12. La tinta añil de la nostalgia

24 4 19
                                    

El tacto de su mano sobre su muñeca era frío, helaba sus arterias. Si fruncía el ceño, llegaba a ver mechones morados brillando bajo luces artificiales, una mirada desesperada, el bosque en sus fosas nasales.

No me dejes.

Abrió los ojos. El techo, de un blanco neutro, la juzgaba. Se reía de su respiración jadeante, de su tez sudada, de sus pesadillas.

Había pasado una semana desde que Emily fue a la maldita fiesta, no se lo había dicho a nadie. Tampoco había hablado de cómo no podía dejar de pensar en ella, en esa nueva y túrbida versión de Maeve que se bajaba una y otra vez del escenario y se movía desesperada entre la masa de gente para llegar a ella, para tirar de su brazo y mirarla con esos ojos negros y vidriosos, para decirle tantas cosas incoherentes con su penetrante mirada.

Tú me dejaste.

Su pecho se rasgaba al ritmo de su respiración, dejando su corazón palpitante al descubierto, a la merced del aire tóxico de esa asfixiante habitación que la encerraba en sus recuerdos, la oprimía con todo su remordimiento.

—¿Cariño? ¿Estás despierta?—La voz adormilada y grave de Adam se dirigió a ella. La miraba con ojos entrecerrados desde su lado de la cama, con el pecho al descubierto. Emily apartó su mirada.

—Voy a ir preparando el desayuno —Tiró de las sábanas; estas se pegaban a su sudoroso cuerpo, intentaban rasgar su piel de cristal. Se pusó de pie rápidamente y huyó. Igual que todas las noches, huyó. Igual que el día de la fiesta, huyó. Igual que cinco años atrás, huyó.

Las paredes de la cocina también la juzgaban, cuchicheaban entre ellas mientras Emily se colocaba su delantal y sacaba las naranjas de la nevera. El cuchillo la miraba brillante, sugerente, mientras cortaba las naranjas por la mitad y las iba pasando por el exprimidor. El silencio arañaba su pecho.

Cogió la pequeña radio rosa que Adam le regaló para escuchar música mientras cocinaba y la encendió. Comenzó a sonar una canción bastante estridente, y Emily corrió a cambiar de emisora, pasando por una de country y una de música clásica hasta llegar a la de pop, que dejó puesta mientras cortaba unas rebanadas de pan.

Hoy venimos con el nuevo hit de la semana, una canción que ha creado el caos en las redes... —Colocó una taza bajo la cafetera y dejó que la cocina se impregnara con el fuerte olor del café.

¡Son la nueva sensación! ¿Verdad, Sharon? Que suene la canción, adelante... —Escuchaba a Adam tararear en el pasillo, y cogió la taza para dejársela en la mesa junto con las tostadas y el zumo, todo listo para desayunar.

Bitter tears in a dirty bathtub... I gave it all... I saved you from the fall...

¡CRASH!

—¿Emily? —La voz de Adam sonaba lejana desde el pasillo.

When you took my hand but kissed his lips...I always hoped I was the one... —Agachó la mirada, se encontró con el suelo de la cocina bañado en cristales negros, sus piernas enrojecidas por el café ardiendo.

Why, why, why? I've always wondered... But now the answer is lost in old pics...

—¿Emily? ¿Por qué siempre eres tan torpe, de verdad...  —La voz de Adam entrando en la cocina seguía sonando lejana—. ¡Dios mío, Emily! ¿Estás bien? —Cogió su mano, ella agachó su mirada. Sangre.

Pink walls, brown forest, me and you... Red hair, blue photos in your room... —Era su voz.

—Tenemos que curar eso... ¿dónde está el kit de emergencias, Emily? ¿Dónde lo pusiste? —Era su voz.

PERHAPS WE ARE GREY ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora