Capítulo: Once

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Las noticias vuelan
Y los rumores también

—No puedo creerlo —chilló como si le acabasen de matar a alguien—. ¡Soy el personaje secundario de mi propia vida!

—No lo eres, Clint.

—No, si lo soy —alegó sirviendo huevos revueltos en su plato—. Un solo día en que sales del internado, y ya tienes a Félix y a Ray peleando por ver quien te lleva en su auto ¡A mí no me pasaría eso ni en mil años!

—Lo dices como si hubiese sido algo bueno —repliqué—. Fue incomodo a morir.

—Por supuesto, ha de ser muy incómodo tener a un príncipe y a un heredero multimillonario peleando por ti —comentó sarcástico, como si fuese yo quien exageraba—. ¡Oh, la suerte de ser el protagonista!

—Dicho así suena hasta digno de dorama, pero luego recuerdas de quienes estamos hablando y la cosa cambia por completo —le recordé que hablábamos de Félix y Ray—. En fin, ¡Te estaba hablando de otra cosa!

—Cierto —llenó su vaso de jugo de naranja y bebió un sorbo—. Continúa.

Me había preguntado como hice para devolverme al internado a tan altas horas de la noche, y ahora estaba relatándole al pie de la letra, los eventos ocurridos en ese bizarro lapso. Todavía me faltaba contarle mi encuentro con Ray en la tienda, pero eso se lo contaría más adelante.

—Bien, terminé escogiendo a Ray y... —no terminé siquiera de relatar, cuando una sonora tos se oyó por todo el comedor. Clint se había atragantado con el jugo.

—¡¿Ray?! —exclamó en cuanto pudo devolver el aire a sus pulmones—. ¿Por qué demonios harías eso?!

Han igual que yo, Clint tampoco confiaba en ninguno de los dos, pero a diferencia mía, si fuese el quien estuviese en mis zapatos, elegiría a Félix sin pensárselo. En su cabeza, él podía ser manipulador y misterioso, pero al menos no era culpable de ningún abuso y eso automáticamente le sumaba puntos.

—Me suplicó que no fuera con Félix —justifiqué para que comprendiera mi decisión—. Hasta me dejó conducir su auto.

—Eso me vale. Aunque te hubiese ofrecido conducir su avión privado, tu respuesta debió de haber sido un gran NO —reprochó molesto—. ¿Es que se te olvida que hablamos de un puto abusador?

Bajé la mirada. Él no sabía que yo todavía me encontraba en la encrucijada de decidir qué o en quien creer. No estaba del todo segura de la culpabilidad de ese trío en cuanto a ese asunto. Claro que, a Ray lo creía capaz de todo, pero un abuso lucía como un pecado muy grande, incluso para él.

—¡No puede ser! —su mandíbula llegó al suelo cuando abrió la boca en una gran "O"—. ¿Cómo es posible que aún no creas que son culpables?

—Tampoco es que los crea inocentes, es solo que me es difícil hacerme con la idea de que los tres sean capaces de algo tan vil como eso —dejé la mirada en mis pies. Dicho así, sonaba hasta ridículo—. Igual, no entiendo de que te quejas, tu fuiste el que me pidió que me amigara con Ray.

—Solo para que no nos tenga bajo la mira, ¡No para que confíes en él! —le hice una señal para que bajara la voz. Temía que la gente escuchara nuestra plática—. Rowan, corazón, tienen el testimonio de la víctima en su contra, y se encontró evidencia de su aparición en la escena de lo ocurrido —dijo dulcemente haciéndome sentir como una niña pequeña. Luego continuó más agresivo— ¿Acaso te hace falta el condón con su semen para creer que es verdad?

La señora tras el mesón de comida pausó sus deberes y lo miró con los ojos bien abiertos, sin saber que pensar sobre sus palabras.

—Lo siento —se disculpó el pelirrojo pasando de largo, y observándome como si eso hubiese sido culpa mía.

HIJOS DEL PECADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora