La dirección parecía coincidir con el nombre de la calle, para asegurarme volví a mirar el mensaje que me había enviado mi padre, pero sí, era esa. La fachada era grande, más que grande, era enorme, la envolvía un jardín muy bien cuidado, resplandecía y eso que no estábamos en primavera. Piqué al timbre de esa valla que protegía la gran casa, el timbre sonó un segundo, prácticamente no tardó en abrirme, pero era obvio que estaría atento, iba a recibir a su hijo después de mucho tiempo. Caminé hasta la puerta principal y justo cuando me disponía a volver a picar, me di cuenta que la puerta ya estaba entornada para que entrase. La sensación al entrar era fría, no sé si exactamente era por la temperatura que hacía dentro o porque yo estaba un poco nervioso. Cerré la puerta con suavidad, ya que no se oía ningún ruido, el recibidor era espacioso, quizás era igual de grande que el comedor del piso donde Oliver y yo vivíamos, justo enfrente un poco hacía la izquierda, comenzaban unas largas escaleras y al lado en esa misma planta, pero al fondo había dos grandes puertas correderas de madera que daban paso a otra sala de la cual provenía aún más luz.
-Pasa, pasa-dijo desde la cocina.
Arrastré mi maleta la cual apenas sonaba por ese suelo liso, tan brillante y limpio, entré en la cocina y lo vi sentado en una mesa de cristal, con una taza del mismo material, pequeña, que sostenía en la mano, nada más verme, sonrió. Lo notaba distinto a la última vez que lo vi, su pelo ya no era castaño, era más bien grisáceo, se lo había dejado largo incluso diría que a la medida que solía llevar cuando era joven, la barba y el bigote era de la misma tonalidad que su pelo, pero se notaba que estaba bien arreglada y cuidada. Llevaba una camisa blanca con los tres primeros botones desabrochados, quizás iba demasiado arreglado para estar por casa, al momento bajé la mirada hacía mi pecho para observar la simple camiseta que yo llevaba y el contraste que hacía con su estupenda camisa.
-Me alegro de verte Adrián- dijo levantándose de la silla mientras dejaba la taza en la mesa y se acercaba hacía donde yo estaba.
-Y yo a ti-contesté con una sincera sonrisa.
-Ven, sígueme-dijo mi padre a la vez que me dirigía a una sala que estaba a la derecha del recibidor, y la cual había pasado completamente desapercibida para mí cuando había entrado. Mi padre abrió la puerta de esa nueva sala dejándome entrar detrás de él, la casa estaba muy silenciosa y era demasiado grande para una sola persona. Había un sofá grandioso de cuero marrón oscuro, acompañado de dos butacones del mismo color, justo debajo, descansaba una alfombra de un color blanco roto que apenas contrastaba con el suelo, enfrente, había una televisión muy grande, eso me hizo imaginar como sería ver los partidos tomándome una cerveza en aquella estupenda televisión y no en la que mi mejor amigo y yo solíamos hacerlo.
-Antes de enseñarte la casa y por su puesto la habitación que te he preparado quería presentarte a una persona- dijo mi padre mientras me miraba agradablemente.
¿Qué me tenía que presentar a alguien?, ¿De que persona estaba hablando?, mi mirada fue un poco desconcertante, de hecho, no sé si él se llegó a dar cuenta porque al segundo de decírmelo dijo:
-Madeline-la llamó con un tono más alto para que le pudiera escuchar-. Adrián ya está aquí- terminó.
Y en ese preciso momento se escuchó como alguien bajaba las escaleras de manera apresurada, mi padre y yo nos giramos de golpe, yo para ver de quien se trataba y él para presentarme a alguien que no había visto, ni oído hablar sobre ella en mi vida.
-Ya estoy, ya estoy- dijo repetidamente mientras bajaba esos dos últimos escalones a la vez que se colocaba ese largo pendiente plateado.
-Adrián, ella es Madeline mi mujer- me expuso a la vez que medio extendía el brazo hacía ella.
¿Su mujer?, la única mujer que sabia que había tenido mi padre era mi madre y desde luego que mi madre Madeline, no se llama.
-Hola, encantada-dijo amablemente la señora mientras sonreía, supongo que para ser educada conmigo.
-Hola…-respondí un poco por compromiso.
La mujer educada entre morena y pelirroja, esbozaba una sonrisa imborrable hacía mi padre, él también parecía contento al saber que por fin su hijo había conocido a su mujer, y yo era el único que no sonreía, para ser más honesto, estaba bastante incómodo. A ver, ya sé que hace mucho tiempo que no veo a mi padre, pero en qué momento no se le pasa por la cabeza contarme que se ha vuelto a casar con una tal Madeline.
-Sube, te enseñare tu habitación- dijo mi padre mientras me conducía por las escaleras hacía arriba.
Supongo que me habrían preparado la habitación de invitados, sinceramente me daba igual, sólo necesitaba un sitio para dormir. Y ahí estaba la que iba a ser mi habitación mientras estuviera allí, la habitación no era para nada pequeña, iba acorde con el resto de la casa, tenía una gran cama de matrimonio, enfrente un armario que recorría toda la pared con puertas de cristal blancas, una especie de escritorio de madera con su respectiva silla y un asiento-puff exactamente del mismo color de cuero que las butacas y el sofá que había en el comedor.
-Ya puedes instalarte-dijo mi padre-tienes el armario vacío para que pongas tu ropa y tus cosas como mejor te vaya, y en esos cajones-continuó explicándome mientras los señalaba- tienes un juego de toallas limpio-terminó.
Fijé mi mirada en esos cajones los cuales me acababa de señalar a la vez que entraba la maleta a la habitación y la dejaba en un rincón justo al lado de la puerta.
-Si necesitas algo dímelo- concluyó con esa voz grave tan característica-estaré abajo-finalizó mientras me daba dos palmadas en la espalda y se disponía a bajar.
-Vale papá. Gracias-respondí intentando ser respetuoso yo también ante su recibimiento.
Mientras oía a mi padre bajar por las escaleras, mi cabeza realmente no estaba asimilando muy bien lo que estaba pasando en ese momento. Me senté en la cama, realmente estaba ahí, en Italia, en casa de mi padre, un suspiro salió de mi boca como reacción a todo lo que estaba sucediendo.
Una vez había medio desecho la maleta envié un mensaje a Oliver para decirle que ya había llegado bien, tampoco especifiqué nada, no tenía la necesidad de hacerlo. Una vez enviado ese mensaje, bajé a la primera planta. Me dirigí a la cocina directamente, ya que fue el lugar donde había encontrado a mi padre al llegar a la casa, aunque desgraciadamente ya no estaba él, sino que estaba esa señora. Iba vestida, que parecía entre una abogada que justo iba a entrar a defender al acusado o una secretaria de alto cargo, yo seguía sin entender la necesidad había de ir así vestido, pero eso era lo que menos me preocupaba.
- ¿Buscas a tu padre? – dijo mostrándose agradable una vez más.
Era obvio que lo buscaba a él, a quien iba a buscar si no, ¿A una mujer que no sabía ni que existía?
-Sí-respondí.
-Leandro- dijo en un intento de alzar la voz para que mi padre le pudiera escuchar-. Espera, creo que está atendiendo una llamada del trabajo-continuó.
Se dirigió hacía el comedor con pasos firmes, un poco sobreactuados, en busca de mi padre. Y ahí estaba él, hablando por teléfono, tal y como Madeline había presupuesto, y ella que era tan educada y estaba tan acogedora conmigo se acercó a mi padre y susurrando le dijo:
-Tú hijo-haciendo que mi padre se despidiera de la persona con la que estaba hablando y finalizara la llamada para así prestarme su atención él también.
Aproveché para hablar con mi padre un rato, nos sentamos en una mesa de esa misma sala, uno enfrente del otro, era tan extraño que me parecía estar en una de esas entrevistas de trabajo en las que estás un tanto incomodo y a la espera de las preguntas que te vayan a hacer.
Mi padre me ofreció algo para beber, ya que al lado de esa robusta mesa de madera había una barra con bebidas e incluso una de esas mini neveras de la que me sacó la cerveza, para que me la tomara. Notaba a mi padre muy sereno mientras hablaba conmigo, me explicó que sitios había por la zona, un poco por si quería después dar una vuelta para ver el sitio donde vivía, sin duda dije que sí, porque me pareció una buena idea para estar solos él y yo, ya que deduje que se refería a un plan de padre e hijo de esos que supuestamente se tienen y yo apenas había tenido.
-Perfecto, pues coge lo que necesites, y como supongo que tendrás hambre porque ya es prácticamente la hora de comer-dijo mirando el reloj que llevaba en la muñeca-. Vamos a comer a un restaurante donde hacen la mejor pasta que hayas probado jamás, es uno de mis favoritos y seguro que a ti también te gustará-acabó de proponerme.
-Vale, pues yo ya estoy listo, te espero fuera entonces-dije levantándome de la mesa.
Justo cuando estaba en el recibidor a punto de salir por la puerta, me despedí: ¡Adiós Madeline! - exclamé para no parecer un niñato maleducado el primer día.
Me apoyé a la pared de fuera esperando a que mi padre saliera para podernos dirigir al restaurante del que me había hablado. Miré el teléfono para ver si Oliver me había contestado, ni él había leído aún el mensaje, ni Nicole me había dicho nada desde ese día, seguía sin hablarme, sabía que no lo iba a hacer, pero dicen que la esperanza es lo último que se pierde, ¿Verdad?
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Siempre perdurarás
RomanceSegunda parte de Quédate conmigo. Tras el mejor verano de su vida, Adrián decide irse a Italia a trabajar con su padre dejando atrás a Nicky. ¿Su amor terminó con el verano?