Diario 2

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-¿Está Ud segura que esto es todo lo que Mauricio Orizza dejó?
-Sí, lo estoy, un mapa de Tikal en un sobre de manila y otro con varias fotografías... Aparte de ello, no sé nada, ni del señor Orizza ni de nada concernienete a él o los paquetes que dejó...
-Bueno, gracias señorita...

Mauricio sí que era un bromista de primera, o eso es lo que él solía decir de sí mismo. Aprendí a entender su humor cuando lo ví reírse de aquella rama con forma de pato. No era algo gracioso realmente, simplemente a Mauricio le gustaban las cosas simples y de un humor un tanto inocente, hasta el punto de ser absurdo. Quizá es por eso que escribió éste diario sin sentido, con indicaciones muy extrañas para llegar hasta aquí, a Petén... Debo buscar el hotel Aurora. No dice más nada, ni dirección ni puntos de referencia... De nuevo debo buscarlo por mi cuenta... Al menos sé que en este lugar, en un par de días, conoceré por fin al tal Sebastián.  Muero de ganas de por fin saber qué lo hacía tan especial para Mau... 

De cierta forma, es un poco doloroso...
Saber que Mauricio amaba a alguien más incluso en su lecho de muerte... Como deseo haber sido aquél a quien Mauri le entregó el sentimiento más bello que una persona puede poseer en su corazón... Lo único que sé acerca de mi encuentro con Santiago es que será en aprox. 2 días, en Tikal... No entiendo por qué Mauri ha querido que nos conozcamos. Desde mi punto de vista, es ilógico el querer que dos personas totalmente desconocidas se estén buscando a través de un país entero, únicamente por medio de fotografías y cartas que Mauri dejó a modo de pistas, y que encima, tras haber pasado poco más de dos meses de su muerte, las mismas hayan llegado a sus destinos con exactitud para coincidir con las fechas que Mauri anotó en su diario para la reunión...  Aún así no me doy por vencido en tratar de entender lo que Mauri quiere de todo esto, ahora debo buscar el hotel Aurora y hospedarme. La indicación de este día dicta que debo esperar a que sean las 2 p.m para poder hospedarme. En el caso que no haya una habitación disponible, debo esperar a las 6 de la tarde y solicitar una habitación nuevamente... Mientras, puedo recorrer la isla y disfrutar el ambiente tan acogedor que posee.

Personalmente, he disfrutado de los muchos lugares a los que Mau me ha enviado. Pero es un dolor de huevos a la vez... Hoy a las 6 p.m debo instalarme en el hotel Aurora... Hotel que tuve que buscar por mis propios medios... Ahora puedo disfrutar (una vez más) del ambiente del lugar. Comer algo y trazar mi itinerario basado en el diario de Mau...

-¡Santiago! Vamos... Se nos hace tarde...
-¿De verdad debemos ir? Me sinto algo mal, quizá incluso me desmaye... 
-No lo harás, llevo suficiente agua, pastillas y ya comiste dos tiempos. Vamos, que la procesión ya viene en camino. 
-Pero si tú ni crees en eso.
-No, tienes razón. No creo en la iglesia ni en Dios como tal. Pero eso no significa que no admire o no me guste el fervor con que las personas celebran sus tradiciones. Anda, vamos, que quiero ver las alfombras también.

Resultó ser que Mauricio presentó desde pequeño creencias contrarias a las de su familia. Su abuela, la única a la que le preocupaban esas ideologías y su vida en general, lo llevaba todos los años a ver las procesiones de Antigua Guatemala. Mau se sujetaba de los faldones de su anciana nana. Ella se desesperaba y rezaba por que su nieto se convirtiera. Pero él no hacía más que embriagarse del humo y el aroma del incienso. Observaba las imponentes figuras con rostros lúgubres o muy demacrados. Se maravillaba al ver cómo algunas personas cantaban entre llantos y gemidos, respetando aún así el silencio sepucral y respetuoso con que la gente sigue a la procesión. Reza en una parte de su diario: "La música no sólo resuena en tus oídos, resuena en tu corazón, literalmente. Puedes sentir cómo tu corazón vibra con los tambores y por un segundo crees que se paraliza, que se detiene, que mueres cuando la banda tamborea constantemente mientras el anda gira pesadamente en una esquina... Y luego todo vuelve a la calma en tu cuerpo por un micro segundo, y comienza de nuevo la misma situación. Es algo que en palabras no puedes describir... Es un sentimiento que tiene que ser vivido para ser entendido...".

Todos los años, su procesión favorita era la misma: La de la llamada Dolorosa o Virgen de los dolores.

Fue así hasta que a sus 15 años su abuela falleció. Por la edad, por desgaste físico. Nadie quiso saber.  La verdad era que el cáncer que devoró a Mau fue el mismo que acabó con su abuela. A la que más quería. A la que más amaba. Sus padres lo abandonaron cuando nació. Lo dejaron en casa de sus tíos y abuela. Nunca más se supo de ellos.  

A la muerte de ella, sus tíos lo echaron de casa, y Lucía no pudo hacer nada para evitarlo pues para entonces no vivía en Guatemala. Fue así que Mauricio compró un terreno pequeño a las afueras de Antigua Guatemala. Logró pagarlo con unos ahorros suyos, un dinero que su abuela le dejó y otro poco que consiguió dando clases particulares. Fue en esa casa que lo conocí. Fue en esa casa que me enamoré de él... Fue en esa casa donde conocí la paz... Fue en esa casa donde me sentí vivo por primera vez...



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