Capítulo: Dieciséis (Parte Uno)

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Y recuerden:
El verdadero Rey, no es siempre quien porta la corona

El tan esperado día había llegado.

Era sábado por la mañana, y entre los estudiantes del prestigioso Saint Thomas College se revolvía una emoción contagiosa. A tal punto que hasta el mayor retraído social podía llegar a infectarse con ella.

Alumnos por aquí. Alumnos por allá.

Si, un completo caos.

Basta con decir que ni los numerosos intentos agresivos de la señorita Griffin por calmar a la muchedumbre consiguieron su cometido. Una multitud de muchachas se aglomeraba en la sala común. Todas hablando sobre aquel trillado tema que resonaba entre las paredes de concreto de aquel establecimiento.

El baile.

—No es un baile cualquiera —oí que decían mientras me abría camino entre el gentío—. ¡Tendremos a un rey entre nosotros!

Oh sí. El dichoso padre de Félix.

Para ese punto, su nombre ya vivía en boca de los estudiantes. Absolutamente todas y todos anhelaban generarle una buena impresión para ver así concretadas sus ambiciosas aspiraciones a la realeza de Dinamarca. Casi como si la vida fuese una película, y con solo conocer al príncipe y dejar impresionado al rey consiguieses hacerte con el nombre de reina de una nación para vivir una vida del sueño. Puros cuentos de hadas.

El aire fresco comenzaba a escasear dentro del salón. Los chillidos, las exclamaciones, la emoción y los nervios. Todas esas emociones lo consumían a gran velocidad. Comenzaba a sofocarme.

—Mi vestido viene hecho a la medida desde Paris —alardeaban las que tenían la dicha de poder hacerlo—. Mi madre lo encargó exclusivamente para este evento. Será memorable.

Y vaya que lo sería...

—¡Oye! —exclamó la chica a quien empujé al deslizarme entre un grupo de personas—. ¡Ten más cuidado!

—¡Perdón! —me disculpé, sin dejar en ningún momento de moverme entre la gente.

Era como estar en medio de un mar turbulento. O nadabas, o simplemente te ahogabas.

Sentía los pasos de mi compañero a mis espaldas. A pesar de las indicaciones dadas por la señorita Griffin, ambos nos dirigíamos a la salida del recinto. Necesitábamos charlar sobre los últimos detalles de nuestro plan pues ese no solo era el esperado día del baile. También era el esperado día de la verdad.

Ese día descubriríamos que era lo que Ray ocultaba en la laptop.

—Permiso, disculpa, muévanse ¡Abran paso! —pedía de manera menos cordial el pelirrojo.

Fue tras empujar a un último tumulto de gente, que finalmente pude observar aquel oasis que significaba la salida. El apetecedor escape de ese infinito desierto de gente.

Di largas zancadas hasta llegar. Ya podía sentir el fresco aire limpio del exterior contra mi rostro cuando...

—¿A dónde cree que va, señorita Moore?

Como si la vida se estuviese riendo en mi cara, la señorita Griffin me llamó la atención desde la cima del improvisado escenario que representaba la mesa sobre la que estaba parada. Toda la sala se giró en mi dirección para observar a la desobediente chica que se había atrevido a ir contras las órdenes de la profesora.

—Mis indicaciones fueron claras. Todas deben permanecer en la sala hasta que yo señale lo contrario ¿Acaso señalé lo contrario? —inquirió en una pregunta que no requería respuesta, pero que, sin embargo, esperaba una.

HIJOS DEL PECADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora