Capítulo 5

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La reina Elizabeth tomaba una taza de té con su gran amiga Diana, su esposo King y el recién llegado, Gowther.

Escuchaba la plática que ellos mantenían, sonreía cada vez que era necesario, pero la llegada de su ex y su actual esposa era una distracción. Cada vez que lo veía sentía el extraño deseo de lanzarse a sus brazos y decirle lo mucho que lo amaba, pero solo se mantenía en una fantasía inalcanzable.

Creyó haberlo olvidado, haberlo superado, pero tan solo verlo con su familia hizo que esos sentimientos resurgieran, lastimándola.

Se frustraba al pensar que todo lo que ________________ tiene pudo ser suyo, pero la misma se lo arrebató apareciendo en sus vidas.

Tanto le dolía que trataba de actuar indiferente con ellos, como si nada pasara, pero ellos no saben la tormenta que Elizabeth está tratando de superar en su interior.

Sin darse cuenta estuvo un largo rato absorta en sus pensamientos, pero la voz de Diana en un volumen elevado la trajo de vuelta.

— ¿Qué sucede?— preguntó extrañada.

— pareces tener la mente en otro sitio— se quejó Diana en un puchero.

— si, es solo que la situación es muy mala. He estado estresada por todo esto— justificó su actitud.

— tranquila Elizabeth, resolveremos esto, y cuando eso suceda tú podrás tomarte unas vacaciones— dijo optimista Diana.

— no lo creo Diana, hay muchas cosas que una reina tiene que hacer. No puedo ignorar mis responsabilidades— dijo Elizabeth—. Mi padre confió en mí para esto, no lo voy a decepcionar.

— Elizabeth, entiendo tu dedicación como reina, pero no es malo tomarse un descanso, relajarse para despejar la mente— dijo King.

— es cierto. Además tú más que nadie lo necesita— apoyó Gowther.

— está bien, lo tendré en cuenta para cuando esto termine— se resignó Elizabeth.

Una voz infantil gritó su nombre, ella volteó y vió a su sobrina correr hacia ella hasta llegar y subirse en su regazo. Tenía un puchero muy tierno que mataría de ternura a cualquiera.

— ¿Qué sucede Margarita?— preguntó apacible Elizabeth.

— tía Ellie, mamá no me deja ir a ver a Lancelot y Ryota...— dijo entre sollozos.

— entiendelos Margarita, es muy peligroso salir.

— ¡Pero tía!— se quejó la pequeña con lágrimas ya visibles.

— no trates de manipular a Ellie— dijo una voz femenina detrás de la nombrada—. Margaret ya te dijo que no.

La niña miró a la mujer de cabellera morada y ojos ámbar con el ceño fruncido, le sacó la lengua molesta y ocultó su rostro en el pecho de Elizabeth.

— no seas así Verónica, solo quiere ver a sus amigos— dijo Elizabeth.

— pero es obvio que te quiere manipular con sus lágrimas— dijo Verónica.

— no es necesario. Si Margaret tiene miedo de que le pase algo, yo iré con ella para que esté tranquila— dijo Elizabeth indiferente.

Los presentes la miraron incrédulos, excepto la niña, quien la abrazaba y repetía "gracias".

— Elizabeth, no es necesario que vayas...— dijo Verónica preocupada—. Me enteré de que esa mujer está aquí.

— somos adultas, así que no pasa nada. Además no tengo que hablarle ni nada— dijo Elizabeth.

La sangre no nos hace familiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora