12︙✿ Dressed In Violets.

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Los ángeles lo llaman placer divino; los demonios, sufrimiento infernal; los hombres, amor.

Heinrich Heine

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Rubius caminaba por el pueblo, silbando su canción favorita en mente, sus manos escondidas en los bolsillos de su pantalón de lana negra, estrenado una muy llamativa sudadera mostaza, el estilo urbano y simple solía caracterizarlo, pero era su carisma, su forma de andar, de saludar animadanente a todo aquel habitante y persona del pueblo lo que más llamaba la atención de quien lo veía pasar; era obvio que estaba ebrio.
Todos lo miraban extrañados y susurraban.
¿Cómo es que estaba tan de lo normal cuando hace unos días había perdido a su hijo?
Pues la noticia había corrido como fuego en bosque, todos estaban al tanto de las malas noticias y por ende no encontraban la razón del comportamiento del híbrido. Pero nadie se atrevió a detenerlo.

Divisó entonces aquella edificación que un día albergó tantas anécdotas divertidas así como momentos memorables que justo en ese instante deseo poder revivir, volver el tiempo atrás unos años... Años en donde fue feliz y por lo visto no lo sabía.
La iglesia. Aquella en donde él ejerció muy bien el papel de cura del pueblo un tiempo, pues a falta de éstos, le pareció un buen gesto proclamarse como uno. Llegó a oficiar bodas, bautizos y demás.
Eventualmente dejó de ser el cura de Karmaland y cuando decidió casarse con Vegetta delegó el puesto a alguien más, con el tiempo el lugar fue cambiando en cuanto a remodelaciones y nuevos muebles u objetos, tanto de recreación como de adorno. Y no fue hasta el momento en el que estuvo más cerca, que logró escuchar una bella melodía que provenía del interior de la iglesia, más concretamente una canción que desprendía las teclas de un piano.

Como si se tratara del canto de una sirena, el rubio fue atraído lentamente hasta la causa de aquel deleite auditivo, pero no se imaginó que también sería un placer ocular; un joven de cabello castaño, tes clara y vistiendo una gabardina azul era el que orquestaba aquel concierto individual.
A trompicones, cuidando no caerse por el mareo, Rubius se acercó lo más que pudo y tomó asiento en la primera parte de una de las butacas largas a espaldas de este, pues no había notado su presencia al parecer. Apoyando sus brazos en la fila delante, el híbrido se dejó deleitar con la sonata triste y bella. Recordando por un instante los momentos en los que Vegetta tocaba para él y viceversa, ya que poco había aprendido a tocar aquel instrumento.

Suspiró.
Los dedos magistrales de aquel castaño se movían ágiles pero más lentos acercado el final. Y por fin se detuvo, dejando salir el aire contenido en sus pulmones.

—Que bonito tocas.

Reborn se sobresaltó cuando escuchó una voz peculiar hablar a espaldas suyas. De inmediato volteó para averiguar de quién se trataba y admitió que no esperaba la presencia del rubio ni de broma, pero algo le decía que su voz era familiar cuando le habló.

—Hey... Rubius. ¿Qué haces acá tío? ¿Estas bien? -preguntó Reborn inspeccionando su lenguaje corporal aún estando sentado.

—¿Cómo se llama?

—¿Cómo?

—La canción que tocabas. Era hermosa.

Reborn proceso de inmediato la pregunta, aunque le pareció curiosa la duda por su parte.

—Oh, es I Love You de Riopy. -el castaño regresó su mirada al piano y suspiró. Parecía triste, no tanto como Rubius pero había algo en sus ojos. —Es tu turno de contestar mi pregunta.

Rubius se reincorporó en su sitio, apoyando su espalda en el respaldo de la banca, jugando con sus dedos sin devolver la mirada al contrario.

—Me he separado de Vegetta.

Pᴇᴛᴀʟs Fʀᴏᴍ Iʀɪs || ᵘⁿᶠᵃᵈⁱⁿᵍ ᵉʸᵉˢ ⸽⋆ ʳᵘᵇᵉᵍᵉᵗᵗᵃDonde viven las historias. Descúbrelo ahora