Dio una respiración profunda y asintió.
Cerró la puerta con llave y se colocó al lado del moreno para caminar y salir del edificio. Tenía que admitir que todavía seguía nervioso, pero ya tenía que salir. Quería salir.
No se alejaron mucho del lugar, de hecho, fueron al mismo parque de la primera vez que hablaron. Horacio comenzó a hablar de lo que había ocurrido estas últimas semanas.
—"¿Enserio te caíste?" —Preguntó divertido.
—¡Si! Fue muy vergonzoso. —Lanzó una risilla y Volkov pensó que era bastante linda. —En mi defensa, era la primera que subía a un escenario, ¡y solo! Luego de tropezar en los escalones se me rompió la guitarra. —El ruso abrió los ojos sorprendido y a la vez divertido. Horacio no pudo evitar reirse fuerte al ver su reacción.
Desde lejos podía verse solo a dos hombres juntos paseando y charlando felices. Como si fuesen personas normales, con un pasado normal. Como si fuesen amigos de toda la vida y estaban acostumbrados a eso.
Pero en realidad, cada uno de ellos tenía algo que ocultar, algo que les avergonzara o algo que les cambió por completo.
Detrás de esas sonrisas había dolor.
Luego de un tiempo caminando, se toparon con un pequeño puesto de helados, así que Horacio tomó su mano y los llevó hacía allí.
—¡Vamos! —Sonrió y Volkov no pudo hacer nada ante esa sonrisa. —¿Te gusta el helado?
El ruso frunció el ceño y pensó su respuesta. La verdad es que hace años que no tomaba helado, muchisimos años. No era mucho de dulces así que simplemente no comía nada de ese estilo.
—"Hace mucho no tomo helado."
—Oh, pues si quieres, seguimos caminando y listo. —Murmuró con un poco de vergüenza. Sabía que no tenía que hacerle caso a Gustabo. En respuesta a eso, Volkov negó con la cabeza.
—"Vamos a por el helado." —El moreno le regaló una sonrisa y se adelantó para llegar antes al puesto
Por primera vez en años, se pudo apreciar una pequeña sonrisa en la cara del ruso. Se acercó a pasos lentos hacia el de cresta y esperó junto a él su turno. Cuando llegó el momento de pedir, Volkov se quedó mirando el panel que decía todos los sabores.
¿Cuál tenía que elegir? ¿Coco? ¿Chocolate? ¿Qué carajos era stracciatella? Rápidamente se agobió al no saber cual elegir. No quería quedar mal rechazando a Horacio.
—"No sé." —Dijo finalmente mirando con una pizca de vergüenza. —"¿Puedes elegir tú?" —Preguntó y el moreno le dio una sonrisa tranquilizadora. El muchacho debía dejar de sonreír o el ruso caería en ella.
—"Claro, no te preocupes." —Le respondió del mismo modo. Se dio vuelta y le habló a la muchacha que estaba detrás del puesto. —Deme uno de menta y chocolate, y otro de... —Se giró y lo miró levemente al hombre, como si lo estuviese analizando. —Otro de vainilla.
El albino hizo un amago de sacar su billetera pero el moreno tomó su mano deteniendo su acción.
—"Yo pago." —No sabía porque le estaba hablando solo en lengua de señas pero se sentía bien al ver que solo ellos dos podían entenderse.
Unos minutos después, ambos hombres tenían sus helados. Horacio con un cono de dos sabores y Volkov con helado en vaso.
—Elegí vainilla porque es un sabor clásico y aburrido. —El más alto alzó una ceja curioso ante lo que dijo el muchacho. —¡No es porque tú seas aburrido! —Aclaró rapidamente riendo nervioso. —Sino que pensé que a ti te gustan más las cosas saladas y creí que no sería buena idea que probaras un sabor super extraño.
Volkov se quedó pensativo al escuchar su lógica y le dió la razón a Horacio. Tomó la pequeña cuchara y probó su helado. El contrario lo observó expectante y cuando vio que el más alto dio otra cucharada al helado, sonrió tranquilo. Al final no la había cagado.
Caminaron por un buen rato más hasta que decidieron sentarse en un banco con vista al lago.
Horacio se sentó en el lado derecho, como ya era costumbre y subió una pierna para apoyar su brazo. Giró la cabeza para ver al hombre que hacía su corazón desbocarse.
Ambos quedaron en completo silencio observando el paisaje.
—¿Sabes? Me encanta todo esto, quiero decir, el sonido de la naturaleza, el agua, los patos. Es tan relajante que me pasaría horas aquí sentado solamente escuchando. —Volkov lo miró con atención notando algunos detalles de su rostro, como aquel lunar que tenía en la mejilla. —Con los años, aprendí a apreciar el sonido y a quererlo. Si puedo escuchar, significa estoy bien. El silencio lo considero como algo malo.
—"¿Es...?" —Volkov detuvo su movimiento de mano pensando en preguntarle o no. Como si estuviese leyendo su mente, Horacio asintió levemente con una sonrisa comprensiva. —"¿...por tu oído? "
—Si. —Afirmó llevando la cuchara llena de helado a su boca. No parecía incómodo con el tema. —No es tan interesante. —Admitió en voz alta sacando su cabello que había crecido bastante de su oreja, dejando ver el auricular. —Cuando era pequeño tuve Otitis, una enfermedad muy común en bebés. Cuando me diagnosticaron eso, digamos que ya era un poco tarde. —Suspiró mirando el helado que poco a poco iba derritiéndose. —Mi madre decía que ya no escuchaba, me llamaban pero mi oído izquierdo no funcionaba del todo bien. Luego de una operación y mucho tiempo de recuperación, las secuelas no tardaron en llegar.
—"¿A qué edad?" —Preguntó interesado en él.
—Mmm... yo diría que a los cuatro años. Imagina a esa edad perder gran parte de tu audición. —Una sonrisa triste se cruzó en el rostro del menor y Volkov no pudo evitar pensar en querer darle algún tipo de apoyo. —Mi niñez fue bastante difícil y ni hablar de mi adolescencia. Mucha gente me molestó por llevar un auricular, ¿sabes? —Abrió los ojos con sorpresa. ¿Cómo era posible que la gente fuera tan cruel por una cosa como esa? —Por suerte, me encontré a mi amigo que me ayudaría a seguir adelante.
Quedaron en un completo silencio después de su relato. Los patos chapoteaban en el lago y algunos niños reían mientras jugaban.
—"Eres muy fuerte." —Comentó el ruso de la nada y Horacio tardó un poco en entenderlo pero su sonrojo fue igual de intenso.
—Oh... si, quiero decir, ¡gracias! —El nerviosismo del moreno se notaba a leguas y Volkov no pudo evitar soltar una pequeña risa silencia. Horacio quedó anodadado y totalmente hechizado con esa acción. —Yo... ¿Y-y que hay de tí?
—"¿De mí?" —Preguntó extrañado ante ese giro de tema.
—¡Si! No se... ¿tal vez alguna anécdota de tu pasado? ¿algo que has hecho en estas últimas semanas? ¿tu libro favorito? Siento que siempre hablo yo y no te dejo expresarte. —Habló rápidamente con nerviosismo.
El albino pensó su respuesta por unos segundos y cuando se decidió por una, sus manos se enredaron entre ellas. Quería contarle lo que había hecho en los últimos días o hablarle de su gata pero no sabía como decirlo. Solo sabía cosas muy básicas de la lengua de señas y ahora mismo sentía mucha impotencia.
—"Yo... no sé como decirlo."
—¿No sabes decirlo en señas? —Preguntó extrañado mirándolo a la cara. Volkov negó con la cabeza avergonzado apretando sus puños. —No te preocupes, siempre hay tiempo para aprender. —Dio pequeñas palmadas en la pierna del albino de forma renconfortante. —Si quieres, yo puedo enseñarte lo que sé. Después de todo, lo sé desde pequeño. —Rió suavemente.
El más alto asintió lentamente pensativo. Tal vez no era tan mala idea volver a aprender. Horacio parecía una persona paciente que en ningún momento lo presionaria.
Luego de terminar de tomar los helados, decidieron volver cada uno a su casa. El moreno prefirió acompañarlo a su edificio y ahí despedirse con mayor comodidad.
Ese día, Volkov supo dos cosas. Primero, que no saldría de su casa por un buen tiempo ya que había terminado agotado. Y segundo, cuando Horacio le sonrió por última vez, se dio cuenta que no había vuelta atrás.
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A silence between us | Volkacio
RomanceEl silencio puede ser muchas cosas. Puede ser asfixiante, incómodo o incluso maravilloso. Para Volkov, el silencio fue su forma de protegerse de todos a su alrededor luego de lo que había pasado. Aunque no tuvo previsto que alguien pudiese romper s...