Dias en Narnia: El beso

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Tres años desde la llegada a Narnia.

Nuestra vida se había vuelto más sólida tras ser un poco más mayores, todos los días por la mañana Peter se iba a practicar con Oreius todo lo necesario para ser un guerrero y luego se marchaba un par de horas a investigar la zona y saber manejarse por las calles y bosques de Narnia, más tarde se encargaría de sus labores como Rey Monarca y trataría con su pueblo. Susan practicaba tiro con arco y se pasaba numerosas horas leyendo libros narnianos o hablando con los seres más sabios para saberlo todo de este lugar, también atendía a las obligaciones del día a día en caso de que Peter no estuviera. Edmund y yo íbamos a entrenar juntos pues aspirábamos al mismo nivel de guerrero, Borlton y otros guerreros nos enseñaban a pelear con todo tipo de armas, en mi caso también me ayudaban con el uso de mi lazo, practicábamos galopar los caballos y hacer ambas cosas al mismo tiempo; después de nuestras prácticas no teníamos nada que hacer por qué Edmund al ser segundo Rey no tiene mucho que atender y yo ni reina soy. Lucy también mantenía su día ocupada, durante toda la mañana el señor Tummus y los castores le daban clase a Lucy para completar su educación, y cuando no estaba en clase la chica se las manejaba para estar ocupada haciendo coronas de flores, cosiendo vestidos y telas o jugueteando por todo el castillo.

Hoy era un día especial, al parecer un lobo había estado robando comida de otras casas del pueblo, y hoy se llevaría a cabo un pequeño juicio sobre ello. Todos nos vestimos adecuadamente y la seguridad entró a nuestros lados, luego entraron los denunciantes y por último el lobo en concreto.

-Buenos días pueblo, no estoy orgulloso de tener que mantener un juicio por los malos actos de uno de nuestros narnianos- habló Peter desde su trono- pero como velamos por vuestra seguridad, queremos vuestra justicia.
-Ahora Prissy rodeará a cada uno de los hablantes con su Lazo de la Verdad para que todo lo que se diga aquí sea verdad y puramente verdad- añadió Susan y me puse en pie.
-Yo primero- dijo una tejona y la rodeé con mi lazo- la semana pasada hice unos pasteles de arándanos para compartir con mi marido, los deje reposar en mi cocina durante la noche para tenerlos frescos, pero a la mañana siguiente ya no estaban y en la salida de mi casa había huellas de canino- mi lazo se iluminó indicando que sus palabras eran ciertas.
-Vale, siguiente- fui al siguiente y este comenzó a hablar.
-Yo había montado una celebración de cumpleaños para mi hijo antes de ayer, lo tenía todo preparado pero al llegar el momento alguien se había llevado los regalos y la comida, no había huellas pero si marcas de garras- se explico y de nuevo mi lazo me confirmó la verdad.
-Esta bien ¿cómo llegasteis vosotros a la conclusión de que estos actos eran de este lobo aquí presente?- habló Edmund llegando a la parte importante.
-Fue gracias a mi- habló el zorro y extendió su pata aceptando mi lazo- todos sabemos que los lobos no siempre han sido los más leales así que los tuve en mente cuando me contaron esta serie de robos, pregunté por ahí y también pensaban como yo, así que le estuve siguiendo y aproveché los momentos que tenía las puertas y ventanas abiertas para encontrarme con algunos regalos perdidos y rastros de pastel de arándanos en la casa.
-Vale, muchas gracias- le dijo Peter y le solté- Cornelius el lobo, ¿confirmas o niegas estas acusaciones que tienen un testigo?
-Lo niego- hablo y el lazo que le rodeaba no se iluminó, en cambio se apretó más contra el cuerpo de la criatura.
-¡Mentira!- dije yo.
-¿Fuiste o no fuiste tú? Di la verdad- insistió Edmund.
-Sí fui yo- exclamó y el lazo se iluminó.
-Entonces yo, Edmund El Justo, te declaro culpable por el robo a estas dos criaturas- sentenció Edmund de pie frente a su trono. Los otros narnianos celebraron.
-Pasarás dos noches en el calabozo, mañana devolverás lo robado y tu casa quedará vigilada hasta nueva orden- le castigó Peter y uno de los guardias agarró al lobo- se terminó el juicio, podéis retiraros.
-Muchas gracias, larga vida a los reyes y la dama- dijeron todos y se fueron.

También nos fuimos del lugar para dejar que se llevarán al lobo. Por mucho que no quieran ser malvados y unirse al pueblo narniano, siempre hay algún que otro que hace cosas que no debe.

𝐋𝐨𝐬 𝐡𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧𝐨𝐬 𝐲 𝐥𝐚 𝐝𝐚𝐦𝐚-𝐄𝐝𝐦𝐮𝐧𝐝 𝐏𝐞𝐯𝐞𝐧𝐬𝐢𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora