Capítulo 3

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¿¡Por qué le había guiñado!?

Luego de haber terminado de cantar, pudo notar como el albino salía del bar.

Sintió un pequeño nudo en su pecho.

Cantó un par de canciones más y se despidió del público. Bajó del escenario cansado.

Una vez en el pequeño camerino, se sentó en la silla que había en frente del espejo. Emilio abrió la puerta con una mirada curiosa.

—Oye, ¿se te metió algo en el ojo? Es que cuando estabas arriba hiciste algo raro con la cara.

Escondió su rostro entre sus manos totalmente avergonzado. ¿Tan mal guiñaba? No podía creer que habia hecho el ridículo... otra vez.

—No tenía nada en los ojos, solo... —Tenía mucha vergüenza encima y no podía terminar lo que quería decir.

—¿Sólo?

—Solo estaba guiñándole el ojo a alguien. —Murmuró rápidamente encogiéndose en su lugar.

El silencio llenó el lugar, pero fue rápidamente reemplazado por una sonora carcajada.

—¿¡Cómo guiñas así!? —Preguntó el mexicano con estruendosas risas. —¡Que parecia que te habían tirado algo al ojo! —Se abrazó a si mismo mientras seguía riendo.

—Oh Dios, no me lo recuerdes. —Susurró con las mejillas rojas.

—¿A quién le hiciste ojitos? ¿A la pelirroja? —Él negó con la cabeza mientras se levantaba de su asiento. —¡Pues dime quién! ¿al albino? — Horacio se quedó callado y desvió la mirada. —Oh, no me digas que fue a ese armario.

—¡Oh, ya basta! —Le empujó fuera del camerino y le cerró la puerta en la cara.

—¡Esto no queda así punk! Ya me contaras mejor mañana. —Le gritó divertido mientras se iba alejando. Él solo suspiró cansado volviendo a sus pensamientos sobre el ruso.

Seguro le había molestado aquella acción y por esa razón se fue de ahí rápidamente, sin explicación alguna.

Aunque luego pensó que ya no lo volvería a ver, después de todo, solo era un cliente más. Tampoco tenía su número.

Salió y cerró la puerta del camerino para volver a su casa.

...

Al día siguiente Emilio ya le había contado a Gustabo y a su hermano
todo lo que había ocurrido.

Todos estaban en casa del rubio que todavía estaba enfermo. El de cresta cambió el paño que tenía en su frente a otro.

—Así que, ¿le coqueteaste al ruso ese? —Preguntó con voz ronca y resfriada. Tenía los ojos cerrados y estaba a punto de dormirse pero quería saber lo que había ocurrido.

—No estuve coqueteando con él. Ya sabes como soy. —Le respondió en un tono de voz bajo para no romper el silencio. Se sentó en la orilla de su cama mientras lo observaba. —Hablé con él por un rato y todo parecía ir bien, pero luego se fue sin más.

—No te preocupes por eso que ya en una semana te olvidarás. —Murmuró con una sonrisa cansada. —Ahora déjame dormir que estoy reventado.

Él sólo sonrió y buscó otra manta para colocársela encima del rubio.

Tal vez tenía razón.

...

Por fin había terminado de leer ese infinito informe. Ya no podía más.

A silence between us | VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora