Bajé las escaleras apresurado porque ella ya estaba lista, me acerqué al recibidor y cogí las llaves del coche. Una vez listo con todo lo que necesitaba para llevarla la llamé:
-¡Janette vamos!-exclamé para que me escuchara.
Me giré de golpe para ver si venia y ahí estaba, con unos tejanos apretados a la cintura pero anchos por las piernas, como los solía llevar, a medida que fui subiendo la mirada vi un top con forma de corse negro que apretaba a la vez que definía su figura, dejando sus clavículas descubiertas, por donde le caía el pelo moreno que se había ondulado. Debo admitir que nunca la había visto así de guapa.
-Sí, vamos-respondió con una sonrisa.
Nos metimos en el coche y una vez dentro me enseñó la dirección de la casa para que supiese cómo ir. Conduje por la noche sobrio y sin estar enfadado, con una chica en el asiento de copiloto que no se llamaba Nicky y en una ciudad que no era Paris.
La casa no estaba demasiado lejos de la de mi padre. Se podía ver cómo la gente estaba comenzando a llegar y la casa se iba llenando de jóvenes con ganas de pasar una buena noche. Miré a Janette cuando ya había aparcado como señal de que ya podía bajarse.
-¿A la vuelta te van a traer?-le pregunté antes de que saliera del coche.
-Supongo que sí, si la fiesta no se alarga mucho le diré a alguno que me lleve a casa-respondió.
-¿Supones?-respondí no del todo seguro.
-A veces las fiestas se alargan, nos animamos y ya sabes…-dijo haciendo una pausa.
-Ah…-respondí-pues nos vemos mañana entonces.
-Nos vemos mañana Adrián-dijo despidiéndose-por cierto, gracias por traerme-finalizó con una amplia sonrisa que resaltaba sus labios por el brillo de que llevaba puesto.
Sonreí. Ella salió del coche. La maleducada había sido menos maleducada y eso hacía que la situación fuera más extraña aún. Cerró la puerta mientras me dedicaba una mirada más, la miré hasta que entró por la puerta y una vez dentro, arranqué el coche y me fui.
Al llegar a casa mi padre y Madeline estaban en el comedor. Estaban a gusto el uno con el otro, callados, mientras miraban una película, aunque me pareció que les bastaba con estar juntos. Me acordé de mi madre, los últimos años nunca los había visto así, juntos, compartiendo momentos, pasando ratos callados, sin discutir. Supongo que no estaban hechos el uno para el otro, o más bien mi padre era un gilipollas y no estuvo ni por ella ni por mí. Seguramente eso fue lo que fallo. Pero ahora daba igual.
-¿Ya has llevado a Jane?-preguntó su madre apartando la mirada de la pantalla.
-Sí-respondí.
-Estoy orgulloso de que hayas decidido llevarla-dijo mi padre.
-Un favor se le hace a cualquiera-respondí y sin dejar que me siguieran hablando de ella me fui a la cocina.
Me abrí una cerveza que había cogido de las que había en la nevera y me senté en uno de los taburetes que había al lado de la isla. Escribí a Oliver para saber cómo iba todo por ahí, él no estaba acostumbrado a estar con el móvil, así que siempre que quería saber cómo estaban le escribía yo. Él seguía su relación con Leyla, tenían una relación muy estable y se complementaban muy bien entre ellos, hubo momentos durante su relación que hasta sentí envidia por él, supongo que dentro del chico que no buscaba nada serio con ninguna chica y disfrutaba más bebiendo y saliendo con los amigos había una parte que quería sentir eso por alguien. Después de escribirle el mensaje me puse a ver fotos que tenía guardadas en el teléfono. Oliver y yo en casa, las chicas, Oliver con cervezas, Nicole, Nicole y yo, Nicole y yo besándonos, ella en la Torre Eiffel, ella otra vez, ella preciosa con su vestido, nuestros selfies haciendo tonterías, luego ella y yo besándonos otra vez…¿Cuánto podían destruirte unas fotos? Mi mente colapsó, no me había sentido así antes pero supongo que sabía una buena forma de disminuir el dolor. Dejé la cerveza encima del mármol y volví a coger el coche.
Conduje por la noche oscura, sobrio y con un sentimiento extraño, con nadie en el asiento del copiloto y en una ciudad que no era París.
Al ver la luz supe que ese era el sitio que estaba buscando. Entré a la tienda, era bastante pequeña, no todas están abiertas a esas horas de la noche. Busqué entre los estantes de uno de los dos pasillos que había y cogí la botella. La pagué y la dejé en el asiento del copiloto. No quería entrar dentro de casa, pero tampoco me quería quedar en la puerta así que rodeé la casa y aparqué en la parte trasera un poco más lejos del patio de atrás.
Cerré todas las ventanas, puse música y agarré la que me iba a consolar esa noche, la que sabía que haría que todo doliera un poco menos. Mientras la música que salía de los altavoces del coche me absorbía, el alcohol y el dolor me consumían a su vez.
Escuchar música sin ella no era lo mismo, nada era lo mismo desde que me fui. Un trago por cada foto que me había reventado por dentro, un trago por no atreverme a llamarla, otro por irme de allí, otro por volver con mi padre después de todo, por la falsedad que se respiraba en esa casa y por lo cabreado que eso me hacía sentir. Otro por la rabia, por el miedo a perderla y porque ella no me dijera nada después de todo. Por haberla echo llorar y por haber fastidiado todo lo que habíamos creado.
Ya no sabía cuanto rato llevaba en el coche, los sentidos se comenzaban a ralentizar y la visión se volvía borrosa en ocasiones, pero estaba funcionando, el dolor parecía que se esfumaba aunque solo por momentos porque luego volvía y con mucha más fuerza que antes.
Apoyé la cabeza en mis manos entrelazando los dedos en mi pelo, que estaba un poco ondulado por tenerlo un poco más largo y por haberlo dejado secar al aire. Quise volver a beber de la botella pero me di cuenta que ya estaba completamente vacía, bajé la música ya que me comenzaba a doler la cabeza y seguidamente busqué el móvil, que no sabia dónde lo había dejado, una vez lo encontré intenté descifrar la hora. Y con el teléfono en la mano y la botella vacía en el otro asiento me quedé dormido dejando que la leve música y la botella de alcohol me evadieran de todo.
Mientras yo dormía en el coche, Janette llegó de la fiesta a la que había ido, faltaban pocas horas para amanecer y yo seguía tirado en el coche sin que nadie lo supiese. Janette entró cansada y un poco mareada a su habitación. Se descalzó, se quitó la ropa que llevaba puesta y cogió la primera camiseta ancha que vio para meterse directamente en la cama pero antes, se acercó a la ventana para darle al botón que bajaba las persianas. Sus ojos se abrieron de golpe, se froto la frente y volvió a mirar para asegurarse de que me había visto. Y sí, no era ningún efecto del alcohol que había tomado aquella noche, me había visto en el patio trasero que se veía desde nuestras habitaciones. Bueno, en realidad a mí aún no, ya que las ventanas del coche estaban tintadas, pero había visto mi coche extrañándose de que yo lo hubiera dejado ahí.
Janette curiosa por saber que hacía el coche ahí, bajó apresuradamente pero sin hacer el mínimo ruido y no despertar a mi padre y a su madre que dormían en la planta de abajo. Salió por la puerta de la cocina al patio y de ahí caminó descalza con unos calcetines blancos hasta donde estaba mi coche. Acercó su cara a la ventanilla, rodeando su rostro con sus palmas de la mano para ver que si había alguien dentro del coche. Y allí me vio, medio tumbado, sin el móvil entre mis manos porque se me había caído y la botella de alcohol que seguía en el asiento del copiloto.
-¡Mierda!-exclamó Janette en voz baja.
Intentó abrir las puertas pero estaban cerradas, así que decidió acercarse a la ventanilla del lado donde yo estaba y picar con el puño en la ventana para que me despertara. Después de varios intentos finalmente me sobresalté y miré hacia mis lados.
-¡Adrián!-dijo a la vez que picaba en la ventana.
Abrí la puerta haciendo que parara de golpear la ventanilla. Ella me miró preocupada sin entender qué cojones hacía ahí en esas condiciones.
Ella seguía con el pelo ondulado pero un poco menos marcado que cuando se fue asemejándose más a su ondulación natural, ya no llevaba puesto ni el corse ni los pantalones sino que una de esas camisetas anchas que tanto le gustaban.
-¿Qué coño haces?-me preguntó.
-Pasar el rato-conteste notándome muy cansado.
-¡Qué asco Adrian, hueles a alcohol!-exclamó con cara de angustia.
-Joder, no sabía que también te daba asco-respondí aún sobre los efectos del alcohol.
-Entra a casa anda, tienes que darte una buena ducha-dijo tirándome del brazo para sacarme del coche.
Una vez salí fuera del coche, ella se dirigió a la otra puerta y sacó la botella del asiento viendo a la vez mi móvil en el suelo, lo cogió y me lo dio.
-Toma-dijo dándome el teléfono-eres un desastre.
La mire y luego vi lo que llevaba en la mano.
-¡Eh, eh!-dije rápidamente al ver qué me había cogido la botella-eso es mío-continué.
-¡Idiota que está vacía!-exclamó mientras negaba con la cabeza.
Nos dirigimos a la puerta que daba a la cocina y Janette antes de subir arriba salió a la puerta de casa y tiró la botella en uno de los containers que había en la esquina. Yo en vez de subir a ducharme tal y como me había dicho me quedé mirando cómo cruzaba la calle descalza y tiraba la botella que me había bebido.
-¿Qué haces aún aquí?-susurró mientras cerraba la puerta lentamente-¡Sube ya!-exclamó en voz baja para no despertar a nadie.
-Te estaba esperando-contesté.
ESTÁS LEYENDO
Siempre perdurarás
RomanceSegunda parte de Quédate conmigo. Tras el mejor verano de su vida, Adrián decide irse a Italia a trabajar con su padre dejando atrás a Nicky. ¿Su amor terminó con el verano?