IV

20 4 44
                                    

Santos


Creo que necesitaba la charla que he tenido con Mamen. De verdad que creo que era necesario. Y ella ha sido maravillosa. La llamé con prisa y miedo, angustiado porque no sabía qué es lo que me sucedía. Soy una persona que necesita mantener la calma siempre; si pierdo ese equilibrio interior, no funciono bien. Y ya llevaba demasiado tiempo perdido.

Mamen llegó al poco rato de haberla llamado. Era como si supiera perfectamente qué iba a decirle y lo que ella tenía que decirme a mí. Fue extraño pero reconfortante. Es una mujer maravillosa y sé que tengo mucha suerte al haber compartido parte de mi vida con ella; y seguir haciéndolo. Un divorcio hay gente que se lo toma como una derrota o un duelo. Lo nuestro fue más algo parecido a avanzar en nuestras vidas. La gente nos decía que lo intentáramos, que no podíamos rendirnos tan fácilmente. Pero lo nuestro no era una rendición, es que sinceramente creíamos que era lo mejor que podíamos hacer. Y después de la conversación de hoy, mucho más.

—Primero me gustaría preguntarte algo —comienzo a decirle—: ¿Qué es exactamente lo que tienes con Alejandro?

Ella hace un gesto de extrañeza y una sonrisa nerviosa asoma en sus labios.

—Pues... Bueno, nos acostamos y eso, ya sabes...

—Me refiero a... Quiero saber si vosotros estáis pensando en tener algo más serio.

—La verdad es que... No, nunca hemos pensado algo así, ¿por?

—Porque si me llegas a decir que sí, la conversación habría terminado aquí —le explico.

—¿Por... qué?

Comencemos...

—Paty —prosigo—, no conocemos desde hace años ya...

—Muchos, sí —contesta con nerviosismo.

—Bueno, muchos, es cierto —le concedo—. Y siempre nos hemos llevado bien, ¿no es así?

Ella me escruta con la mirada, queriendo adivinar lo que voy a decirle.

—Y espero que sigamos llevándonos bien —me advierte, haciéndome sonreír.

—Esa es mi intención. Aunque me gustaría que nos lleváramos mejor.

—¿Mejor?

Quien piense que mantener una conversación así con más de cuarenta años es sencillo, no tiene ni idea de estos temas o miente con descaro.

—Últimamente he estado pensando...

—Tú siempre piensas demasiado.

—Si no me dejas hablar, te quedas con la intriga del chisme —le amenazo.

—Ah, no, chamo, ¡ahora no me hagas eso! —exclama con angustia.

—Bien, entonces...

—Vale, sí, me callo, muy bien...

Bueno, prosigamos...

—Como te decía, nos conocemos desde hace años y siempre hemos tenido una buena relación. Y yo llevo tiempo debatiéndome entre decirte lo que me pasa o dejar que todo siguiera igual. Pero tengo que contártelo.

—Santos, puedes decirme lo que necesites.

Y suena absolutamente sincera.

Sigo acariciando su brazo y eso me calma a mí la ansiedad. Estar tan cerca de ella me activa y me tranquiliza a partes iguales.

Bueno, allá va.

—Paty, siento algo por ti desde hace demasiado tiempo que no es precisamente amistad —y en cuanto le he dicho esto, esperaba alguna reacción por su parte pero sigue mirándome como si continuara esperando a que yo hablara porque no me ha escuchado—. Paty, ¿me oyes?

LivingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora