¿Yo? –pregunto dándole una media sonrisa.- Claro que no Joey. Tráeme una cerveza, por favor.

-          Enseguida, muchacho.

Esta noche no había mucha gente en el bar y eso no me hacía sentir mejor. No había visto a mis amigos desde hace ya varios días y pensé en encontrármelos aquí pues siempre suelen rondar este lugar cada día de la semana. Supongo que esta vez me equivoqué.

Joey me sonríe destapando la tapa de la botella con un solo movimiento rápido en la tabla. Me sonríe despreocupado y me la extiende.

-          ¿Dónde está esa hermosa pelinegra con ojos bonitos? No la he visto desde hace mucho tiempo por aquí.

Se refería a Anna.

Desde niños él siempre se refirió a Anna de esa manera.

¿Por qué justo hoy me recordaba a Anna?

-          Está en la granja de su tía... -respondo en voz baja.- Volverá en unos días.

Hoy solo quería beber. Beber hasta que no pudiera recordar quien era Anna Georgina Green. La mujer que amo y he amado desde hace mucho tiempo, mucho antes que cualquier otro chico en la escuela.

Té para dos |H.S. & N.H.|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora