Llevaba días sin saber de él. Mi orgullo me impedía llamarlo o escribirle aunque me muriera de ganas por hacerlo. Se fue sin una explicación, o simplemente una explicación que sirviera para excusarse por dejarme allí, para decidir él solo lo que iba a hacer con todo lo nuestro.
Cada dos por tres miraba sus fotos, los videos que teníamos juntos y las veces que se conectaba a lo largo del día. Y no, no tengo dependencia por Adrián, o al menos eso creo. Simplemente necesitaba que estuviera a mi lado y cuando más lo necesite se fue, se fue sin yo saber que cuando se fuera lo iba a necesitar aún más. A veces la vida te deja completamente sola para que te des cuenta que es lo que realmente quieres y necesitas en tu vida, y claramente yo lo necesitaba a él. El problema viene cuando lo que más deseas tener es lo que más daño te ha hecho, cuando te comienzas a replantear si realmente lo necesitas o si solo es una especie de falsa alarma que con el tiempo desaparecerá. Os voy a ser sincera, los días pasaban y cada vez me sentía más y más sola, y eso que las tenía a ellas, Carol y Leyla habían estado conmigo todos estos días escuchando mi drama desde que Adrián se fue, contaba como me sentía como si de un disco rallado se tratase, pero necesitaba explicarles lo mal que me sentía una y otra vez pensando que eso me aliviaría. Sus contestaciones siempre iban por el mismo camino.
-Tia, deja de darle tantas vueltas-me dijo Carol mientras comía una bolsa de patatas sentada en mi cama.
-Es mejor que no lo pienses-apuntó Leyla. Yo la miré con cara de pocos amigos mientras ella metía su mano en la bolsa que sostenía Carol para coger una de esas grasientas patatas al punto de sal-tienes que distraerte con otras cosas-dijo a la par que masticaba lo que se acababa de meter en la boca.
-Leyla tiene razón. ¿Y si vamos a dar una vuelta?, podemos ir a tomar algo-propuso intentando que me levantara de las sabanas las cuales no había cambiado desde hace más de una semana.
-¡Genial!-exclamó eufórica Leyla, tanto que hasta pareció fingido.
A veces me daba rabia que fuera tan positiva. Su actitud me recordaba a las frases de mister wonderful que aparecen en todas las agendas llenas de colorines y esas pegatinas motivacionales llenas de purpurina que no sirven para absolutamente nada. Las frases cliché tipo: "¡Hoy va a ser un gran día!", "Deja de darle vueltas a todo y sonríe", "Hoy me he puesto una sonrisa que combina con todo", o peor aún, "Pase lo que pase, estoy de buen rollito", acompañada de un rollo de papel con sonrisa y gafas de sol. Pero que somos gilipollas o que narices, en serio hay alguien en este maldito mundo al que esas frases le hagan gracia, porque a mí me ponían de muy mala leche.
-Me apetece quedarme tumbada y seguir quejándome de todo.
-Venga Nicky, o podemos simplemente dar una vuelta, o..., ¿Y si vamos al karaoke?-preguntó Carol sabiendo que era uno de los sitios a los que más me gustaba ir. Gustaba, en pasado, porque ya era pasado ese presente que había vivido con él. Así que sí, me gustaba ir antes de que él se marchara.
Y antes de que pudiera contestar y decir lo mala idea que me parecía ir al karaoke, Leyla saltó y contestó por mi.
-¡Síiii!-se levantó de un bote de la cama-Me parece un plan perfecto. ¡Venga va!, ¡Hoy puede ser un gran día!
Retiro lo dicho, supongo que existen personas a las que les apasione las estúpidas frases moticacionales del mister wonderful, de hecho, no entiendo como Leyla no fue la creadora de la marca. Sus frases parecían estar envueltas de purpurina rosa acompañadas de una carita sonriente que no paraba de mirarme con esperanza de que estas fueran a funcionar y consiguieran sacarme de la pocilga de habitación en la que en esos instantes me encontraba.
Leyla alargó su brazo tendiéndome la mano para que se la cogiera como un gesto de aprobación a lo que acababa de decir su amiga. Mi mente estaba en otra parte pero mis amigas se habían esforzado tanto durante esos días que no me permití volver a decirles que no.
Me levanté de la cama y me fui directa a darme una ducha, la necesitaba. No os voy a mentir, la ducha me dejó como nueva, pero ni el agua ni el jabón consiguieron que mi cabeza dejara de darle vueltas a lo mismo.
Me vestí con un vestido que me habían escogido ellas mismas y me habían dejado estirado sobre la cama. Una vez con él puesto, mis converse blancas, ya un poco desgastadas y mi bolso baguette a conjunto, salí de mi habitación con la intención de decirles que ya nos podíamos ir pero con unas tremendas ganas de volver a meterme debajo de esas sucias sábanas.
No me dio tiempo a decirles que estaba lista porque ellas ya me estaban esperando en la puerta.
De todos los sitios que hay en Paris, quizás el karaoke era uno de los peores sitios a los que podríamos haber ido, y me sabía mal por Carol que había propuesto el plan, pero es que el puto karaoke...el puto karaoke era sinónimo de Adrián y de él era de lo último en lo que me quería acordar.
