Capítulo 27. El dolor de la muerte

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"She looked my demons in the eye and smile.

She fell for the very thing I thought she'd fear"

(Vàzaki Nada)

Epiphany estaba aburrida de vivir encerrada constantemente. Ya ni recordaba el tiempo que llevaba sin dar un paseo tranquilamente, habían pasado un par de semanas de aquella vez que estuvo a punto de morir por hipotermia y desde entonces, no volvió a pisar el exterior. Fuera hacía frío, algo normal en la época del año que estaban, pero eso no impedía sus ganas de salir. Se puso sus botas hasta las rodillas con tacones de 10 centímetros, cogió el abrigo que estaba dentro del armario y se lo colocó por encima del jersey de cuello alto que mantenía su garganta caliente. Buscó unos guantes y fue a la calle. Un aire fresco movió su largo pelo negro, que estaba recién peinado. Estaba empezando a nevar, un copo se posó en su nariz.

El paisaje se volvía blanco lentamente y ella caminaba con calma. Sus enormes ojos negros brillaban, recordó una tarde, cuando tenía seis años y estaba nevando mucho. Junto a su hermana, salió a la calle a jugar después de merendar un bocadillo de Nocilla con un zumo de piña. Su madre siempre les obligaba a ponerse una bufanda que era más grande que ellas, apenas se les veía entre aquella bola de lana. Se las regaló por aprobar todas las asignaturas, estuvo varias semanas haciendo punto para tenerlas listas en esa ocasión. Y aunque para cualquier niño no hubiera sido un gran regalo, a ellas les hizo mucha ilusión. La más pequeña se había resbalado aquel día con el hielo hasta caerse de boca. Estuvo toda la noche llorando porque se partió el labio y le dolían los dientes. Aunque habían pasado muchos años, Anastasia seguía sin saber mantener el equilibrio.

-Estás muy guapa bajo la nieve- la inesperada voz del vampiro le sacó de sus pensamientos.

Llevaba una fina camiseta de manga larga a pesar de no sentir el frío. Epiphany pensó que sería aburrido no sentir nada nunca.

Decidió no contestarle y siguió admirando la nieve, que cada vez caía en mayor cantidad. El suelo ya estaba blanco, muchos copos de nieve decoraban el pelo y abrigo de la chica. Drayce le agarró del brazo para girarla hacia él.

-¿Se puede saber qué te pasa conmigo?- preguntó el vampiro molesto.

Epiphany le miró con semblante asustado. En cuanto él la tocó, tuvo una visión.

-Drayce, tu madre no está bien. Tienes que ir a verla- la preocupación se notaba en su voz.

-¿Cómo te atreves a hablar de mi madre? Si tienes algún tipo de problema, háblalo, pero no...-

-¡He tenido una visión! Cuando me has tocado, lo he visto y ha sido muy real. Ve a verla, por favor, solo para salir de dudas. No te cuesta nada, yo puedo acompañarte- su mirada era empática y por primera vez en mucho tiempo, el chico notaba que realmente quería apoyarle.

Pusieron rumbo a la casa, Epiphany iba lo más rápido posible, pero no era capaz de alcanzar al vampiro. Empezó a helar y sus manos temblaban. Sentía que se le había congelado el cerebro, notó un dolor punzante en la cabeza. Sus labios morados se cortaron con el frío, no paraba de tiritar. Notaba los pies helados y cada paso que daba, era como ir arrastrando una roca. Se levantó el aire, que despeinó su melena negra llena de copos.

Aunque el chico llevaba prisa, no perdía de vista a la morena. Solo quedaban tres personas en el mundo que le importaran y aunque la que más quería estuviera realmente mal, no iba dejar de lado a su único amor.

Se acercó a ella hasta juntar las dos frentes. Epiphany notó la mezcla de olor a sangre y champú de menta. Sintió su aliento en la piel y el cálido tacto de su mano en la mejilla. Se miraron fijamente a los ojos, si a él le latiese el corazón, seguramente iría a mil por hora en ese momento. Ella admiró el penetrante azul de sus ojos, que la observaban con amor. Puso su mano encima de la del chico, agarrándola para separarla de su rostro y que no siguiera tocándola. El vampiro suspiró tenso, pero se acercó a la chica todavía más para besarla en la frente. En esos momentos, necesitaba sentirla ahí, era la única que le mantenía en paz.

La Reina de los Ángeles CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora