Días en Narnia: Para siempre

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10 años desde la llegada a Narnia

Edmund y yo confesamos nuestro amor a los 16 años, y desde entonces soy la chica más feliz del mundo Edmund era tan dulce y paciente conmigo, realmente era divertido, no ha habido un día que no me haya hecho reír, cuando nadie nos ve es cariñoso y detallista. Obviamente tuvimos nuestros altos y bajos por que él es un cabezota y cuando nos peleamos nos decimos cosas feas sin creerlo de verdad, pero ahora tenemos 23 años y hemos aprendido a luchar contra nuestras diferencias para ser una pareja mejor.

Edmund y Susan fueron de visita a Calormene, un reino cercano, en busca de alianza, incluso el hijo del Rey iba a cortejar a Susan y volverían a Narnia acompañados. Yo me fui con Lucy a Archenland otro reino al sur de Narnia para informarles de nuestro esfuerzo para estar en buenos términos con Calormene que más de una vez quiso atacar a los habitantes del reino Archenland, también Lucy se presentó en sociedad como mujer soltera.

Una gran aventura nos esperaba en nuestros viajes por separado, por lo que, una vez volvimos todos los Pevensie y yo a encontrarnos en Cair Paravel me sentí tranquila y agradecida con mi hogar. Esa misma noche Edmund yo teníamos planeada una cita romántica en el lago donde nos dimos nuestro primer beso, dimos el paseo en caballo mientras nos contábamos lo sucedido en nuestros respectivos viajes.

-Cierra los ojos, tengo una sorpresa para ti- dijo mientras me tapaba los ojos con una cinta.
-¿Cómo? ¿El qué?- le pregunté dejándome guiar entre los árboles a ciegas.
-Ahora verás- murmuró concentrado y paramos, soltó la cinta- ya puedes.

Justo frente al lado había un gran mantel de seda con velas y bebidas, Edmund me había preparado un picnic con las vistas al agua y el cielo estrellado.

-Es precioso, vaya, me encanta- me lancé a los brazos de mi novio- eres el mejor, te quiero.
-Yo te quiero más- dijo, como siempre y ambos sonreímos- hay algo más.
-¿Qué?- pregunté soltándome de el abrazo.

Él se separó un poco de mientras rebuscaba en su bolsillo, entonces se arrodilló frente a mi y abrió una cajita con un anillo bañado en plata y una piedra esmeralda sobresaliendo, era lo más bonito que había visto.

-Priscila Lincoln, Prissy, la guerrera, mi dama, futura reina, amor mío ¿me harías el hombre más feliz del mundo y me concederías el honor de ser mi esposa?- me propuso mientras las lagrimas se escapaban de mis ojos.
-¡Si! ¡Si, claro que si! Si, Edmund Pevensie, te quiero tanto- acepté y este me puso el anillo en el dedo anular.
-Ven aquí- se aferró a mi cintura y me besó con deseo dejando que las sonrisas se escapen entre beso y beso- ¿te casas conmigo?- dijo sin dejar de besarme.
-Me casaré contigo- repetí completamente llena de amor.

6 meses más tarde

Habitantes de todos los lugares de Narnia, todos los países, reinos y especies se reunieron en Cair Paravel para presenciar mi juramento de amor por Edmund, en la misma sala donde fuimos coronados reyes se celebraría la boda en unos pocos minutos, el señor Tumnus era el encargado de la música y entretenía a los invitados ya sentados en sus asientos, los cuales yo observaba por la rendija de la puerta con nerviosismo.

-Se te acabará estropeando el atuendo- me regañó Susan tirando de mis hombros para que dejara de doblarme y pegar la cara a la puerta.

Unos enanos me habían creado mi vestido a mano tal y como yo lo quise, se trataba de un vestido largo y sencillo de tubo recto y las mangas caídas por los hombros, mi cabello rojizo estaba recogido en un moño con muchas trenzas y mi tiara de Dama de Narnia, todas mis joyas eran de esmeralda y en mis manos tenía un ramo de esas mismas flores esmeralda.

Por la otra puerta entró Edmund en un traje típico suyo azul oscuro casi negro y su corona de rey, fue acompañado por Susan y Lucy cada una agarrada a él por un brazo una vez en el altar Edmund paró en su lugar mirando hacia mi puerta. Era mi turno.

-¿Estás lista?- me preguntó Peter ofreciéndome su brazo para que me agarrara a él.
-Por supuesto- asentí con una sonrisa.

La puerta se abrió y todos los invitados giraron su cabeza al unísono para mirarme, caminé junto a Peter despacio saludando a todos y admirando lo guapo que estaba Edmund al ritmo de la música; llegué al altar y me solté del brazo de Pete para que esté se fuera con Edmund como su padrino, detrás de mi estaba Lucy como mi dama de honor.

-Eres guapísima- me susurró Eds.
-Tu también estás guapo- le dije con una sonrisa de pura felicidad.

Entre nosotros estaba Aslan, que había venido desde muy lejos para unirnos en santo matrimonio.

-Os podéis sentar- dijo mirando a los invitados- buenas tardes, hoy estamos aquí reunidos para unir en matrimonio eterno a Prissy y Edmund, para celebrar el amor que inunda los prados, lagos y montañas de toda Narnia ¿juráis decir la verdad y decir solamente la verdad que hay en vuestros corazones?
-Lo juro- asentí.
-Lo juro- repitió Edmund.
-Traed las alianzas- exigió el león y rápidamente cruzó el pasillo mi zorro y primer ayudante con una pequeña bolsa en su lomo.
-Gracias- le susurré cogiendo el anillo que sería para mi esposo.
-Bien, pues Rey Edmund: el Justo ¿prometes amar y respetar a Priscila Lincoln, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en este mundo y en otros, y hacer de ella tu esposa?- habló Aslan primero.
-Si quiero, sino mi vida no tendría sentido- Eds aceptó y sentí como si mi corazón estuviera a punto de explotar mientras el encajaba mi anillo en mi dedo anular.
-¿Y tu? Dama Prissy: la Guerrera ¿prometes amar y respetar a Edmund Pevensie, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en este mundo y en otros, y hacer de él tu esposo?- me preguntó ahora a mi.
-Si quiero, estamos hechos para el otro- dije al instante y le puse el anillo.
-Pues yo, Aslan, ¡os declaro marido y mujer!- una vez puestos los anillos, ya estábamos unidos para siempre- puedes besar a la novia.

Edmund dio un paso hacia mí y tomando mi nuca con su mano me inclinó para atrás y me besó como se besa a una novia. Todos aplaudieron y lloraron en celebración. Edmund tomó mi mano preparado para bajarnos del altar y caminar juntos por el pasillo recibiendo felicitaciones mientras nos lanzaban pétalos de flores y arroz.

-Te quiero, mi esposo- dije conectando con sus ojos.
-Yo te quiero más- contestó y corrió a darme un beso.

Imposible, pensé, imposible que lo que dices es verdad, imposible que me quiera más.
Pues estoy locamente enamorada de mi esposo, mi Edmund.

𝐋𝐨𝐬 𝐡𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧𝐨𝐬 𝐲 𝐥𝐚 𝐝𝐚𝐦𝐚-𝐄𝐝𝐦𝐮𝐧𝐝 𝐏𝐞𝐯𝐞𝐧𝐬𝐢𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora