Decir que estaba incómodo, desesperado y muy abatido por Sebastián es quedarme corto para describir mi sentir durante todo el trayecto en el bús. Todo el recorrido lo hicimos en silencio, él iba atras mío y yo trataba de distraerme con lo que me rodeara. Él por su parte, se dedicó a tomar fotografías hasta de un perro dormido. Llegamos al hotel y sopresa, sorpresa... Nuestras habitaciones eran contiguas.
Decidimos que hariamos el intercambio de sobres en su cuarto, y entonces mi corazón comenzó a turbarse... ¿Qué será lo que Mauri me escribió? ¿Qué fotografías me habría dejado? Observé los movimientos de Santiago al dejar su mochila. Cualquiera se habría dado cuenta de su incomodidad: Se tiró al sillón que estaba bajo la ventana. Una brisa fresca entró y eso me dió a entender que Mauri estaba con nosotros.
-¿Cómo... Cómo fue? -Fueron las primeras palabras que le oí decir luego de minutos de tortura silenciosa. -Me refiero a... Su partida.
-Pacífica... Sólo, dijo que quería descansar y... Creí que iba a dormir... Realmente parecía dormido. - La pierna derecha de Santiago no cesaba su sube-y-baja, y sus puños estaban tan apretados, que la piel se veía con tonos blancos y rojos, como su rostro. Dejó salir un suspiro entrecortado, como el que suele salir cuando uno respira y exhala por la boca luego de haber llorado. Pero él no lloraba. No tenía expresión en sus ojos, ni siquiera parecía que me prestara atención, salvo por las pequeñas reacciones de sus manos y pierna. -¿Quieres comer algo? Puedo ir por una pizza, hay un local aquí cerca, volvería en unos 20 minutos... -Me levanté de la silla donde me había sentado.
-... -Asintió sin mirarme a la cara, sólo se acomodó en el sofá, dejando sus piernas abiertas y su labio inferior y su quijada reposando en los dedos de su mano derecha, incómodamente rocé mi nuca y salí del cuarto, avisando que regresaría pronto.
Tía Luci me llamó. Le conté todo cuanto había pasado, el recorrido y cómo nos habíamos conocido con Bauté. Traté de disimular mi enojo sobre el hecho de que ella no me dijera que estaba al tanto de qué día nos íbamos a encontrar con Sebastián. Lo que derramó no mi vaso, sino mi océano de emociones fue el hecho de que ella dijera: "Está pasando por el mismo duelo que tú, ayúdense y sean lo que Mauricio siempre quiso que fueran: Amigos". Al instante corté la llamada y tiré el teléfono contra la pared. Éste se destrozó y cayó hecho trizas al mismo tiempo que también me dejé caer, derrotado. Ni siquiera podía gritar, mi voz no salía de mi garganta. Cuando comencé a tratar de calmarme, me levanté y vi la mochila de Sebastián. Mi cara debió expresar todo el odio y el asco que sentía por aquel muchacho que había estado cerca de Mau, reemplazándome. Si realmente Mauricio me quería... ¿Porqué no me dejó estar con él? ¿Porqué me dejó ir? ¿Porqué...?
Tomé la mochila de Sebastián y comencé a sacar todo, tiraba lo que encontraba cual basura en mis manos, porque todo lo que su mochila tenía, para mí era basura, salvo un objeto: Su diario. Al no encontrarlo, me desesperé aún más y tiré la mochila contra la pared y el sillón, a lo que algunas pertenencias suyas cayeron por la ventana. También caí yo, de rodillas y con mis manos en la cara, incapaz de llorar por mi dolor y mi luto. Maldiciendo todo, maldiciéndome a mí por sólo existir, por haberme enamorado de Mauricio, por estar cumpliendo su última voluntad y torturándome en contra de la mía.
Estaba terminando de subir las escaleras cuando escuché un estruendo. Ví a los caseros llamando a la puerta del cuarto de Santiago.
-Dígale a su amigo que deje de hacer ese estruendo o lo vamos a sacar del hotel, no permitimos este tipo de comportamientos.- Uno de ellos se acercó a mí.
-No soy amigo suyo.- Fue lo primero que salió de mi boca en lugar del "Hablaré con él, señor"que quise decir.
-¿No es acaso Ud amigo de éste inquilino? Los ví entrar juntos hace un rato.

ESTÁS LEYENDO
A Más Ver.
RomansaNo te pido que me perdones... Léeme por lo que más quieras... Eres la única persona a quien puedo recurrir. No te pido que te responsabilices de él, pero lo que puedas hacer por él, házlo, por favor. No tiene la culpa de nuestras tonterías de jóvene...