Capítulo 2 - Miradas

585 49 11
                                    

Narra Tomás

Ya habían pasado unas semanas desde que empecé a trabajar en la casa de Sofía. Todo iba muy tranquilo. Iba de lunes a jueves, y tenía libres los viernes, sábado y domingo. Esos días eran de descanso solamente. Sofía me hacía trabajar bastante y me daba órdenes desde su cómodo sillón. Cada vez soportaba menos su actitud despreciable, pero la paga era buena y el trabajo me lo había conseguido Maia, así que no podía decepcionar a alguien que me ayudó mucho.

En cuanto a Pedro...

Desde que lo vi supe que sería una distracción. Y no ayudaba sentir su mirada mientras hacía las tareas del hogar. Esto me ponía muy nervioso y terminaba haciendo mal algo. A veces cuando nos cruzábamos me sonreía, haciendo que sienta mi cara caliente.

Pensaba en todo esto mientras lavaba los platos. Por estar distraído se me cayó un plato de vidrio, haciéndose pedazos contra el suelo. Un escalofrío recorrió mi espalda, mientras el miedo apareció. Me agaché rápidamente a juntar los pedazos rotos, y por apurado me gané un corte bastante profundo en mi dedo mayor. Solté un gritito sin pensar, pero después me di cuenta de que Sofía me iba a matar.

Haciendo memoria me acordé de que ella volvía tarde a la casa, pero que ahora mismo Pedro se encontraba trabajando en el piso de arriba. Maldije mi suerte mientras escuchaba unos pasos en la escalera. Miré a todos lados, sin saber bien qué hacer. En la cocina apareció Pedro, encontrándose conmigo sangrando y un plato roto en el suelo blanco.

―Uy, no. ¿Estás bien? ¿Te duele mucho? ―dijo acercándose rápidamente.

―Eh... estoy bien ―respondí. Dejé de respirar por un segundo inconscientemente cuando agarró cuidadosamente mi mano. Se sentía cálido, y por unos segundos pude sentir mariposas en mi estómago. Esto, más que probablemente estuviera sonrojado, no hizo más que ponerme nervioso.

―Vení conmigo ―dijo, saliendo de la cocina.

Lo seguí por un camino que si yo recordaba bien era para la habitación principal. Llegamos y me dijo en un murmullo que me siente en la cama. Él fue hasta el baño de la habitación y empezó a revolver todo como buscando algo. Esto me dio tiempo de observar la habitación a la que supuestamente no podía entrar.

Era muy grande, con una cama gigante y un ventanal con una vista hermosa. Todo estaba muy ordenado y limpio.

Pedro salió del baño con una cajita y una curita. Se sentó a mi lado con el ceño fruncido, al parecer muy preocupado.

―Perdón ―solté, apenado― No fue mi intención. Si me echan lo voy a entender.

De verdad me sentía pésimo. Era como mi tercera semana ahí y ya me había equivocado. No podía pensar en otra cosa que en Maia, que tan amablemente me había conseguido un trabajo que ya había logrado arruinar.

Siempre arruino todo, pensé, cabizbajo. Pude sentir las lágrimas acumularse en mis ojos, pero intenté retenerlas, ya que odiaba llorar en público. Nada me había salido bien ese mes, me habían echado de mi hogar y ahora había arruinado la única oportunidad que tenía de salir adelante.

―Tranqui, Tomi.

La voz de Pedro me sacó de mi ensimismamiento. Al levantar la mirada lo noté preocupado, pero con una sonrisa amigable. Tomó mi mano cuidadosamente y limpió con un algodoncito el dedo cortado.

―Era solo un plato. Hay más. No te preocupes. No te vamos a echar ―dijo mientras rodeaba mi dedo con una curita. Su mirada era gentil, me hacía sentir una calidez que nunca había sentido. Lo miré a los ojos y por un momento mis pensamientos negativos se fueron, reemplazados por una extraña tranquilidad. Todavía no había soltado mi mano, por lo que sentía su suave tacto. Quise que nos quedáramos así para siempre, sin entender muy bien por qué. Pero por supuesto, algo iba a interrumpir.

―¿Qué pasó en la cocina? ―dijo Sofía, entrando a la habitación, muy enojada―. Acabo de volver de trabajar y me encontré con un plato de vidrio roto. ¡Es el plato que me regaló mi madre!

Asustado, pues no creía que ella sería igual de comprensiva que Pedro, quise empezar a hablar, pero fui interrumpido por este último.

―Se me cayó a mí, Sofi. Lo quise agarrar de la alacena y bueno, se terminó cayendo.

Pedro soltó mi mano, dejándome con una especie de frío. Se levantó y caminó hacia Sofía, dándole un pequeño beso en los labios, cosa que no me agradó ver. Antes de dejar la habitación me miró una última vez y me guiñó un ojo disimuladamente. Todavía en shock, me quedé sentado en la cama intentando procesar todo. Me encontré pensando en su suave tacto, esa mirada gentil y ese último gesto. Sentí mariposas en el estómago una vez más, e iba a sonreír cuando Sofía habló.

―¿Y? Dale, seguí limpiando. ¿Para qué te pago si no?

Ignoré su mal tono y salí de la habitación, yendo a la cocina a limpiar el desastre.



¡Segundo capítulo! Este es un poco más largo. Gracias por haber llegado hasta acá, y no olvides votar si te gustó! 


-Mars

¿Casualidad o destino? - Pedrobleis (Terminada!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora