Capítulo 11- Espera.

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La frase "no tardaremos en ir a recogeros" no resultó del todo cierta.

Pasaron semanas, no, meses. El tiempo de espera se hacía tan interminable que hasta llegué a pensar en que la carta había sido falsificada por Aleix.

Todos los días hacíamos lo mismo.

Nos levantábamos cuándo salía el sol, bueno o lo que fuera esa fuente de luz. Entonces tomábamos agua y nos íbamos a cazar aquellos animales extraños, excepto los días que teníamos comida de sobra, los cuáles descansábamos. De paso, nos íbamos a la plana de roca esperando la visita de nuestros "rescatadores anónimos" y nos quedábamos allí un tiempo.

Volvíamos a la cabaña, los cocinábamos y nos servíamos. Después trabajábamos un poco en lo que sería la casa, estábamos reforzándola ya que las maderas empezaban a flojear y no aguantarían mucho las lluvias. Cuándo se oscurecía, entrábamos en la casa y nos comíamos la comida sobrante del día.

Nunca nos dábamos un festín, sólo nos alimentábamos lo suficiente cómo para sobrevivir.

Cada noche era cómo un reto el poder reconciliar el sueño, todos lo pensamientos salían a la luz cuando no estaba activa. Los remordimientos, desesperación, ansia, culpabilidad,... Todo compactado en un mismo cerebro.

Pero lo único que quería en ese momento era que nos vinieran a buscar. Sabía que no le devolvería todo lo que había perdido pero tal vez viviría mejor.
Aún que tampoco sabía para que la querían exactamente.

Un día nos íbamos a ir a dormir cuándo Aleix me dijo:

-¿Crees que nos vendrán a buscar?

-No lo sé, pero quiero pensar que sí. Además, tiene que haber sido un ser poderoso el que trajo la carta para saber quiénes somos, tener una nave espacial, saber que mi planeta sufriría un ataque y traernos a una misma galaxia ¿no?- Respondí yo.

-Ya... Pero párate a pensar una cosa. ¿No crees que podría ser el atacante? Es decir, sabía que tu planeta sería destruido. Y tal vez nos quiera para destruir otros.-Insinuó él.

-Pues...

De repente un ruido altísimo cortó mis palabras en seco. Los dos nos miramos a los ojos por un segundo y salimos pitando de la cabaña.

Sabíamos a dónde dirigirnos, sin decirnos nada corrimos hacia la explanada y efectivamente nos encontramos con lo que tanto esperábamos.

La nave era tal y cómo la había descrito. Grandísima, con una gran puerta de frente de la cuál se extendió una rampa y la puerta se empezó a abrir.

Del interior se desprendía un humo grisáceo y se apreciaba una luz resplandeciente en la cual se marcaba una sirueta bastante alta, parecía tener la cara alargada y cuerpo delgado que no se apreciaba bien ya que llevaba una túnica ancha de hombros a pies.

Ninguno de los dos abrimos la boca, solamente estábamos embobados mirando aquel espectáculo.

Finalmente, cuando el acceso a la nave estaba totalmente abierto, se escuchó una voz suave, aguda y bastante dulce. Que decía:

-Lo siento por la espera, héroes.


The Universal EndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora