Capítulo 3- El final de la tierra.

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Todos estábamos intentando asimilar lo que acababa de pasar, pero un amigo mío se puso al frente y dijo:

- ¿A que esperáis? ¿A morir? Venga no os quedéis parados y vámonos al centro!

Eso hicimos, abandonamos el parque todo lo rápido que pudimos y empezamos a correr por las calles de New York. Era difícil correr sin chocarse con alguien, ya que absolutamente toda la ciudad se dirigía a las naves de rescate para sobrevivir.

Todos íbamos a todo turbo hasta que de repente un temblor nos tiró, el fin estaba llegando y nosotros seguíamos ahí atrapados, por encima nuestro volaban algunas naves de rescate que ya iban rumbo al espacio. Era agobiante pensar que no llegaríamos a tiempo, y encima ese terremoto no fue lo peor, ya que debajo nuestro se empezó a abrir una grieta que cada vez se dilataba más, era de una enorme profundidad y a dentro se podía ver lava, exacto, conducía al núcleo de la tierra.

Yo al verlo me aparté corriendo, al igual que todo el mundo que había allí, pero por desgracia no todos sobrevivieron, y entre ellos Samantha y algunos de mis amigos.

No sabéis la tristeza y desesperación que me dio ver que una gran parte de mis amigos se caía por ese agujero, suplicando por sus vidas, las personas que me acompañaron desde mi infancia hasta ahora y la hicieron divertida. En ese momento tenía incluso ganas de tirarme por esa grieta, pero pensé que si ellos no habían podido salvarse aún queriéndolo y yo era la única que tenía el privilegio de vivir, ¿ Porque lo desperdiciaría?

- Viviré sin ellos, pero lo haré por ellos- Me dije en voz alta.

Así que sin repensármelo más veces corrí hacía las naves, rodeando la grieta. Ya las tenía delante, sentía el viento de las demás despegando. Era cómo un ejercito de cápsulas, eran pequeñas, cabían unas 5 personas por cápsula, pero habían un montón.

La gente subía con su familia o acompañantes, pero yo subí sola en la que estaba más cerca de mi desocupada.

La puerta era estrecha, de una forma cuadrada y blanca, las paredes de color blanco por fuera pero negras y acolchadas por dentro. Tenía una forma triangular y en cada pared interior había un asiento del mismo color que la pared, también acolchado. Por último, en un rincón había una tele pequeñísima que indicaba el rumbo de la cápsula y en el medio un botón gigante, en el cuál se apreciaba la palabra "START", en grande y la misma en otros idiomas, en pequeño (comienzo, démarrer, tosú,...)

Ese botón sería mi salvación, así que nada más verlo instantáneamente le di, sin nisiquiera acomodarme en ningún asiento.

Ese botón sería mi salvación, así que nada más verlo instantáneamente le di, sin nisiquiera acomodarme en ningún asiento

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