Capítulo 11

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Viktor había dormido de maravilla aquella noche.

No sabía separado ni un segundo del moreno. Era tan cálido y tranquilizante estar junto a él. Esa noche supo que le gustaba poner su cabeza en su pecho y escuchar sus latidos para saber que no estaba solo.

Abrió los ojos lentamente pero se quejó al sentir un gran dolor en su ojo izquierdo. No lo podía abrir siquiera.

De repente recordó lo que ocurrió anoche. Llevó una mano a su garganta y su mirada fue a ningún punto en concreto. Había hablado.

Quiso intentar de nuevo pero le salió una voz rota y ronca. Ni siquiera se parecía a la que él recordaba. Siguió tratando de hablar pero le comenzó a doler la garganta.

Escuchó unos pasos acercarse y se encontró con Horacio con una bandeja en sus manos.

—¿Ya estás mejor? —Preguntó dejando la bandeja en la mesilla. Él solo asintió y quiso hablar pero el contrario lo interrumpió sentándose a su lado.

—Primero toma esto, ¿Si? —Le tendió la taza. —Es té con miel, para tu garganta. —Explicó brevemente recogiendo sus piernas para sentarse más cómodo en la cama.

Viktor hizo una mueca de asco al probarla. No le gustaba. Aquello hizo que el moreno se carcajeara.

—"Es muy feo." —Replicó el albino queriendo dejar de la taza pero el de cresta le decía que debía tomarla.

—Vamos, te ayudará un poco con la voz. —Aunque lo había dicho sin mala intención pero pronto se dio cuenta de lo dicho. Desvió la mirada avergonzado.

Un silencio incómodo llenó la habitación. Horacio no quería decirle nada aunque quisiese saber la verdad.

—"Me secuestraron." —Soltó dejando en la mesilla la taza. —"Fue en invierno."

Se sentía listo para contarle su historia por fin.

Levantó su mirada para buscar aquellos ojos levemente diferentes que amaba. Él lo observaba con atención. En forma apoyo, llevó su mano a su pierna para acariciarla con suavidad.

Sabiendo que tenía su total atención y lo dejaría hablar, continuó con su relato.

Decidió saltear los detalles de tortura, sabía que no podría decirlo. Cuando hizo una pequeña pausa, se dió cuenta que el moreno sollozaba suave.

—No… no te mereces lo que ocurrió. —Dijo sorbiendo su nariz, aún las lágrimas no caían.  —Es totalmente injusto que te pase a ti y que luego te traten así.

Horacio tenía muchos sentimientos. Tristeza, preocupación, odio y furia. Los dos últimos eran por culpa de ese tal Conway.

Ni siquiera lo conocía pero lo odiaba con toda su alma por ser una persona tan… horrible.

—¿Enserio te dijo todo eso? —Preguntó en un hilo de voz. Él solo asintió desviando la mirada del moreno.

Estaba avergonzado y con ganas de llorar al hablarle por primera vez a alguien más sobre lo que le ocurrió. Tenía mucho miedo de que reaccionara igual que Conway y que fuese verdad lo que él decía.

—Viktor. —Lo llamó haciendo que lo mirara a los ojos. —Jamás. Nunca pienses que eres inútil. Todo lo que dijo es pura mentira porque eres la persona más increíble y fuerte que he conocido. —Tomó con delicadeza su rostro. —Eres perfecto tal como eres y no hace falta que alguien te lo diga.

¿Por qué?

¿Por qué le decía aquellas cosas tan lindas cuando no se las merecía?

Ni siquiera merecía tener a alguien como Horacio a su lado.

Pero lo amaba demasiado para separarlo de él.

Él solo asintió sin saber que decir al respecto. El moreno entendía aquel asentimiento así que le pidió que siguiera con la historia.

Le contó todo. Absolutamente todo. Desde las noches de insomnio debido al miedo a despertar en aquella horrenda habitación desde las sesiones que odiaba por que no podía hablar aunque lo intentara de veces.

—¿Dejaste la terapia? —Preguntó sorprendido.

—"Eran una pesadilla." —Respondió con simpleza. —"Odiaba despertar para tener las mismas sesiones que no ayudaban."

—¿Por cuánto tiempo fuiste?

—"Unos meses." —Desvió su mirada avergonzado. No quería ver aquellos ojos llenos de decepción. —"¡Pero gracias a ti me siento mejor!"

Sonrió levemente. Horacio se sentía halagado de que su pareja se sintiese bien a su lado.

Pero había algo mal.

—Vik. —Tomó sus manos y las dejó entrelazadas en su regazo. —Sé qué crees que está bien que te sientas bien a mi lado, ¡Y lo está!  —Explicó con voz suave para que el ruso no se alterara. —El problema es que yo puedo hacerte sentir bien y cómodo pero no será permanente.

El albino no entendía a que se refería. Como si le leyera la mente, continuó hablando.

—Lo que quiero decir es que necesitas regresar a un psicólogo porque yo no puedo ayudarte de esta forma. —Terminó de decir y Volkov comenzó a negar la cabeza separándose de él. —¡Vik, escúchame por favor! —Se levantaron de la cama y Horacio lo siguió hasta la cocina. Una vez ahí lo tomó del hombro para que pare.

—¡Me abandonarás como ellos! —Exclamó gritando.

El moreno se congeló en su lugar abriendo los ojos de la sorpresa. Sin pensarlo, lo envolvió en sus brazos en un abrazo.

—Jamás te abandonaré. —Susurró dolido.—Pero de verdad debes volver. Y cuando juntes el valor de ir, yo estaré a tu lado. —Lo separó y pudo ver como sus ojos grises se habían cristalizado. —Te amo mucho pero, aunque quisiera, no soy un profesional para ayudarte. Yo solo puedo apoyarte cada día de mi vida.

Con aquellas palabras, Viktor se rompió finalmente. Una lágrima cayó seguida de otra y otra, hasta que comenzó a sollozar. Escondió su rostro en su cuello y Horacio lo guió hasta el sofá.

Una vez ahí, Volkov se acurrucó en su cuerpo y lloró. Lloró por su pasado, lloró por los insultos que recibió, lloró por la frustración de no hablar, lloró de lo que tuvo que aguantar por un año, lloró porque no merecía a Horacio.

Simplemente lloró mientras que el moreno le cantaba y le hablaba suavemente prometiendo estar a su lado.

Y él le creyó cada palabra.

Porque lo amaba.

A silence between us | VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora