4. Mal Día

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Reducidos a bebés, uno más grande que otro. Pues según Clara yo ya no tenía 18 años sino 18 meses y su hermano de 11 años ahora tenía 11 meses.

¡Wow, su lógica es arrolladora! Sarcasmo, por si no lo notaron...

Nos dijo que no podíamos caminar a menos que lo hiciéramos tambaleándonos o gateando. Nos dio instrucciones de ir a mi habitación, y quedarnos ahí por un buen rato mientras ella hacía cosas.

Tomó de mis cajas con cosas ABDL sacando todo lo que pudiera servirle para humillarnos más, hasta que luego de un rato encontró algunos juguetes y una caja de legos que esparció por el suelo. Cosas que yo había conservado, por que bueno, esos elementos quedaban bien en las fotos ABDL.

No es que me parecieran divertidos. Recuerden que yo solo soy DL... Pero pues el arte fotográfico ABDL requiere de esos elementos. Aunque ya a estas alturas sobra decir que me arrepentía mucho de tener todo eso.

—Bien, ustedes jueguen aquí y sean buenos bebés. Yo les gritaré cuando pueden salir de aquí —dijo terminando de acomodar los juguetes en el suelo.

Sam y yo nos quedamos quietos un momento y Clara nos miró con enfado.

—¡Jueguen dije!

No tuvo que decir más, y nos apresuramos a tomar algunos de los juguetes para sacudirlos patéticamente y chocarlos, como si realmente jugáramos con ellos.

—Así me gusta. Ya volveré.

Tan pronto salió por la puerta y la escuchamos alejarse, ambos nos quitamos los chupones para poder hablar en voz baja.

—¡Bueno, yo le meteré el pie y haré que caiga al suelo! Sí se queda inconsciente podemos quitarle el teléfono, ya luego veré como explicar el chipote en su cabeza... —susurré el primer plan que se me vino a la cabeza.

—Es inútil. Su celular tiene contraseña, y yo no la sé.

—¡¿No la sabes?! Bueno, podemos destruir su maldito teléfono. Eso resolverá todo.

—No lo sé, Eric... Ella dijo que podía darnos un castigo peor.

—¿Vas a hacerle caso a una niña que es menor que nosotros?

—¡Es que ella es malvada! ¡Por su culpa mojo la cama!

—Exacto, y estamos aquí en este problema, que podría solucionarse muy fácilmente.

—No, Eric... solo dejemos que termine el día de hoy. En la noche se lo quitamos.

Suspiré frustrado. No creía para nada que este niño estuviese consiente de lo peligroso que era que Clara tuviera esas imágenes en su poder. Cada minuto me estresaba más.

Al poco tiempo, luego escuchar unos ruidos extraños, Clara regresó a la habitación, secándose con una toalla y agitada. Parecía que había hecho mucho esfuerzo físico.

—Bien bebés, ya es hora de almorzar. Vamos a la cocina.

La seguimos a la cocina. Justo como ella dijo, yo fingí caminar tambaleante y Sam directamente decidió gatear en el suelo tras su hermana. Luego de llegar a la sala, pudimos notar algunas sorpresas; en el suelo se extendía una gran tapete de juegos, de esos que se desarman en forma de piezas de rompecabezas coloridos.

Mis juguetes de bebé estaban regados por todas partes; peluches, muñecos de plástico, sonajeros y juguetes electrónicos para bebes. Además de que un enorme corralito estaba justo en medio de todo. El viejo corralito que no había visto en años y yo creía ya ni siquiera existía.

Vacaciones Cuidando NiñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora