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El señor castor nos contó haber sospechado de Edmund cuando se quedó mucho tiempo mirando las colinas, que posiblemente ayer cuando estuvo en Narnia la Bruja Blanca le mintiera o engatusara para que fuera con él. Edmund corría peligro, así que nos vimos en la noche subiendo una montaña para ir a buscarle, cuando llegamos a lo alto vimos el castillo.

-¡Edmund!- gritó Lucy a pleno pulmón.
-Shhh, que os van a oír- dijo el castor, Peter corrió pero este le agarró el brazo- ¡No!
-Suéltame- gritó el rubio.
-Se lo estáis poniendo en bandeja- se quejó.
-No podemos dejar que se vaya- le dijo Susan.
-Es nuestro hermano- continuó Lucy.
-¡Es el cebo! La bruja os quiere a los cuatro- nos explicó.
-¿Por qué?- preguntó Peter.
-Para que no se cumpla la profecía ¡Para mataros!- nos miramos, luego al castillo.
-¡Todo esto es por tu culpa!- gritó Susan de pronto.
-¿Mi culpa?- se giró a enfrentarla.
-Todo esto no habría pasado si me hubieras hecho caso desde el principio- le explicó.
-Claro como que tu sabias lo que iba a pasar- le dijo con rabia, miré a Lucy.
-Yo no sabia que iba a pasar. Por eso debimos irnos cuando estábamos a tiempo- gritó.
-¡Parad ya!- gritó Lucy- así no vamos a ayudar a Edmund.
-Tiene razón- habló el castor- ahora solo Aslan puede ayudar a vuestro hermano.
-Pues llévanos hasta él- le pidió Peter.
-Bien, pero tendremos que darnos prisa- dijo y comenzó a trotar cuesta abajo.

Seguimos su paso colina abajo, cuando íbamos por la mitad escuché un ligero ruido, como el castor predijo, al llegar a su casa esperó al último y cerró la puerta con seguro tras él.

-¡Rápido, vendrán a por nosotros!- dijo alterado.
-Oh, está bien- dijo su mujer, se acercó a la despensa y comenzó a coger comida- de acuerdo.
-¿Qué esta haciendo?- preguntó Peter y su marido solo rodó los ojos y se llevó la mano a la cara.
-Luego me lo agradeceréis, es un viaje muy largo y aquí presente el castor se altera un poco cuando tiene hambre- dijo y Susan la ayudó para ir más rápido.
-¡Ya estoy alterado!- se quejó.
-¿Necesitaremos la mermelada?- preguntó Susan.
-Solo si la bruja nos pone tostadas- dijo Peter.
-O los lobos nos untan con ella- dije mirando por la ventana.
-¡No!- la señora castora se asustó al ver que penetraban la casa.
-Vamos- dijo el castor y tiró de mi brazo, le dio a Peter una antorcha y nos iluminó un hoyo subterráneo- venga, venga- entró él primero yo fui la última para proteger a Lucy.
-Tejón y yo lo escavamos, va a parar a su casa- nos explicó el castor.
-Me dijiste que llegaba a la iglesia- le replicó la castora, Lucy se calló.
-¡Lucy!- la ayudé a levantarse, todos paramos para escuchar.
-Están en el túnel- dijo la pequeña.
-Rápido entonces, por aquí- volvió a correr.
-¡De prisa! Corred- la fila volvió a parar, nos encontramos con una pared- debiste haberte traído un mapa.
-¡Es que no cabía con la mermelada!- le replicó y dio la vuelta entre nuestros pies yendo yo ahora la primera.

Llegamos arriba y el cielo cada vez era más oscuro y el aire más frió Peter y el castor taparon la salida del túnel con un barril, Lucy cayó sobre un montón de lo que parecían piedras, pero al ver la silueta de un tejón, en este caso el mejor amigo de el castor, supimos que eran estatuas. Los propietarios de las cuatro casas que estaban continuas estaban petrificados.

-Eso les pasa a los que se interponen a la bruja- dijo alguien, un zorro.
-Un solo paso más traidor- le amenazó el castor- y te hago picadillo.
-No te alteres, soy de los buenos- le dijo y se me quedó mirando.
-¿Si? Pues mucha pinta de buen no tienes- le dijo este.
-La dama de cabellos rojizos- me dijo y le sonreí sin saber que decir.
-Exacto- dijo el castor, el zorro una pequeña reverencia ante mi.
-Dejando a un lado mis genes, ahora hay que largarse- dijo el zorro y se escucharon ladridos cercanos.
-¿Tienes algún plan?- le preguntó Peter.

Los lobos estaban muy cerca, trepamos a un árbol viendo como los lobos llegaban, interrogaron al zorro sobre nosotros, le mordieron y amenazaron hasta que al final les mintió diciéndoles que habíamos huido al norte. Cuando fue seguro bajamos y encendimos una hoguera ya que oficialmente había anochecido.

𝐋𝐨𝐬 𝐡𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧𝐨𝐬 𝐲 𝐥𝐚 𝐝𝐚𝐦𝐚-𝐄𝐝𝐦𝐮𝐧𝐝 𝐏𝐞𝐯𝐞𝐧𝐬𝐢𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora