Parte 3

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Luego de eso, decidí volver a la carpa, la abrí, me metí y la volví a cerrar, estuve esperándola, pero nunca vino, yo estaba muy cansado de todo, así que volví a dormirme y eso fue lo extraño...

Me desperté, era de noche, y ella estaba sobre mi pecho de nuevo, volvía a sentir su espiración, me asuste pero no quería despertarla, así que suavemente me moví y vi mi celular eran las 03:25 de la mañana, no nos habíamos ni movido, vi el día, capaz me había quedado más de veinticuatro horas despierto, pero no, era el mismo día.

Todo era muy raro, me sentí en un sueño, pero luego me percate que había despertado de uno. Todo yacía en completo silencio, el conticinio era irrompible, así que de nuevo me puse a pensar para lograr dormir,

Sentí su olor y esto me adormeció un poco, pero logre mantenerme despierto y ante cualquier duda poder sentirla más, sentir su cuerpo sobre mí, su senos aplastados sobre mi piel, sus cabellos, cada uno de ellos que por la electricidad se estampaban e mi rostro y hacían cosquillas a mis labios. Sus ojos se movían un poco, al parecer había entrado en su fase REM y yo los seguía, que inquietos eran, parecían dos zorros corriendo y jugueteando por el campo, hacían los mismo movimientos, eran hermosos, bellos, perfectos. Estaba lejos, como todo lo bello, porque la belleza está lejos, y mientras más lejos yace, más bello es. El sabio ve el conocimiento lejos, y por ello lo ve hermoso, pero también ve la ignorancia tan cerca, y por ende horrible y nauseabundo. Pero para el necio, no hay nada más cerca que su conocimiento y nada más lejos que la ignorancia, ya que creen saberlo todo. Para un adulto sabio, el ser más lejano es un niño y lo más feo son las personas que lo acompañan. El enfermo ve la enfermedad cerca; el científico el pensamiento es lejano, para el religioso Dios nunca está cerca siempre está lejos de él y este nunca podrá alcanzarlo, ya que es bastante perfecto, y casi todas las personas se perciben a sí mismos como imperfectos. Eso es la belleza, ver algo y saber que está muy lejos, pero aun así intentar verlo, con esperanza de que alguna vez, lo encontraras. En sí, la belleza es la esperanza, y viceversa. No reconozco la belleza en lo cercano, y nadie lo hace.

Por fin cerré los ojos y volví a dormir

Desperté, y ahora ella estaba con migo, respirando en mi pecho, volví a moverme por la carpa con cuidado de no despertarla. Agarre mi celular, evite el impertinente brillo perturbando mis ojos, y luego de unos pocos segundo me acostumbre, eran las ocho de la mañana y yo estaba abrazado con la cosa más bella del mundo. Estaba quieto, estaba tranquilo en un momento onírico y de ataraxia. Estaba sereno mientras mi novia estuviese serena. Mi cuerpo se sentía atorado, pesado y cansado de tantos encuentros con lo extraño, pero por mi mala suerte, seguirían las tempestades. Mientras me desvanecía para lograr dormirme otra vez, sentí que algo me tocaba el pie, algo pequeño, no era peligroso, yo no temía a ningún animal, sino más bien, los respetaba y ellos a mí. Pero este sentimiento permaneció, no se iba era algo que me tenía un poco trastornado. Otro sueño, tan real como los demás, comencé a sentir que el toque se movía por todo mi gemelo, y ya no era uno, eran tres o cuatro. Tuve un escalofrío, mi cuerpo no se movía, y sentía que los toques subían cada vez más y se multiplicaban mientras lo hacían, estaba entumecido, era parálisis del sueño, mi cuerpo acalorado comenzó a sudar, pero esto hizo que todo se sintiera aún más. No recuerdo cuantos eran pero se podían contar por decenas, o incluso centenas. Todo mi pie, lleno de esas sensaciones asquerosas, ya no solo subían, se movían a todas partes. Comenzaron a adentrarse por mí pubis, a la cadera, llegaron al ombligo, cada vez el calor aumentaba más y más. Mi cuerpo pedía a gritos mis movimientos, pero mientras más me esforzaba más duro me sentía, más pesado. Estos roces llegaban al tronco, el sudor hacía que todo se sintiera pegajoso y horroroso. Me comencé a angustiar, estas cosas estaban por llegar al cuerpo de ella, y mi cuerpo ni siquiera movía un dedo.

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