8. El tiempo del lapso

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Cinco días. Cinco días en esa casa de locos. Cinco días comiendo comida quemada. Cinco días, y Jacob no creía que fuera a aguantar ninguno más.

—Me voy mañana —declaró rotundamente mientras terminaba de cenar los restos calcinados de lo que tendría que haber sido una lasaña boloñesa.

Thomas alzó la mirada un segundo, pero enseguida volvió a bajarla a su móvil.

—Vale —respondió vagamente, mientras jugaba al juego ese de cubos que lo tenía tan enganchado desde hacía semanas.

—Oh, bueno, es normal. Querrás recuperar tu privacidad, ¿no? —preguntó Mason mientras comía de su plato como si nada. Jacob no entendía como podía tragar sin quejarse.

Más bien sobrevivir.

—Sí. Al fin y al cabo esta es vuestra casa, y ya habéis hecho suficiente por mí. Tengo que buscarme la vida.

—Mmh, entiendo. ¿Y a dónde irás?

Oh. Es verdad. Que tenía que encontrar un lugar donde quedarse.

—Pues... —Fue interrumpido por la pegadiza melodía de su teléfono móvil. Se levantó y fue al cuarto de Thomas, donde por fin leyó el nombre en la pantalla.

Llamada entrante de Nathan

Parecía que la vida no dejaba de sorprenderlo.

***

Cinco días. Cinco días en los que su casa le había parecido más silenciosa que nunca. Cinco días mirando el teléfono con miedo y angustia. Cinco días, y Nathan por fin se había atrevido a llamarlo.

A cada pitido del móvil la opresión crecía más en su corazón, y le dolía el simple hecho de respirar. Cada vez tenía más claro que no iba a responder. Sin embargo, lo hizo.

—¿Nathan? —Su voz sonaba tal y como la recordaba, más aguda comparada con aquella noche en la que la teñían los gemidos graves y jadeos. Se sonrojó al recordarlo.

—Sí, eh... hola —Vale, bien, ya lo había llamado. ¿Ahora que le decía?

Te echaba de menos.

—Creo que te dejaste tu bufanda en mi casa...

Llevo toda la semana pensando en ti.

—...y bueno, ya sabes, no es una buena época para coger frío. Es muy bonita, deberías recogerla...

Aquella noche confirmó todas mis dudas.

—... y yo... bueno, ya sabes... —La imagen de su psicóloga le sonrió en su mente, y susurró unas palabras que pudo entender rápidamente: asertividad.

Quiero... estos cinco años he querido, y sigo queriendo...

—Quiero volver a verte.

Silencio.

—¿Jacob?

Más silencio. Apartó el aparato de su oreja y lo miró confuso. La llamada seguía activa. Volvió a acercárselo rápidamente, con el corazón a cien.

—Oye, lo entiendo si no quieres, puedo dejártela en...

—Nathan —Volvió a pronunciar su nombre, y el aludido mantuvo la respiración inconscientemente.

—¿Sí?

—¿Puedo irme a vivir contigo?

Vale. Eso no era lo que se esperaba.

—¿Qué? No —respondió instintivamente. Momo se acercó a él y comenzó a frotar su cabecita contra su pierna, pero él ni la miró. Toda su capacidad de concentración estaba puesta sobre las últimas palabras de Jacob.

PERHAPS WE ARE GREY ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora