XVIII

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○Cómo sería comparar manos con los chicos y chicas... ○
Pt. 1

》Dazai Osamu《

No era ninguna novedad tomarse de las manos entre ustedes. Lo anormal vendría siendo que no estuvieran pegados el uno al otro declarando a medio mundo que eran pareja.

—Dazai—lo llamaste.

—¿Uhm? ¿Qué pasa, (T/n)?

—Préstame tu mano un momento.

—De acuerdo—accedió extendiendo su mano.

Definitivamente prefería eso a que lo chantajearas para que trabajara en sus reportes faltantes. Que pocos no eran.

—¡Tienes unos dedos muy largos!—dijiste.

Tu palma y la suya se habían unido, tus dedos quedaban a la mitad de los suyos y podías notar que estos eran muy delgados. La venda que enredaba su muñeca y parte de la palma molestaba un poco pero medir tu mano con la de él había sido una curiosa idea que te había dado una película. Y no te arrepentías de haberlo planeado.

El coraje que reuniste habría sido desperdiciado si te negabas a hacerlo.

—Síp. Definitivamente me gustan tus manos, Dazai.

El castaño trató de procesarlo. Estaba tan acostumbrado a halagos seductores y atrevidos que su cerebro le costaba tratar con aquellos dulces y lindos halagos.

Desde ese día podías verlo comparar sus manos cada noche para besar el dorso de esta y susurrarte al oído un "me gustan tus pequeñas manos, corazón."

》Kunikida Doppo《

No podías evitar desviar tu vista a sus manos. Siempre tenías una razón para concentrar tu atención ahí. Cuando escribía, cuando tecleaba, cuando luchaba, cuando bebía de su taza de café, cuando acomodaba sus lentes que se deslizaban lentamente por su nariz, cuando recogía el dorado cabello suyo para atarlo en una coleta baja... señor, veías cada cosa que hacía con esas manos que te hacían suspirar.

—Lo preguntaré—exclamó en lo vacío de las oficinas—¿Qué tanto miras?

—A... ah—tus articulaciones no respondían.

—No lo digo porque esté molesto—incita a que le digas—Solo me pareció que habías perdido tu atención hace ya un buen rato.

—Sí—por fin salían las palabras—Verás...

El rubio se quitó los lentes prestando toda su atención en tu figura.

—Pon tu mano así—indicaste, extendiendo tu brazo mostrando tu mano con la palma abierta en su dirección.

Con extrañeza te hizo caso. Acercaste la tuya y la comenzaste a comparar.

Sus dedos eran largos y más grandes que los tuyos. No eran suaves pero tampoco muy callosos, se sentían en un punto perfecto. Tus dedos pasaban de la mitad de los de él, tu palma era más pequeña y podías sentir que estaba más cálida que la tuya. Sus dedos igual, más cálidos...

—Sabía que tu mano era pequeña pero nunca creí que me gustaría que lo fuera.

—¿Eh?—musitaste con nervios.

Llevaban así casi tres minutos que parecían horas.

—Me dan ganas de protegerte y hacerte mía.

Kunikida luego de eso te pidió una tentadora petición. La cual no fue muy bien para ti por no poder caminar por dos días.

》Nakajima Atsushi《

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