Capítulo 5. Una propuesta para Ellery

114 24 227
                                    

—¡Hijo!

El rugido del inspector descarriló en Ellery una aguda taquicardia. Concentrado en el desarrollo de la escena, se salvó por segundos de presionar una tecla desafortunada de la máquina.

—Te esperan al teléfono.

—¿No podías decirle a quien sea que esté al otro lado que tu hijo ha desaparecido? —despreció su vano intento de ahorrarle unas horas apartado del mundo.

—Seguro que esta llamada no deseas perdértela.

Richard dejó el teléfono sobre la mesilla y pasó junto a Ellery escaleras arriba.

—Ellery al habla —dijo al tiempo que abatía su cuerpo en el sofá.

Queenie, Queenie, Queenie... —mencionó la voz burlona de una mujer.

Se irguió en el sofá accionado por una bala. Aquel detestable diminutivo de su apellido solo lo conocía una persona, la misma que se lo había puesto años atrás.

—Vaya, aún lo recuerdas.

Chasqueó la lengua.

—¿Cómo olvidar el mote que tanto te hacía rabiar?

—Tampoco he olvidado el tuyo.

—Ni se te ocurra —amenazó Aurora.

—Hacía tiempo que no lo usaba, pero, gracias a ti, no me parece mal momento para retomarlo... Ginger —pronunció el apelativo con malicia.

Aurora comenzó a reír, contagiándolo de su alegría.

—Te lo has tomado muy bien.

—Me ha hecho rememorar otra época —expresó limpiándose las lágrimas que la risa había originado—. Dime, Ellery, ¿qué tal tu noche?

—He tenido peores.

—Te creo, esa mujer era despampanante.

—¿Cómo?

Ellery se sentó tan recto como el tronco de un árbol. Tenía la certeza de que nadie le había visto escabullirse de la fiesta con Nicolette.

—La preciosa mujer rubia con la que te subiste a tu duesenberg. ¿Tengo que ser yo quien le recuerde al pequeño Queenie con quién se acuesta? —inquirió entre risas.

Ellery no la acompañó esta vez.

—¿Eres adivina o algo por el estilo?

—Más quisiera yo. En realidad, fue Jeremy quien me comentó tu fugaz partida con una de sus invitadas.

—¿Anderson?

El nombre del anfitrión lo puso en pie.

—Parece ser que os vio bastante íntimos en la entrada del museo.

Inhibió un gruñido. Que Aurora fuera conocedora de su encuentro sexual con la actriz freudiana le producía una insólita sensación de remordimiento.

—Entiendo que ayer rompiste tu racha de aislamiento social por todo lo grande.

—Ya... —soltó, tirante—. La velada de anoche fue bien para más de uno. ¿Qué tal tú y tu amiguito Anderson? ¿Tiene una cama cómoda o duerme encima de su propio retrato? —se jactó.

—¡Oh!, te equivocas, Queen. Disfrutamos de una preciosa noche y de algún que otro baile, pero eso fue todo.

—¿Eso fue todo?

[6] Ellery Queen: Dioses y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora