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La Ley De No Llorar.

Con el comienzo de el año estudiantil mi familia y yo nos habíamos mudado, nunca habíamos sido de esas familias ricas del valle, pero mi madre había conseguido un ascenso en su trabajo y por primera vez nos habíamos mudado de hogar, claro que extr...

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Con el comienzo de el año estudiantil mi familia y yo nos habíamos mudado, nunca habíamos sido de esas familias ricas del valle, pero mi madre había conseguido un ascenso en su trabajo y por primera vez nos habíamos mudado de hogar, claro que extrañaría a mis hermanas que se habían ido a la universidad pero eso solo significaba una cosa: Mas espacio para mi y mi hermano. 

Sean y yo siempre habíamos sido unidos, los dos menores deben ser un equipo si no quieren ser demolidos por los mayores pero aquí estábamos, el era dos años menor que yo y un total fortachón, si bien por mis años en danza yo había crecido como una mujer fuerte, el creció fuerte sin hacer un mínimo de deporte, envidiaba eso mucho. 

En el verano, como buen equipo que formamos, pudimos hacer que mi madre no nos obligara a socializar en nuestro nuevo barrio pero hoy era el primer día de clases y al cambiarme de escuela también me vi forzada a tener nuevos amigos, pero quien los necesitaba, yo ya tenía a mi grupo de compañeros de ballet, nadie ni nada era mejor que ellos. 

Aún así aquí estaba, con mi ropa normal, lista para el primer día de escuela. Desperté temprano para poder arreglarme bien, pero que se vea casual, mi madre sonrió al verme bajar las escaleras, ya que en mi nueva casa teníamos un segundo piso real.  

- ¿Estás lista para hoy? - Yo asentí sonriendo. - Genial, tu hermano al parecer no, despiertalo o tendré que comenzar a gritarle. 

Subí las escaleras otra vez y cuando llego el punto de que agoté todos mis recursos para molestarlo, simplemente le grité que si no se levantaba en ese instante le rompería la cara. Algunos llaman a esa técnica "Un duelo de vida o muerte" ya que aunque el era mucho menor que yo, era la persona más alta de mi familia. 

Luego de la no tan corta caminata llegamos a la escuela, apenas entré me acerque tímidamente a una chica rubia que parecía ser amable. 

- Disculpa,¿ no sabes donde está el salón de la profesora Thomas ? - Ella asintió. - Me podrías guiar, soy nueva por aquí. 

- No, lo siento. - Dijo y se largó, una muy cálida bienvenida. 

Por suerte mientras recorría el lugar para encontrar mi casillero vi enfrente un cartel que decía "Sra. Thomas" lo que significaba que allí sería mi salón. 

La primera clase estuvo bien, teníamos que hacer grupos de dos para presentarnos entre compañeros y al ser la única que no conocía a nadie tuve que presentarme sola, en la segunda hora un imbécil atleta que se sentaba detrás mío me pego un chicle en el cabello sin que me diese cuenta y en la hora siguiente se rieron de mi por eso. 

Si así había sido el primer día, ¿ qué podía esperar de los otros cientos que me faltaban? Algo era claro, en ballet tenía prohibido llorar por errores, aquí también.

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