El comienzo

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La noche continuaba fría ante la estación presente del año. A pesar de ser otoño el clima había bajado drásticamente por esa misma noche pero aquella chica recostada en su cama no prestó mucha atención, ya que aquellas telas que se superponen la mantenían con el calor suficiente que tanto le gustaba.

Leves golpes comenzaron a percutir la ventana de aquella habitación y todas las que pertenecían a su departamento. Mientras un bufido era soltado por la joven y después lo único que se escuchó fue el movimiento de las telas que, anteriormente cubrían aquel cuerpo, y los descalzos pies de la joven caminando hacia aquella ventana que mostraba el paisaje de la ciudad, comenzando a inundarse por el sonido de la lluvia.

-Creo que será mejor arreglar estas ventanas, antes de que una gran tormenta se avecine a la ciudad —Un pequeño trapo fue puesto en la parte inferior de aquella ventana, para evitar que el agua mojara el interior de la habitación mientras atravesaba los pequeños orificios de aquel cristal.—

Después de unos minutos se dirigió hacia su baño y prendió la luz que iluminó el pequeño espacio que tenía para su aseo personal. Una taza y una regadera, además de el lavamanos y un espejo donde entrenaba sus discursos. La tranquilidad reinaba con el sonido de la lluvia golpeando en su ventana, el frío también comenzaba a hacer presencia en todo el lugar.

Sus ojos encontraron el reflejo de su rostro a través de aquel pequeño pero pulcro espejo.

Unas manos recorrieron el haz de la joven, de la frente hacia abajo, y se detuvieron en su clavícula para después sus manos hacerse unos leves puños. Por alguna extraña razón la lluvia siempre lograba ponerla melancólica, exceptuando cuando su humor era extremadamente alegre y se encuentra con alguien que le haga compañía.

-Que ridículo es esto, será mejor que cene algo y descanse. De seguro si llego tarde a la reunión me reprenderá —Dio media vuelta y se dirigió a la salida de su baño, apagando la luz y cerrando la puerta de este.— Si tan solo mi superior no tuviera rencor contra mi...

Sus pasos se dirigían hacia la pequeña cocina que disponía y abrió uno de los tantos gabinetes que había, encontrando solo una caja de cereales de maíz y sin azúcares. Cuando su abuela le obligaba a comérselos nunca le gusto pero después de un tiempo siguió comprandolos y a veces era sin incorporar leche a su desayuno o cena.

Después de servirse aquel condimento en su plato se fue a sentar en la silla frente su mesa que utilizaba como comedor, donde solo habían dos sillas para que un par se sentara en ellas, un pequeño mantel decoraba la madera oscura y una pequeña flor estaba situada dentro de un pequeño jarrón blanco con detalles azules.

Aquel lugar estaba casi invadido por la oscuridad porque las luces dentro de aquellas paredes estaban totalmente apagadas y solo la iluminación de la gran ciudad, que atravesaba las delgadas cortinas, dejaban ver los objetos y así evitar chocar y tirar algo.

En total silencio un punto fijo había sido observado por unos ojos marrones y, sin saber lo que estaba mirando, se quedó concentrada en las gotas del exterior junto a la brisa fría que lograba recorrer su cuerpo.

Poco después el masticar de aquellos pedazos de cereal comenzaban a combinarse con el relajante y melancólico sonido de la lluvia.

Levantándose de aquella silla se dirigió hacia su habitación, ya habrá otro momento para recoger aquel traste que uso. Al ver que estaba cerca de su cama se arrojó y se dejó caer. Un golpe en el hueso frontal hizo que un dolor inmenso comenzará a recorrer toda su cabeza. Un quejido salió claramente ante aquella reacción y después de varios minutos sus ojos se cerraban lentamente, mientras el dolor de aquel golpe comenzaba a hacerse más fuerte. Si tan solo se hubiera acostado sin necesidad de aventarse.

Nueva vida después de morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora