Todo esto era en verdad, una pesadilla. Una pesadilla muy cruel. Durante todo el día, mi primo Samuel, de 11 años había sido reducido, por su hermana menor, Clara de 9 años a la edad mental de un bebé balbuceante de 2 años (o quizá menos) que veía los dibujos animados divertido y llenaba sus pañales sin pensárselo dos veces. Estaba inmerso en el papel y eso me aterraba.
Luego de que en la noche nos mandara Clara a dormir, aterrado por lo que estaba pasando decidí yo mismo poner fin a esto. Tomé uno de los ganchos de cabello, abrí la puerta del cuarto de Clara a media noche y me apresuré hasta su celular, con el fin de desactivarlo.
Fue cuando lo encendí que pude verlo; aquel video de hipnosis en el que había caído Sami y que había drenado su cerebro. Por un momento solo parecían un montón de curvas blanco y negro que convergían en un centro rectangular, con un mensaje que repetía "eres un bebé ahora, eres un bebé ahora". Simple y nada fuera del otro mundo... Pero sin embargo aunque no parecía gran cosa, no podía dejar de verlo.
Y antes de darme cuenta, mi mente se sumió en la nada...
Cuando desperté, todo parecía tan irreal. Estaba en alguna clase de habitación para bebés. Pero enorme. Me rodeaban barrotes de colores vivos, parecía estar en lo que parecía una cuna gigantesca, donde frente a mi había un móvil de cuna con animalitos de peluche girando y bailando con el movimiento. Me sentía tan incomodo y al mismo tiempo rígido, como si no pudiese mover mi cuerpo. Intenté mover la vista hacia abajo, pero solo pude reconocer el inconfundible bulto de un pañal muy mojado, y quizá también el olor desagradable de un pañal maloliente, que esperaba por todos los cielos, no fuera el mío.
—Eric y Samuel han estado así ya casi por un mes, así que por más expertos y gente que contacto hay que seguir adelante. Ya no queda más remedio, hay que suponer algún día se les pasará, pero mientras tanto atenderles como a cualquier bebé normal.
—Entiendo señora.
Empecé a escuchar voces en la lejanía y sonidos de pasos. Hasta que finalmente se abrió la puerta de la habitación y ellos entraron. A pesar de no poder mover la cabeza, pude mover la mirada, hasta que pude ver a mi madre acercarse a mi cuna y mirarme desde arriba de los enormes barandales. Su mirada era la de una madre preocupada, angustiada, pero al mismo tiempo me miraba con una pequeña sonrisa.
—¿Cómo amaneciste bebé? —dijo casi en un susurro, mientras metía su mano a los barrotes y apretaba mi pañal. Pude sentir su tacto entre mis piernas, y su cara me lo dijo todo; yo estaba hecho un desastre. Y por más que quería gritar no podía.
—Parece estar despierto —escuché la voz de un chico que no podía ver.
—Lo está, pero su cuerpo está sedado. Había estado despertando con gritos y llantos todos los días. Así que no nos quedó más remedio que sedarlo por las noches. Así puede dormir mejor y es al menos lo suficientemente fuerte para durarle hasta media mañana. En unas horas estará con el cuerpo activo.
Eso explicaba por que no podía moverme... Ya estaba asustándome de que la hipnosis me hubiese dejado en estado vegetal o algo parecido. Aunque aún me causaba un shock pensar que había pasado casi un mes y no me hubiese percatado para nada de ello. ¿Dónde estaba mi mente entonces?
—Hay que bajar los barrotes y preparar los pañales. Ahí arriba hay algunos arneses útiles y un sistema de poleas para ayudarte con el cambio.
Escuchaba a mi mamá dar instrucciones, mientras sentía como tomaban mis pies y los amaraban en algún aparato que colgaba del techo. De pronto solo pude sentir como mis piernas se estiraban y abrían, para dejar el área del pañal lista para el cambio.
Pude ver como mamá sacaba de algún lado un enorme pañal abdl, de algún diseño que no conocía y lo extendía hasta el chico que no podía ver.
—¿Puedes hacerlo tú solo?
—No se preocupe señora, he cambiado a mis hermanitos yo solo. Es básicamente lo mismo.
Empecé a escuchar las cintas de mi pañal abrirse y el olor a orina y popó inundó mis fosas nasales. Parecía toda una bomba fétida que me avergonzó por un momento y de haber podido al menos hubiera cubierto mi rostro con mis manos, que seguro enrojecía de pena.
—Uhy, no se preocupe, que he lidiado con desastres mas grandes en pañales mas pequeños ¡jaja! —dijo burlonamente mientras empezaba el cambio.
Sentí como retiraba el pañal sucio, lo envolvía y lo arrojaba a un bote de basura cercano. El frio de las toallas húmedas, el papel de baño y la nube de talco que se formó entre mis piernas mientras acomodaba y cerraba el pañal. Mis piernas bajaron y se aseguró de que cada cinta quedara en su lugar.
—Bien bien, parece que el bebé ya está listo para su día.
Dijo aquello y por fin empezó a aparecer en mi campo de visión. Era un chico mas o menos de mi edad, que se veía mucho más alto de lo que podía imaginarme por que claro, me veía yo estando acostado e indefenso. Moreno y fornido, con el cabello teñido, de un castaño brillante que caía un poco en su rostro. Me estremecí un poco cuando me sonrió y pude reconocerlo; era el presidente estudiantil de mi preparatoria; Valentín Rocha.
Yo en comparación con el no era nadie especial en la preparatoria... pero la cosa no era tanto que no me reconociera si no que yo si lo reconocía a él. Y al menos mis amigos cercanos (y ahora también quien lea esto) saben que es también mi crush.
Así que mi corazón se aceleró cuando puso su mano al frente del pañal que él mismo había cambiado. Me abrazó con sus grandes brazos y me levantó sin dificultad aparente hasta sentarme en lo que claramente parecía una carriola muy grande o una silla de ruedas muy extraña...
—¿Estás seguro de que deberíamos sacarlo? —pronunció mi madre con un poco de preocupación.
—¡Claro, señora! ¿Ya han intentado sacarlo a tomar algo de aire fresco? Convivir con más personas y algo de libertad quizá le ayude a reconectar su mente.
—Pero no tenemos nada de ropa apropiada...
—No hace falta, que sus piernas sientan el pasto es suficiente. Además es mentalmente un bebé, es la excusa perfecta para salir solo con una playera y pañal a todas partes. Estará bien.
Quería volverme loco de la desesperación. ¡¿Van a sacarme, así?! Quería gritar, pero en lugar de eso, solo pude babear, con lo que la cosa no pudo mejorar al darse cuenta Valentín de aquello. Pues no tardó en ponerme un babero y un chupón en la boca, mientras empujaban la carriola por el marco de la puerta de entrada y me llevaban a mi inminente perdición...
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Vacaciones Cuidando Niños
Short StoryÉl es un chico de 18 años, las vacaciones de semana santa llegan y sus padres se irán de viaje. Todo esta perfecto para que su plan con pañales sea perfecto. Pero no contaba con que su trabajo de niñero fuese un problema... Y ahora está atrapado si...