Como la mayoría de las noches el karaoke estaba a rebosar, era un lugar donde muchos de los jóvenes solían ir a tomar algo y pues como es evidente, a cantar, o al menos a intentarlo. Nos sentamos en una mesa que estaba relativamente cerca del escenario y pedimos unos cocteles que nos sirvieron acompañados de unos frutos secos. El mio era de frutos rojos, el de Leyla de fruta de la pasión y Carol siempre optaba por uno un poco más cítrico.
Estaban cantando unos chicos, que tengo que decir que no lo estaban haciendo nada mal a pesar de ir ya un poco contentos, pero eso no importa, lo importante es que los dos que cantaban estaban realmente disfrutándolo, por no hablar del tercero que había preferido quedarse en la mesa grabándoles y riéndose sin poder parar. Cuando terminaron la canción Leyla me dio un codazo incitando en que nosotras fuéramos las siguientes en salir, me demoré haciendo ver que no entendía los espasmos de su brazo, y bebí de la pajita de mi copa saboreando la frambuesa y los arándanos mientras alargaba el momento de decidirme a salir a cantar. Leyla se dejó de codazos y decidió arrastrarme del brazo hasta el escenario donde Carol ya había ido segundos antes a escoger la canción que íbamos a cantar. Nada más subir al escenario Carol me alargó el micro, acto seguido las miré a ellas que indudablemente ya sostenían el suyo entre sus manos, segundos después la canción comenzó a sonar, ni más ni menos que Britney Spears con Baby One More Time.
-¡Oh baby, baby!-Cantó Leyla con una especie de voz seductora mientras se pasaba la mano lentamente desde el pecho hasta las rodillas.
Carol repitió la frase como si fuese su eco y yo las miré perplejas dudando de si ellas habían comenzado ya a beber en casa antes de llegar al local y no me habían avisado.
Después de unos cuantos golpecitos de cadera por parte de ambas me acabé animando a seguirles el rollo y acabar haciendo lo que habíamos ido a hacer allí, pasarlo bien y olvidarnos de todo lo demás.
Al terminar la canción vi como Leyla se apartaba el pelo de la cara acalorada mientras Carol saludaba al publico como si una verdadera famosa del pop se tratase. Yo sin embargo, bajé de la tarima de manera muy discreta y me dirigí hasta el asiento de nuestra mesa apresuradamente para que nadie se fijara en que yo era la que acababa de cantar en el escenario con las dos locas que aún había ahí arriba.
Nada más sentarme, me reí, no me podía creer que acabara de hacer el ridículo como seguro que lo acabábamos de hacer las tres hacia cuestión de segundos. Al final me iba a acabar gustando la idea de venir al karaoke. Mi pantalla se iluminó y mi cara cambió de repente. Me acababa de llegar un mensaje, posiblemente el mensaje menos esperado pero más esperado de la historia, aún así mi cara era un poema, y no me la podía ver en ese preciso instante, pero ellas sí, y era un auténtico cuadro. Mis manos comenzaron a sudar de manera frenética mientras sostenían el móvil dudando si desbloquear la pantalla o apagar el móvil de inmediato.
-¿Qué pasa?-preguntó Carol.
Mi ojos no podían dejar de mirar el nombre que aparecía en la pantalla, mientras más lo leía más grande se me hacía el nudo en la garganta. Adrián. Adrián. A-DRI-ÁN. No podía ser verdad, no tenía ningún sentido, porque me iba a escribir ahora después de tantos días sin querer saber nada de mí. A lo mejor le habían robado el móvil y tan si quiera era él, a lo mejor las chicas me estaban gastando una broma de esas que son muy pesadas que hacen menos gracia que otra cosa, o quizás si era él. Intenté tragar la gigantesca bola que se me había creado en la garganta pero resultó ser misión imposible.
-¡Tia! ¿Estás bien?-preguntó Leyla al ver que Carol no había obtenido respuesta-¡Nicole!-alzó la voz.
Su llamada de atención de hizo volver a la realidad y darme cuenta que lo que acababa de pasar era real.
-Es Adrián-contesté haciendo resonar su nombre en mi cabeza.
Sus ojos se abrieron de par en par y sus rostros parecían desconcertados, se miraron mutuamente y luego volvieron a mirarme a mí sin saber ahora ellas qué decirme. Supongo que así es la vida, tan puñetera que en el preciso momento en el que todo parece volver a su sitio, viene y te manda una señal contradictoria que te rompe los esquemas. Una señal que te devuelve a la cruda realidad de golpe.
No sabía que ponía en el mensaje, no me atrevía a abrirlo, casi puedo afirmar que hubiera deseado que Adrián no me hubiera mandado ningún mensaje. ¿Qué paradoja?, ¿No?, el mensaje que tanto había esperado, esa señal de estoy vivo y aún me acuerdo de ti que tanto necesitaba ver por su parte y tanto había echado en falta durante todo este tiempo acababa de pasar y os puedo jurar que no me había gustado tanto como pensé que iba a hacerlo. ¿Quizás era demasiado tarde?, ¿Existía un "demasiado tarde" para Adrián?, no lo sé, lo único que sé es que ese mensaje cambió todo por completo.
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Siempre perdurarás
RomantikSegunda parte de Quédate conmigo. Tras el mejor verano de su vida, Adrián decide irse a Italia a trabajar con su padre dejando atrás a Nicky. ¿Su amor terminó con el verano?