#12 Banana

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Al despertar, lo primero que hice fue mirar a mí alrededor, estaba en la cama de la señora Kim y aunque ella no se encontraba a mi lado, sonreí un poco al recordar la noche anterior. Tenía que repetir mi escape.

Me quedé recostada entre las sábanas de la habitación hasta que la mujer apareció, atrayéndome inmediatamente con su sonrisa y su mirada divertida.

— Cariño, el desayuno está listo, es hora de levantarse.

— Aún es temprano— le recordé.

— Sí, pero debes desayunar antes de que regresemos a la casa de tus abuelos, ellos se van a preocupar cuando no te vean— resoplé y giré un poco en la cama.

Jennie se sentó a mi lado y extendió su mano hacia mí, acariciando mi rostro.

— Vamos, linda— depositó un beso en mi mejilla antes de salir de su habitación, dejándome con un suspiro en los labios.

Cuando terminé de desayunar, me llevó a la casa de mis abuelos, donde se encargó de hablar con ellos. No escuché la excusa que dijo, pero al parecer funcionó perfectamente porque incluso mis padres parecían menos preocupados al verme sosteniendo la mano de la señora Kim.

Durante las siguientes horas solo estuve en casa, encerrada y aburrida esperando a que el reloj avanzara más rápido.

El atardecer llegó y aunque quería ir con la mujer antes de tiempo, tenía que esperar a que regresara de trabajar en el establo. Desde mi ventana la había visto llevar el pasto seco al interior de la casa de madera donde se resguardaban los animales del campo durante la noche, acompañada por Bruno.

Terminé de ducharme y busqué con calma la ropa que utilizaría.

Cuando bajé, tuve que estar segura de que nadie me viera y escapé de nuevo como lo había hecho la noche anterior, con la diferencia de que esta vez terminé llamando a la puerta principal de la familia Kim.

Las luces del interior se mezclaban con la claridad que brindaban las lámparas en la parte delantera de la casa, y la noche ya no parecía demasiado oscura.

La linda mujer abrió la puerta y al verme sonrió, apoyando su cuerpo en el umbral.

— Rosé, cariño, ¿qué te dije ayer sobre "escapar de tu casa durante la noche"?

— Uhm...no recuerdo— mentí divertida, enfocando mi mirada en los labios atrayentes de la señora Kim.

— ¿No lo recuerdas? — inquirió con el mismo tono de complicidad.

— No...tal vez debería recordármelo— di un paso hacia adelante y ella mantuvo la posición de su cuerpo en la puerta, mirándome antes de asentir.

— Sólo te lo voy a repetir una vez más, ¿de acuerdo?

— Si— respondí más segura y ella terminó de abrir más la puerta, permitiendo que entrara a su hogar.

Era cómodo estar ahí por muchas razones, aunque ahora mismo, sólo agradecía por tener la libertad de perderme admirando a la señora Jennie.

El movimiento de sus caderas se remarcaba en el ligero vestido azul que llevaba y su voz se escuchaba más animada que en la mañana.

— ¿Quieres acompañarme a preparar la cena?

Después de aceptar su idea, me llevó hacia la cocina, lavando sus manos para comenzar a preparar todo lo que iba a necesitar, observando cómo se dedicaba a cortar las zanahorias en piezas circulares mientras que encendía el fuego para calentar algo en la sartén.

Mi cara estaba apoyada en mis manos, descansando un poco inclinada para ver en un mejor ángulo cada detalle de su cuerpo al moverse en el lugar cerca de mí.

— Sus ojos me recuerdan a las hojas de otoño— Se detuvo para mirarme, con esa sonrisa linda llena de cariño, como si esperara a que continuara hablando. — Y la curva que se dibuja sobre sus labios es cálida...tanto que podría compararla con el sol.

— Cariño... — bajó su mirada un poco tímida, y sus mejillas se ruborizaron con ese tono admirable.

— Me recuerda a lo que usted me dijo ayer sobre los girasoles...y si usted es como los rayos del sol yo sería como la flor que la busca siempre.

Cuando sus ojos se encontraron con los míos solo me dieron tiempo para reaccionar con una sonrisa de regreso, ella se acercó a mí y sus labios se posaron en los míos, como si fuera una mariposa buscando el néctar.

Miré como se alejaba de mí en el siguiente segundo para continuar con la comida.

— Así que... ¿eres mi dulce niña romántica? — Reí bajo y extendí mi mano hacia la cesta con frutas. Mi atención se centró en el color amarillo que contenía el sabor dulce.

— Podría ser... ¿quiere comer un poco conmigo? — hablé mientras comenzaba a retirar la cáscara del plátano antes de dar la primera mordida al fruto, terminando en su mirada que se perdía en lo que estaba haciendo.

— Rosé, ven aquí— Me llamó para acercarme a su lado, pero hoy quería jugar un poco, había estado aburrida todo el día y ahora parecía el momento indicado para que ella se divirtiera conmigo.

— No — respondí, mordiendo otra parte del plátano— Tal vez, usted debería venir— Me acomodé en la silla del desayunador y la señalé con el fruto amarillo. — ¿Quiere? — Ella dejó lo que estaba haciendo y apoyó sus manos en la barra para mirarme.

— Cariño, ¿sabías que hoy te extrañé mucho? — Levanté mis cejas y comí otro poco del plátano— Me gusta que juegues, pero no debes ser desobediente, las niñas malas tienen castigo.

— Yo no soy una niña mala— repliqué.

— Entonces ven aquí— Contuve la respiración al ver como su ropa se ceñía en su delgada figura y sus labios me llamaban, dejando su voz suspendida en el aire.

Me levanté del asiento y caminé lento hacia ella, al verme responder a su petición sonrió y esperó a que llegara cerca de su cuerpo. Levanté el fruto a la altura de sus labios y ella negó con su dedo índice.

— Te llamé porque quiero enseñarte a preparar nuestro postre favorito.

— ¿Besos? — Ella comenzó a reír y mi sonrisa se amplió un poco más.

— Además de besos... la tarta de manzana— Cuando la miré de nuevo, no resistí más, me acerqué a sus labios para besarla con desesperación.











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Están intensos los capítulos que se vienen.

BABYGIRL (Adaptación Chaennie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora