Prólogo

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Oscuridad, soledad, silencio.

Era todo lo que podías sentir en ese momento. La oscuridad de la noche era tenebrosa, pero ninguna comparada con aquella, a pesar de ser experta en esto los nervios nunca iban a abandonarme, eran como un pequeño recordatorio de que nunca me acostumbraría a hacer nada de esto, de que por muy valiente que quería creer que era, nunca lo iba a ser realmente. Eran tal vez cerca de las dos de la madrugada, no estaba totalmente segura de la hora, eso era algo realmente muy innecesario en ese momento. No me importaba en lo absoluto. No me encontraba en mi casa, eso ya era algo obvio, y mis padres aún se encontraban en uno de esos viajes de trabajo a los que siempre asistían, nunca dejaban de hacerlo. Así que me encontraba totalmente sola.

Todo estaba a mi favor aquella noche, por lo tanto fue sencillo proseguir con mi plan, el plan que había trazado en mi mente en ese mismo instante. Mis padres me tenían una increíble confianza, creían que era una buena chica. Pero ellos cometieron un gran error al no prestarme la suficiente atención como debieron hacerlo, por concentrarse más en su trabajo que en su propia hija. Pero aún no se habían dado cuenta de ese error y tal vez nunca lo harían, porque aunque ellos creyeran que yo era una chica tranquila, eso en realidad no era cierto. Jamás pensarían que haría algo tan fuerte como lo que estaba apunto de suceder.

Además, a pesar de la condición que tenía, yo tampoco era tan estúpida para dejarme descubrir. Era muy inteligente para ser cierto. Yo tenía otra personalidad de la que nadie sabía, ni mis padres, ni mi hermana, nadie. Era como una doble vida.

Ya esto no era una simple venganza, estaba dolida. Sonaba como algo muy estúpido para alguien de mi edad, pero quería hacer sufrir a la persona que me había echo tanto daño.

Si mis padres se enteraran de todo lo que me ocurría me llevarían a un psiquiátrico. Y no podía permitir eso. Podría estar loca, demente, lunática; como quieran llamarlo, pero ya era demasiado tarde, no iba a cambiar de opinión, no era tan fácil hacerlo.

Estaba muy oscuro, llevaba una linterna en mi mano para poder observar mejor mi alrededor, ya que, estaba en un bosque. El cielo no tenía ni una sola estrella, y la luna estaba escondida entre las nubes, como ya lo había mencionado, la oscuridad de aquella noche y el maravilloso silencio que había podría poner a cualquiera con los pelos de punta. Nadie podía verme, pero de igual forma debía asegurar que nadie me seguía.

—¡Maldición! Esto está pesado— dije en un pequeño susurro y le di una patada a la bolsa que llevaba arrastrando ya varios minutos.

Las ramas y hojas crujían cada que las pisaba, la noche estaba fría, por ende tenía mis guantes y abrigo. Además de que no podía dejar mis huellas por todos lados.

Llegue a el acantilado y miré que tan profundo era, debía estar segura de que todo se encontrara al pie de la letra, asegurarme de que nunca encontraran rastro de nada. Luego, sin ningún tipo de arrepentimiento, tire la bolsa. Tropezó con un piedra y se escuchó un fuerte ruido como el de varios huesos rotos, luego de caer a lo profundo.

Si estaba vivo, termino de morir.

—Adiós querida, descansa en paz— hice un movimiento con la mano a manera de despedida — No. Realmente espero que te pudras en el infierno— completé y me fui de allí.

Mi Dulce Venganza se daba por concluida...

Mi Dulce Venganza [ Editando ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora