La tarde comenzaba a avanzar, transformándose en una fría y húmeda noche.
Helena miro por la ventana de aquel lugar. Le relajaba el sonido de la lluvia pero eso no quitaría la melancolía que la rodeaba. Escuchar las gotas golpear contra el piso le recordaba la noche en la que murió y despertó en aquel extraño mundo.
Ya había aceptado este hecho tiempo atrás pero aun así no podía acostumbrarse a la totalidad de este lugar y época. Al menos se alegraba de que el sistema no exista en este momento y le ordene hacer algunas cosas.
Era libre en el sentido de tomar sus decisiones.
Los padres de Mei Ling vendrían a verla. Ya habían sido avisados de que por un accidente perdió la memoria y que posteriormente sufrió un accidente en sus manos.
-Si tan solo fueran mis verdaderos padres —Soltó un suspiro que en se enfriaba rápidamente al tener contacto con el frío clima.—
La joven, ahora de cabellos rubios, dejó caer lentamente su cabeza hacia atrás. Como odiaba esas nostálgicas gotas de lluvia. Ahora tenía un recuerdo trágico que agregar a su lista.
-Ese amargado de QiRen de seguro no me va a dejar salir de este lugar —A paso lento, se dirige hacia la tetera que estaba sobre una mesa y así la tocó con cuidado.— Debería de haberla puesto a calentar antes. Pero lo más importante resolver ahora esta situación
Aunque era mejor hablar en su mente Helena prefería usar su voz. No por nada la tenía. Mantenía más sus conversaciones con ella misma que con los desconocidos de aquel mundo.
-Además, ¿Por qué todos tienen una cinta y yo no? También estoy residiendo aquí y no parezco tener una —Toma las suaves almohadas de su cama y las pone en el piso, cerca de la ventana.— ¿Debería tomar una?
La joven siempre veía a todos que portaban una cinta sobre su frente. Los hacía verse tan serios y elegantes, ella quería verse igual.
Tomó la manta que estaba sobre su cama y la llevó a donde anteriormente dejó las almohadas. Acostándose en el frío piso, cerca de aquellas gotas tan frías y tristes.
-No noto diferencia entre el piso y esa cama —Se cobijó, dejando su vista hacia la gran ventana.— ¿Debería pedir que me den una cama más suave?
Ante estas últimas palabras Helena cerró sus ojos y se quedó profundamente dormida.
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Aquellas hojas verdes comenzaban a volverse marrones, mientras las risas de una joven sonaban por el patio de aquella casa.
Lo que más le gustaba a Helena del otoño era el clima, ni tan frío pero tampoco tan caliente. Aunque para la mayoría aquella estación significaba el final de una bella vegetación para aquella joven risueña significaba el comienzo del descanso ambiental.
Los árboles no se preocupaban por mantener verdes aquellas hojas y tampoco en retenerlas sobre sus ramas. Las flores se marchitaban y soltaban sus semillas a sus alrededores. Los pájaros decidían encerrarse en sus casas y protegerse del frío. Simplemente descansaban de haber dado una hermosa vista a la tierra de lo bello de la vida y después se tomaban dos estaciones de descanso.
-Helena, ¿Dónde has dejado tu bufanda? —La vieja voz de una señora se escuchó a o lejos.— Si no te cuidas te inyectare en vez de darte pastillas
-Abuela —La joven dejó soltar un gran suspiró y se acerque a la pequeña llanta que hicieron como columpio con ayuda de unas cuerdas.— Ya la tengo, ya la tengo. No te preocupes —Rodea su cuello con aquella roja tela.—
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Nueva vida después de morir
Ficção CientíficaHelena es una joven de negocios que vive tranquilamente en su departamento. Durante una noche lluviosa, las cosas pasaron tan inesperadamente por una simple y descuidada acción. Cuando muere piensa que es el fin pero al abrir sus ojos observa que es...