IX

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○Dazai Osamu○

La tarde era calurosa, más de lo que podía soportar. Me puse ante el ventilador y sentí como otro se sumaba a mí para refrescarse de tan sofocante calor.

—Deberías pensar en los demás y no solo en ti (T/n)-chan.

—Osamucchi solo pensó en sí mismo por lo que veo—comenté.

—Ahah—dijo cansado pero concentrado en recibir algo de aire—Parece que me descubrieron.

Seguimos un buen rato así hasta que el castaño se alejó por "pedido" de Kunikida y Ranpo me tomó de la mano alejándome del sitio.

—Kunikida propondrá salir a ver los fuegos artificiales—me dice sabiendo de antemano que lo dedujo—Hay que ir por dulces y unos fuegos artificiales como bengalas, por ejemplo. ¡Hay que pasar un buen rato!

—De acuerdo. Entonces iré por ellos—asumí el pedido preparándome para el mandado.

—¡Te lo encargo! ¡Ah! Ya sabes qué quiero.

—Claro, ese dulce. ¡Una docena de ellos! Vengo pronto—afirmé despidiéndome.

Con eso dicho salí de la Agencia. Tomé en mano mi bolsa y otra más para evitar dañar el ambiente. Emprendí camino hacia mi tienda favorita de dulces y pasteles para pedir los dulces que Ranpo quería.

—¡Oh! También tomaré uno de esos—pedí señalando el postre antes de terminar la compra.

—¡Aquí está!

Agradeciendo pagué lo pedido. Revisé que todo estuviera en su lugar y finalmente salí del establecimiento.

—¡Vuelva pronto!

Ahora iré a comprar los fuegos artificiales. ¿Pero cuántos serán buenos? Pensaba mientras caminaba rumbo a dicho sitio de venta.

—¡Ryuucchi!—nombré al chico corriendo a su lado al verlo pasar.

—¡(T/n)-san!—pronunció sorprendido de mi presencia.

—Sí. ¡Hola! ¿Irás a ver los fuegos artificiales?—pregunté mientras volvíamos a caminar.

—No tengo tiempo—respondió mirando al frente y guardando sus manos en sus bolsillos.

—Ya veo. En ese caso ¿me acompañas?—pido—Me encargaron los fuegos artificiales para la noche de hoy.

—Iré—asintió de forma alegre pero disimulada.

Sonreí del mismo modo pero con una notaria alegría que era muy vista en mí.

Akutagawa eligió varios de ellos durante la elección de aquellos elementos y yo compré el doble de cada uno que el azabache proponía.

—Puedes venir—insistí—Estará Atsushicchi...—su entrecejo se frunció—Y Osamucchi.

—Iré.

Volví a sonreír alegre. Sabía que Akutagawa vendría, por mí o por el castaño. Pero vendría.

No importaba cuán mal hablaran del chico, yo solo veía a alguien tierno y lindo. Alguien que podía ser amable si se lo proponía.

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