4. Extravío de sentimientos y colores

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Las cosas no habían cambiado mucho en Stonehall desde los años en los que Jacob solía estudiar allí.

Los pasillos seguían abarrotados por alumnos escandalosos y la universidad estaba llena de vida y alboroto.

Ahora estaba de nuevo acostumbrado a pasar sus mañanas allí, pero ya no lo hacía como estudiante, sino como profesor. Bueno, profesor en prácticas. Pero era parecido, ¿no? Y si lo seguía haciendo tan bien como hasta el momento, pronto podría tener su título de máster y dar clases sin supervisión. Pasito a pasito, así se conseguían las cosas.

Vestía con un chaleco de lana y una camisa por debajo; era lo más elegante que se le ocurría llevar. Llevaba una cartera marrón en la que guardaba todos los apuntes e información necesaria para sus clases, al igual que un par de libros para recomendar a sus alumnos. Es verdad que no era el profesor más asertivo del mundo, y a veces sus alumnos le llamaban la atención por enfrascarse demasiado o perder consciencia del mundo. Pero, aún así, disfrutaba enseñando, y eso era lo que importaba.

Siguió su rutina de costumbre; tras terminar las clases, se dirigió a la cafetería para comer y poder volver luego a casa tranquilamente. La comida en el comedor de la universidad era barata y estaba bastante rica, por lo que merecía la pena. Además, Dante no solía volver a casa a comer, menos en los últimos días donde su relación se había vuelto tan tensa.

Jacob no podía parar de darle vueltas a todo. ¿Estaba siendo muy duro con su novio? Quizá Dante tenía razón; no sabía darle su espacio. Sin embargo, era normal, llegado un punto en el que Dante pasaba casi todo el tiempo fuera de casa y no se dejaba ver hasta la madrugada. Vale, sí, lo solía invitar, pero ese no era el rollo de Jacob. Él era de Netflix y mantita, no de fiesta todos los días perdiéndose por la ciudad. Lo que estaba claro era que no podían seguir así. Cuando llegara a casa hablaría con él, esta vez desde la calma y la madurez. Era un bache más, lo superarían.

—Pero, pero, ¿a quién tenemos aquí? —Una voz ya conocida lo sobresaltó a sus espaldas, y se giró con la ya acostumbrada sonrisa cordial.

—Ey, ¿qué pasa, Mason?

—Nada nuevo, los de primero siguen comportándose como niños de primaria, pero ya crecerán cuando vean las notas.

—Anda, anda, no seas tan duro.

—Bah, al final me cogerán cariño —Ambos comenzaron a servirse la comida mientras mantenían su conversación habitual.

Si a Jacob le hubieran dicho hace unos años que cogería la costumbre de comer gran parte de los viernes con Mason en la cafetería de la universidad, no se lo hubiera creído. Después de todo, no terminaron especialmente bien después de que Mason lo sacara forzadamente del armario y lo dejara en ridículo frente a toda la universidad. Sin embargo, la vida siempre tomaba tornas inesperadas, y Jacob nunca había sido una persona rencorosa. Apoyó y ayudó a Mason y a Thomas con la mudanza, y se esforzó en mantener una relación cordial con el mayor a favor de su hermano. Asimismo, cogió esa peculiar costumbre de comer con él periódicamente y ponerse al día; ya que Thomas no solía coger sus llamadas debido a su horario descoordinado, así podía comprobar el estado de su hermano.

También debía admitir que Mason había cambiado mucho, desde su punto de vista, para bien. Seguía poseyendo esa fogosidad y sarcasmo que lo caracterizaban, pero había dejado atrás su extrema competitividad y ahora parecía pensar un poco más en los demás. Cuidaba a su hermano, y eso Jacob lo agradecía inmensamente.

—Bueno, qué, ¿cómo está Thomas? —Jacob no dudó en preguntar mientras se sentaban uno frente al otro en una de las mesas al lado de la ventana.

PERHAPS WE ARE GREY ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora