8. De paseo con bebés.

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Luego del desastre que había en mis pañales y de toda aquella horrible y realista pesadilla que había tenido, aproveche el rato que estuve debajo del chorro frio de la regadera para aclarar mi mente. La situación ya se estaba volviendo muy incomoda, y no faltaba mucho para que el resto de la familia regresara a casa. 

La verdad, no me emocionaba para nada que mi prima tuviese control de nosotros y mucho menos tuviese en su poder aquellas evidencias de nosotros (y menos de mi) en pañales. ¿Qué es lo que pensarían mis padres de todo eso? Bueno, la cosa es que les importara o no, era algo que yo quería mantener en privado. 

Ya bastante me había costado no sentir culpa de usarlos y disfrutarlos, para que luego llegara una pequeña monstruo y amenazara con quitarme la poca confianza que tenia respecto al tema. 

Así que esto debía acabar pronto, lo más pronto posible. Y tal como había visto, era probable que ella misma cayera en el poder hipnótico de esos videos, que yo. O al menos eso esperaba. 

Terminé de secarme cuando caminé hasta mi habitación y encontré sobre la cama uno de mis pañales abdl extendidos. No me sorprendía, pero lo que sí me sorprendió fue también ver una de mis playeras con el logo de los Rugrats en ella sobre la cama, además de uno de mis pantalones cortos a un lado. 

Era extraño, por que desde que este martirio había empezado, Clara había dejado claro que cualquier tipo de pantalones estaban prohibidos, para facilitar la revisión de pañales sobre todo. Que aunque no se atrevía a cambiarme (al menos no cuando lograba ocultarlo lo suficiente y llenar bastante el pañal), quería tener un primer plano de mi trasero acolchado todo el tiempo. Así que aquello era sobre todo extraño. 

Fuera como fuera, no iba a desaprovechar un poco de intimidad aunque fuera en casa. Me puse el pañal, la playera y con dificultad aquellos pantalones cortos ceñidos que evidentemente no estaban ideados para tener un pañal gigante debajo de ellos. Pero al final, si me mantenía en cierto ángulo, y muy quieto, parecía un joven normal con una playera y pantalones coloridos, pero nada extraños. 

Claro que caminar era una cosa totalmente diferente, me sentía como un pato gigante meneando el trasero de un lado al otro al avanzar, mientras un sonoro crujido chistoso escapaba de mis pañales. 

Clara llegó hasta mi con una sonrisa enorme y me entregó el ultimo pañal de bebé que había. 

—¡Cambia a Sami, porfa, ya no aguanto esa peste! —dijo tapándose la nariz y huyendo a la cocina mientras rociaba ambientador por el camino. 

Y bueno, tragando un poco de saliva fui a la sala a buscar a Sam, quien seguía viendo caricaturas en el corralito, solo que ahora saltaba divertido, siguiendo las instrucciones de un pequeño robot en la televisión. Su trasero marrón se balanceaba junto a el, y yo me preocupaba al mismo tiempo de que el pañal fallara y tuviésemos que limpiar un desastre maloliente también del piso. 

Me miró con felicidad y detuvo sus brincos al mismo tiempo que pedía una abrazo. Aproveché para levantarlo y arrastrarlo a la ducha. Donde después de una cruenta batalla con el agua, la fuerza y energía de un niño de once años con mentalidad de bebé me costó, pero al final pude limpiarlo, bañarlo y secarlo.  

Volví con el envuelto en una toalla, hasta mi habitación, donde encontré sobre la cama una sorpresa que me dejó con los ojos como platos; un vestido rosa, medias, el pañal que ahí había dejado y una peluca de cabello largo y rubio.

—¡Clara! —grité con enojo. 

—¿Qué pasa primito bebé? ¿Todo en orden? —dijo desde el marco de la puerta, con un rostro de curiosidad fingida. 

Vacaciones Cuidando NiñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora