Capítulo 1: Lo que debí desde un inicio

426 209 55
                                    

Ekaitza

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ekaitza.

Tan profundo y enigmático era el cuerpo de agua que conformaba el territorio, se estimaba que para aquel mes pudiese llenarse el estanque hasta niveles jamás vistos, más por los primeros días de noviembre no había llanto que colmase el nivel del mar, prueba que desafiaba con creces el pronóstico previo del viajero. Con suma quietud se balanceaba la marea, apenas siendo capaz de encontrarse con las rocas del acantilado, principal límite de un Dern tranquilo.

Indescifrable era el cantar de unas muy animadas gaviotas en la costa, batiendo sus aladas se decían sorprendidas del abandono que se llevo a cabo por los que a diario surcaban las aguas en su compañía. Deambulaban los peces con una seguridad indescriptibles ya que no había forma en que alguien desafiara las palabras de un difunto sabio. Los primeros rayos del amanecer incidieron incluso a kilómetros de profundidad, donde los dominios del hombre se habrían perdido a manos de los ancestrales.

Debajo de toda una capa de misterios y territorio desconocido, se hallaba una estructura de cualidades excepcionales; un arco de piedra habría sido levantado con el fin de brindar ingreso a visitantes amistosos, solo pudiendo los valientes adentrarse a la oscuridad de aquella caverna submarina. Detrás de la compuerta que aseguraba un callejón sin salida, o un posible derrumbe debido al desconocimiento de su interior, se hallaba la iluminación y recursos necesarios para recibir con ostento al visitante que habría emprendido la extensa travesía hasta Alexandria, el templo de las sirenas.

La colosal edificación era mantenida gracias a resistentes pilares de mármol, forjados por los guerreros que buscaban la máxima protección de su especie y sus tantos laberintos en el interior, tallados por el mejor de los escultores para satisfacer en belleza a las ninfas de las profundidades. Inevitable fue el grito que de pronto se propagó en cada rincón, lo femenino de su naturaleza parecía indicar que Morrigan, la líder del clan, por fin habría dado a luz a su heredero y aquello que se creía el resultado de una contracción, solo habría sido prueba de la desagradable sorpresa que se llevo al compartir el apego con la criatura recién nacida.

—Hacedme el favor de quitar a esa cosa de mi vista. —desconcertada apenas podía creer lo que frente a sus ojos se hallaba, un lactante humanoide le dedicaba su primera sonrisa con total esmero, mientras que ella se sentía aborrecida hacia el obsequio de su fertilidad. —

Obedeciendo la petición, la pequeña fue recibida con optimismo por los brazos de la segunda al mando, una joven castaña de apariencia tan bondadosa que le hacía honor a su nombre, Náyade. Quien correspondió de inmediato los gestos amorosos de la heredera, tal y como si el lazo sanguíneo las uniera realmente a las dos. Acontecimiento que debió ser frenado por los reclamos exhaustivos de Morrigan, a toda costa

—Ahora me queda más que claro, solo en ti puedo confiar, querida. Hoy los Dioses han hablado, manifestando su completa decepción hacia el acto cometido y ella es la prueba de que bajo ninguna circunstancia han de unirse diferentes razas. —no importaba lo envidiable de su silueta, luceros azules y considerables atributos, tampoco la espesura de una cabellera oscura, no cuando se estaba tan podrido por dentro como para garantizar crueldad a un inocente. —

Dern: whispers of the hidden treeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora