Capítulo 13: El último rugido del León

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Lucien  

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Lucien  

La presencia inesperada de estos sombríos guardianes, cuya reputación era la de acechar en las sombras, despertaba en él un miedo latente y una pregunta que, por el momento, flotaba sin respuesta en el aire enrarecido.

—Vaya que golpe te has dado.

—¿Estas bien, niño?

—¿Puedes decirnos tu nombre?

—Me llamo León Callaghan.

Los exterminadores compartieron una mirada, más se limitaron a guardar silencio. El corazón de León dio un vuelco en su pecho, una amalgama de temor y desconfianza afloró en su mente agotada.

León, con los sentidos alerta y la mente nublada por la confusión, escrutó minuciosamente su entorno en busca de algún indicio que pudiera darle alguna pista sobre su paradero. La habitación en la que se encontraba era austera y apenas contenía una mesita de madera, cuya superficie estaba desprovista de objetos que pudieran ofrecer alguna orientación. Detrás de la mesa, una ventana se abría hacia un paisaje nocturno, envuelto en una densa oscuridad que no permitía distinguir nada más allá de los contornos borrosos.

¿Dónde se hallaba? La última imagen en su memoria era la de su lamentable estado mientras trabajaba en el pueblo, luchando contra las dificultades y los desafíos que la vida le había impuesto. Pero ahora, la presencia de aquel par de desconocidos planteaba la intrigante posibilidad de que lo hubieran transportado hasta aquel lugar sin que él tuviera conocimiento alguno.

Un nudo de incertidumbre se formó en su estómago mientras sus pensamientos se enredaban en un laberinto de dudas. Sobresaltado, se reincorporó en la cama donde mágicamente habría aparecido y se dispuso a hablar con los desconocidos para obtener respuestas.

—¿Por qué estoy aquí? ¿Quiénes son ustedes?

—Te desmayaste hoy en el puerto, nadie se habría dado por aludido de tu desgraciada presencia hasta que, durante una guardia, hemos podido coincidir contigo.

—La verdad es que solo un hombre de pésimo temperamento estaba al tanto, y gracias a ello pudimos intervenir. No podíamos consentir que siguieras laborando en tales condiciones, y tras su vil actuación, se le retiró el permiso para operar su comercio.

—¿Quieren decir que ya no podré trabajar? ¿Qué ocurrirá con todos los que ofrecíamos nuestros servicios a ese hombre?

—Todo hubiera sido distinto si tan solo hubiese demostrado algo de humanidad ante vuestra desventura...

—Ustedes no lo entienden.

El tono quebrado de la voz de León resonaba en la estancia, reflejando la tormenta de emociones que agitaba su interior al intentar asimilar la devastadora verdad. Los exterminadores, esos supuestos guardianes del orden y la justicia, habían sido los responsables de su infortunio, de arrebatarle el sustento necesario para asegurar el bienestar de su pequeño Jace. Un nudo se formó en su garganta mientras sus pensamientos se enredaban en un torbellino de desesperación y angustia.

Dern: whispers of the hidden treeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora