El trabajo

37 2 0
                                    

Subí las escaleras lentamente, en silencio y detrás de ella. La cabeza me daba vueltas, estaba mareado así que decidí que lo mejor sería darme una ducha y despejarme antes de meterme en la cama tal y como me había dicho Janette. Fui directo al lavabo y cuando estaba en la puerta ella me volvió a hablar:
-¿Necesitas algo más?-preguntó ofreciéndose de manera inusual.
-Lo que necesito tú no eres capaz de dármelo-respondí-así que no, gracias.
Ella me miró confusa, realmente no sabia nada sobre mí, ni yo nada sobre ella, sabíamos lo superficial, lo sobreentendido, las primeras impresiones y lo que dejábamos ver de nosotros.
Ante mi respuesta cerró con delicadeza la puerta y me dejó que me duchara.
La ducha fría hizo que el dolor de cabeza disminuyera, por lo menos durante esos momentos. Al finalizar la ducha me envolví la toalla a la cintura como de costumbre y salí aún con las gotas de agua resbalando sobre mi pecho.
Una vez en la habitación y habiendo acabado de secarme del todo me puse la ropa interior y me metí en la cama para descansar en condiciones mucho mejores que como lo estaba haciendo dentro del coche.
La mañana siguiente me la pasé durmiendo ya que no me desperté hasta el medio día a causa del cansancio de haberme acostado tan tarde. Antes de salir de mi habitación supuse que Janette también habría dormido tanto como yo. Me puse unos pantalones de chandal y bajé para comer alguna cosa y compensar qué mi cuerpo solo hubiese estado lleno de alcohol horas antes.
Entré en la cocina y Janette estaba mirando el móvil mientras desayunaba. 
-Buenos días-le dije para qué desviara su mirada del móvil.
-¡Anda!-exclamó-pensaba que ibas a dormir hasta esta tarde-dijo sonriendo.
-Pues no-respondí devolviéndole la sonrisa.
Me preparé mi desayuno y me senté con ella a tomármelo. Ella estaba a punto de acabar de desayunar pero aún así permaneció sentada en la mesa haciéndome compañía.
-Creía que ibas a salir a fuera a desayunar.
-¿Te molesto?-pregunté y segundos después bebí un sorbo de zumo.
-En ocasiones-respondió sonriendo-pero tranquilo, te puedes quedar.
-Perfecto entonces, supongo que la niña maleducada que conocí el primer día esta desapareciendo poco a poco.
-¡No te pases capullo!-respondió levantándose de la mesa-no soy una maleducada.
La miré con cara de si sabia lo que estaba diciendo y le lancé una mirada irónica como respuesta.
El móvil comenzó a vibrar y a sonar encima de la mesa.
-Te están llamando-dijo Janette mirando hacia mi móvil.
Me acerqué rápidamente a la mesa, como si de alguien especial se tratase, como si fuese esa llamada que llevaba esperando todos estos días. Por un momento pensé que podia ser ella.
-Hola papá-contesté.
-Hola hijo. Mira, se que te dije que no tenías que empezar a trabajar hasta mañana pero hemos tenido un contratiempo en la empresa y te necesito aquí para ayudarme.
-¿Ahora?-respondí.
-Sí, hazme el favor de venirme cuanto antes, tenemos muchas cosas que hacer.
-Vale, en nada estoy allí.
Seguidamente me despedí y colgué.
Fui directo a mi cuarto a ponerme algo de ropa mas decente, tampoco tan arreglado como va siempre mi padre, en mi linea pero mejor que lo que llevaba. Una vez listo bajé las escaleras de dos en dos y cogí las llaves de mi coche de la cesta del recibidor para dirigirme a la empresa de mi padre. 
Tenía que dar buena impresión el primer día, mi padre había confiado en mi para ayudarle con el trabajo, no podía defraudarle, sino mi viaje hasta allí no tendría sentido.
-¡Adiós!-gritó despidiéndose Janette-pórtate bien-puntualizó.
-¡Adiós!-respondí mientras abría la puerta del garaje.
Una vez dentro del coche, lo arranqué y me dirigí al trabajo de mi padre. De camino la radio estaba puesta eso automáticamente me hizo recordarla a ella, a cómo cantaba todas aquellas veces que íbamos en el coche, a su puta sonrisa, a su voz de niña pequeña, a lo mal que cantaba pero lo bien que se lo pasaba haciéndolo, a la ventanilla abierta que despeinaba su pelo mientras yo conducía y la miraba de reojo sonriente. Como un acto de impulso mi dedo apagó la radio haciendo así que la imagen de Nicky desapareciera de mi cabeza, o al menos, solo por un rato.
Dejé el coche en el parking de la empresa, dos plazas más allá del coche de mi padre, cogí el ascensor y cliqué en la planta dos justo como mi padre me había dicho que hiciera. Nunca había visto donde trabajaba mi padre ni como trabajaba, ya que muchos momentos nunca los habíamos compartido juntos. Las puertas se abrieron y tras ellas mi padre me esperaba, a su lado una mujer mucho más joven que mi padre pero mayor que yo cogía una carpeta llena de papeles un tanto revueltos. Inevitablemente deposité mi mirada en ella, llevaba una camisa blanca con los primeros botones desabrochados dejando ver un poco de su escote, la camisa estaba recogida dentro de una falda de tubo gris que finalizaba justo por encima de sus rodillas, llevaba el pelo recogido en un moño francés y su cara se veía enmarcada por unas gafas.
-Buenas hijo-dijo mi padre.
-Hola-respondí.
-Esta es Bianca, te ayudará en todo lo que necesites-dijo desplazando la mirada hacía ella.
-Encantada Adrián-dijo con una mirada directa y luego volvió a apartar la mirada hacia delante.
Caminamos del recibidor donde estábamos por un pasillo ancho en el que a los lados había diferentes salas con ventanas enormes que dejaban ver el interior. Al final del pasillo había una sala en la que mi padre se paró y entró.
-Este sera tu despacho-dijo-aquí tendrás que estar y ir preparando todo lo que te mande, tienes el ordenador, la impresora, un mini bar con algunas bebidas y sobre todo el telefonillo por si quiero decirte algo o quieres llamar a Bianca para pedirle cualquier cosa-me explicó mientras iba señalando las partes del que desde ahora iba a ser mi sitio de trabajo-mi despacho esta justo donde estaba el ascensor a mano derecha, pero no siempre estaré ahí porque ya sabes hijo, tengo que ir controlando todo.
-Vale, perfecto-dije situándome y analizando todo lo que me había explicado.
-Lo dicho, cualquier duda Bianca esta para resolvértela, así que ahora mismo comenzaras a ordenar por fecha de realización los pagos atrasados que aún no hemos podido hacer-una vez me dijo lo que tenía que hacer miró a Bianca y ella rápidamente abrió la carpeta y comenzó a sacar papeles y a dejarlos sobre mi mesa.
Mi padre se dirigió a la puerta para irse.
-Ya puedes empezar con todo-dijo a la vez que salía-buena suerte hijo-finalizó justo mientras se iba por el pasillo y yo lo veía a través de la gran ventana que tenia justo enfrente.
Me giré y mi escritorio ya estaba lleno de papeles y carpetas desordenadas. Miré a la responsable de ese desorden y ella acomodándose las gafas me dijo:
-Ya esta todo listo, esas son todas las facturas que de momento tienes que ordenar.
-Gracias-respondí mirando desconcertado esa montaña de folios.
-Y como ha dicho el señor Leandro, cualquier duda presiona ese botón y estaré a tu disposición.
Mi mirada cambió de los papeles a ella, tenía los ojos muy claros, la piel muy blanca y los labios rosados. 
-¿De acuerdo?-me preguntó para asegurarse de que lo había entendido todo.
-Sí, sí, gracias-dije concentrándome en lo que me había dicho.
Bianca se fue de mi despacho con paso firme y muy recta, la falda era tan apretada que eso me hizo preguntarme si sería fácil caminar con una cosa como esa, aunque ella hacía que pareciese fácil, cuando me quise dar cuenta mis ojos estaban puestos en su culo, me pasé la mano por los ojos y el pelo y me giré al instante evitando seguir mirándola.
Me senté en la silla del escritorio delante de todo el trabajo que me acababan de dejar pensando por dónde comenzar y concienciándome de lo que realmente importaba, el trabajo.

Siempre perdurarásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora