Conoce

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-Señor Paute, hay un paquete para Ud. Lo trajeron hace casi 2 horas. -La muchacha de tez morena que me atendió en la mañana sale de la casita de recepción con una caja algo maltratada- Pregunté porqué venía tan deteriorada, pero me dijeron que así fue enviada desde El Salvador. Debió dañarse en el viaje.
-Está bien, gracias- Tomo la caja, trato de dar una sonrisa decente y subo las escaleras, directo a mi cuarto.
Pesadamente abro la puerta y la cierro de una patada.
Alcancé a leer el nombre de mi hermana en la viñeta.
Reviso mi teléfono: Siempre lo llevo sin sonido, es por ello que no atendí a las 2 llamadas perdidas de un número desconocido.
Si marca una tercera vez, contestaré.

Molière, Shakespeare, Dante, García Márquez, Belli...
¿Qué abran pensando al crear sus más grandes y conocidas obras?
¿Cómo alcanzas ése maravilloso don de atrapar a alguien con letras, aún sin conocerle? ¿Cuál es la magia que sus ilustres mentes y manos conjuran para hacerlo? Jamás lo entenderé.
Pero Mauricio sí que lo entendía, cuando me hablaba sobre la belleza de las letras. Belleza que jamás llegué a entender del todo.
Lo recuerdo emocionado cuando, por las noches, subíamos al techo. Él señalaba las constelaciones y me contaba historias relacionadas a estás. Jamás logré identificar una sola de esas imaginarias figuras.

Por tercera vez, mi teléfono sonó.

-¿Santiago Paute?
-¿Quién le busca?
-¿Hablo con Santiago Paute?
-¿Quién le busca?
-... Soy Luciana Jacinto, tía-abuela de Mauricio Orizza.
-¿Tía Luci? ¿En verdad eres tú?
-¿Santiago? ¡MUCHACHO CONTESTA CUANDO SE TE LLAMA! ¡POR DIOS!- Alzó la voz.
-¿Pasa algo? ¿Necesitas algo?
-En realidad sí. Pero es mejor que lo hablemos en persona.
-¿Es por eso que me llamas desde un número desconocido?
-¿Desconocido? Santiago, éste es el número de Mauricio.
-No lo tengo registrado tía.
-... Entonces él no quería que lo tuvieras. De todas formas, eras su número de emergencias... Creí que te lo había dado...
-Pues no lo hizo. Es más, le llamé todo ése año, y jamás contestó mis llamadas, menos mis sms. Parecía que me evitaba.
-Entonces no parecía, cariño, lo estaba haciendo. Creo que no quería que supieras qué tan mal estaba... De todas formas, debemos hablar.
-Te invito a un café cerca de... ¿La Merced?
-Te veo en la iglesa a las 5:30 entonces.

Mauricio no creía en Dios. Al menos no de la forma convencional: Él estaba seguro que había una energía que movía los hilos de un todo, pero dicha energía no tenía un propósito, y tampoco le importaba lo que sucedía con lo que había creado.
Él decía que el alma que poseemos es sólo una extensión de esa energía, y que al morir, fluiríamos errantes por el torrente que contenía aquella energía desatenta.

-Santiago, muchacho. Me alegra mucho que hayas venido, sé lo importante que Mauricio era para ti, y sé lo difícil que debió haber sido el recibir ésa noticia a sólo 2 meses de tu boda.
-Sí, lo fue. ¿Qué era eso tan importante que debías decirme tía Luci?
-Habían otros como tú. Y escaparon.
-¿Escapar? ¿Otros? ¿Mauricio tenía protegidos?
-No directamente. Vivían y estudiaban conmigo, estaban escondidos, refugiados, al menos mientras se hacían las investigaciones.
-Tía, ¿Puedes explicarme todo de forma clara, por favor?
-Hace unos 5 meses, Mauricio me llamó. Me dijo que si podía llegar a traer a un muchacho y una niña a su casa. Llegué y me encontré con éste joven, Sebastián. Había una niña asiática con él, Yayoi. Fue el único nombre que le salía de la boca. Mauricio me dió indicaciones de hablar con la policía, y unos días después empezaron una investigación. Logré que en vez de dejarlos en una casa para jóvenes, los dejaran quedarse conmigo. Les dí cuanto pude, y de vez en cuando los llevaba a visitar a Mauricio. Ellos estuvieron con él el día en que... Partió... Luego de eso, no les ví más. Creí que estarían en la casa de bahareque, pero estaba vacía. La policía tampoco los encuentra. No sé qué hacer. Ni a quién recurrir más que a ti. Mauricio siempre nos dijo que no te molestaramos, que tenías otras preocupaciones. Pero como te dije, siempre fuiste su número de emergencia. Jamás te marcó, y jamás te respondió pero...
-¿Y todo esto qué tiene que ver conmigo?
-Te pido ayuda para encontrarlos. La policía debe terminar la investigación, y ahora todo está en mi contra por haber usado mis contactos para quedarme con ellos y que ahora estén desaparecidos. Confío en que tú puedes ayudarme, Santiago.
-... Debo volver el Martes... Pero haré todo lo que pueda. Preguntaré a los amigos de mi hermana para más apoyo.
Pero tía Luci, realmente fue una pésima idea que se quedaran sin protección del Estado. Pero tampoco te culpo. Mauricio siempre ayudaba a las personas con los traumas y problemas más enredados y lúgubres que en mi vida he conocido. Y tú eres la indicada para ayudar a sanar esas heridas.
-Mauricio era un alma pura... A todo esto, ¿Recibiste el paquete?
-Sí. Creí que era de mi hermana... Veo que no.

Hablé con tía Luci por casi dos horas. Estábamos sentados en la acera, disfrutando del frío clima, típico de Noviembre.
Volví a mi apartamento con el diario de Mauricio en mis manos. Quería leerlo. Realmente quería hacerlo. Pero mi corazón gritaba que cada palabra que leyera dolería demasiado.
Me senté en la cama y ví el paquete que mi hermana me envió. Decidí abrirlo.
Dentro había una carta, 2 libros, un collar, un abrigo, un peine, 6 camisas y 3 pantalones. Las pertenencias más preciadas de Mau.
Me llamó la atención un pequeño paquete envuelto en papel de cera. Tenía una notita con mi nombre. Era un álbum.

"Santi, espero estés mejor. Enviaron éste paquete a nuestra casa aquí en El Salvador. Creí que debías verlo estando allá en Antigua y no hasta que vinieras aquí. Lo envió Mauricio, con órdenes que se te fuera entregado si en dado caso él faltara. Te veré en la frontera.
Con cariño, tu hermana."

No me dí cuenta del momento en que comencé a llorar. Abrí el álbum.
Mauricio tenía fotos nuestras, mías. No recordaba que exitieran siquiera...
Mi pecho se oprimió cuando tomé una en la que se me veía sólo la espalda, observando el lago. Fue para un viaje a Isla Flores. El reverso tenía la leyenda: "Santiago Paute, 15 años. Ésta es mi fotografía favorita de ti. Te correspondo en el sentimiento: Te amo"

Sólo pude abrazar mis rodillas con la fotografía entre mis dedos, sintiendo de pronto su aroma a humedad y lavanda.

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