No recordaba que el jardín fuera tan diminuto, quizás era porque estaba corriendo más rápido que de costumbre, en unos pocos segundos ya había alcanzado la fuente de agua. Desconocía exactamente la razón por la que su mirada se había clavado por inercia en aquella estatua, pero sí alcanzó a percatarse de la notoria diferencia que tenía ahora; no se le cruzaba por la cabeza que el sistema de la fuente fuera de esa manera o que la roca se hubiera agrietado tan rápido, a menos que fuera por los temblores. La gárgola además de mantener su característica expresión lúgubre, calcada perfectamente en su rostro, soltaba una cantidad angustiosa de agua por los ojos, dándole una extraña sensación punzante al corazón del pequeño.
- Mamá... mamá, mamá. — Murmuró acelerando cada vez más mientras iba sintiendo aquel malestar en su pecho ir de mal en peor.
Luego de pasar por el portón eléctrico y tropezar dos veces por la acera, finalmente dio una mirada a su alrededor, siendo nada más ni nada menos que un maldito caos. A lo lejos se podía ver como complejos enteros de apartamentos se derrumbaban en llamas, tal como si se tratase de una frágil pirámide de cartas. Los autos chocaban incansablemente entre sí, llevándose por delante incluso a los civiles; incontables niños se hallaban abandonados, desconsolados, y tristemente pocos de ellos eran recogidos por los adultos, dado que en su mayoría sólo se preocupaban por salvarse a sí mismos. Pero lo que más desconcierto le causó fue que, algunas personas no corrían para salvarse, sino para atacar a otros. ¿Cuál era el punto de atacar a los demás cuando la ciudad entera estaba cayendo?
No lo comprendió hasta observar con más esmero que la manera de combatir que tenían era más bestial que humana; no se trataba de asesinar a las personas.Se las devoraban.
No estaba viendo mal.
Esas personas estaban mutilándose entre sí, y no creía posible que esa situación estuviera pasando en su realidad, pero así era. Se suponía que los videojuegos debían quedar como eso, videojuegos.
Todo se veía tan diferente a la pantalla de su tv, tan real...
Podía apreciar, más de lo que debería, lo enfermizas que se veían esas cosas escarbando entre las vísceras de personas aún con vida, revolcándose en su propia agonía.
Su cuerpo se paralizó aterrorizado por unos segundos ante el sufrimiento ajeno, incapaz de reaccionar y hacer algo por ayudarlos. Sus ojitos, repletos de pánico, permanecieron clavados en la morbosa escena frente a él, con una sensación nauseosa ebullendo de la boca de su estómago, casi quemándole. Se hubiera quedado allí seguramente hasta que algo le atacara y asesinara, pero por el contrario, un agudo alarido fue capaz de despertarle de su comprensible shock.Desviando un poco su mirada alcanzó a notar una pequeña figura en el suelo, a poca distancia de él. Un niño, con la mitad de su edad o quizás menos, observaba aquel mismo escenario, específicamente a la persona descuartizada, con sollozos incontrolables y la mente revuelta de horribles emociones. No hacía falta más para comprender lo que ocurría, pero aún así, escuchar al menor llamar a su mamá mientras miraba el cadáver logró hacer que finalmente reaccionara, al mismo tiempo que lo hizo el causante de la muerte, con una expresión insana en su destruido rostro.
Jungkook se percató de ello rápidamente, y en un repentino arranque de adrenalina se impulsó hacia la persona de comportamiento extraño, sin caer en cuenta de que su tonta e imprudente acción podría costarle incluso la vida.
Se sentía un idiota, se maldijo infinitas veces en su mente, no tenía tiempo para andar salvando a gente desconocida, y mucho menos sabiendo que su propia madre estaba desprotegida; pero aún así, allí se encontraba, teniendo la valentía de acercarse lo suficiente al enemigo como para empujarle lejos con la poca fuerza que su cuerpo tenía, y conseguir unos segundos más que sirvieron hasta que se abalanzó sobre el vulnerable niño, le tomó por debajo de sus brazos y salió disparado lo más alejado posible.
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Infected. || TaeKook
FanfictionCreía ser una persona fuerte, pero después de aquel instante, caí en cuenta de que el mundo era el depredador; y yo un mísero conejo.