Draco Malfoy y la Casa Black (#3)

Capítulo 9: El Corazón del Invierno

Fue difícil saber si era una señal buena o mala, lo dispuesta que estaba su madre a mentir por él. 

"No, es verdad, cielo, yo fui quien envió la invitación a los Lovegood," ella insistió durante el desayuno en la mañana de Nochebuena, mientras que su padre miraba su comida como si sus huevos holandeses fueran vedegambre por la mueca que estaba haciendo. "La niña es prima de Draco, tu sabes, y es bien conocido en Hogwarts. Sería impropio que ella no hiciera una aparición en la gala"

No había sido muy benévolo culpar a su madre con las indeseadas invitaciones, utilizando el hecho de que las invitaciones eran de ella como coartada. Pero desde el recordatorio de su padre sobre la parte de su trato que decía que no debía invitar a nadie más que Slytherins a la mansión ese año, se vio arrinconado. Y su padre no podía arrastrar a su madre a los calabozos para castigarla, así que resultó de la mejor forma al final. Probablemente. A menos que contara la manera en que su madre lo miró después de eso.

Aún así, su madre se esforzó más a costa suya cuando vio como iba vestida Luna para la noche, con una serie de túnicas a forma de vestido repletas de lentejuelas plateadas que hicieron que Draco casi se tropezara cuando la vio. Si, le había dicho que vistiera blanco o plateado como todos los demás para su perpetuo tema del "Corazón del invierno". Supuso que Luna técnicamente cumplió con eso, pero lucía menos como un espíritu etéreo del invierno y más como un árbol de Navidad de poco gusto. Aunque Luna era Luna. Draco le proporcionó un recorrido por la Mansión con una sincera sonrisa en su rostro, hasta que finalmente terminaron frente a su espejo juntos, mientras Luna le ayudaba a poner los últimos toques en su propio atuendo.

Creyó que ella lucía más que bonita usando el collar que le regaló como un regalo adelantado de Navidad, una cadena de plata y diamantes, de donde colgaba una espiral en cascada de su turquesa transfigurada- no el usual color moteado, pero el pálido azul cielo de la turquesa de la Bella Durmiente. Conjuró un hechizo de rastreo temporal con su permiso, para asegurarse de que Luna no fuera llevada a ningún lugar terrible de la Mansión, y por la forma en que su madre la miraba, no estaba seguro si había sido una precaución frívola. Cuando su madre entró, claramente molesta de que tuviera a una niña en la habitación, y casi se desmaya ante la imagen de Luna, el desagrado en su rostro habría hecho a cualquiera ponerse nervioso. Aunque, al ser la eterna anfitriona, eventualmente forzó una sonrisa y le dijo a Luna que había escogido uno de sus vestidos que le gustaría prestarle a la 'nueva amiga' de su hijo.

"¡Los invitados llegarán en cualquier momento!" le susurró a Draco al oído mientras sacaba a Luna. "A veces me haces estar de acuerdo con tu padre, en que estás determinado a avergonzar a esta familia"

La ropa de Luna no había sido tan mala. Aún así, tuvo que admitir que hubo menos oposición a que descendiera la gran escalera al salón de baile de la Mansión llevando a Luna del brazo cuando ella vestía la ropa de su madre, transfigurada con maestría para que le quedara a su pequeña figura.

Luna llevaba varias capas luminosas y delgadas de tul blanco como la nieve, su vestido parecía conjurar el brillo de la luz del sol sobre nieve fresca con cada paso. Su largo cabello rubio fue arreglado en una corona trenzada, ahora lucía exactamente como lo que se suponía que fuera, cuando fueron anunciados como Draco Lucius Malfoy, Heredero de la Casa Malfoy de los Sagrados Veintiocho, y su acompañante, su prima Luna Elizabeth Lovegood. Luna se quedó sin habla al ver la imagen debajo de ella, y realmente, no podía culparla. Nunca creyó que volvería a ver la mansión en su estado de gloria en lo que le quedaba de vida, no desde el día en que le perteneció a Voldemort.

Nevaba dentro del salón de baile, no había un solo centímetro de todas las superficies que no se convirtiera en una serie de sombras blancas tornasoladas, con toques de plateado y azul cielo, un paraíso de invierno inmaculado con variados adornos rojos y verdes. La atracción principal de la sala era el enorme árbol de Navidad blanco que llegaba hasta el techo, rodeado de hadas plateadas y serpenteantes formas de témpanos de hielo que nunca se derretían. Los témpanos estaban en todos lados, junto con la nieve que no tocaba a ninguno de los invitados, solo arrojaba su sombra y resplandor en cualquier lugar, el suficiente tiempo para acaparar la atención de alguien. Las mesas y sillas eran todas esculturas de hielo, encantadas para ser suaves y cálidas, con grandes formas de hielo en más formas arcanas y misteriosas que cubrían a los invitados, los cuales escogían su propio momento para volver a la vida y ofrecer sus pensamientos al no ser conscientes de sus elecciones sartoriales.