Los pocos pájaros que habitaban la ciudad comenzaban a cantar y eso era para Mickey la alarma natural de que un nuevo día comenzaba. Dando muchas vueltas en sus sabanas y admirando la mancha de humedad que había en su techo se dispuso a por fin levantarse, las demoras no iban con él pero las mañanas tampoco. El piso de la habitación estaba frío, como lo estaba en realidad todo el mes de julio y donde el único calor que encontraba era en aquella bolsa de agua vieja y un poco desgastada que colocaba en el borde de su cama.
Procedió a ponerse los zapatos, sin olvidarse antes de colocarse su tan preciado uniforme azul que llevaba consigo el poder de su cargo. Sus pasos hacia la cocina eran pesados, sus pies casi ni eran levantados de la superficie donde pisaba a causa del sueño que lo acompañaba. Como pudo y siguiendo con su rutina, comenzó a prepararse su café; mientras la cafetera hacía su trabajo y el aroma se esparcía por toda la casa sacó algunos panes de la bolsa y colocándoles una feta de jamón y otra de queso en el medio, los guardó en un tupper, ese sería su almuerzo, el mismo que hace años. El aparato sonó y supo que su bebida ya estaba lista, la colocó en un vaso y también la guardó ahora en su mochila. Antes de irse se dirigió al baño para lavarse los dientes y la cara, una forma de despertarse para muchos, pero la verdad era que a él no le funcionaba, aún así lo seguía intentando. Cuando se vio al espejo solo pudo recalcar el tamaño de sus ojeras y como de hinchada estaban sus mejillas, el día de ayer lo había dejado exhausto. Todos los días lo dejaban exhausto, pero ahí seguía, en honor a su familia.
Pensar en su vida a la mañana lo aburría, pensar en el trabajo también, no había nada que lo motivara. Excepto pintar, su pasatiempo prohibido y adorado al cual le dedicaba pocas horas del fin de semanas y a veces hasta nada, pero es que eso no era para él (o bueno eso se solía repetir cuando pensaba en su vida como un gran artista), lo suyo era cuidar de los ciudadanos y demostrar en ese edificio de policías quién era el que mandaba, aunque eso también últimamente le aburría. Borró todos aquellos pensamientos, se miró con otra cara y repitió cuantas veces pudo que todo lo hacía por amor, por amor a su sangre.
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Herencia maldita;Gallavich
FanfictionMickey Milkovich es el jefe de policía más respetado de la ciudad, nadie jamás se atrevería a pensar distinto que él. Lleva su cargo con orgullo y como una tradición familiar que comenzó con su abuelo que murió trabajando. Pero qué pasa si un día ll...