Tony: ¿Qué es eso? — señaló las hojas de papel que estaba repartiendo a cada estudiante que pasaba, justo en el centro del campus.
Nat: ¡Oh, Stark! Son los volantes de nuestro postulado para presidente de la clase. — le tiende uno y Tony enarcó una ceja.
Tony: ¿Steve se postuló? — se ríe — ¡Que idiota! ¿Quién demonios pone una foto de si mismo repartiendo volantes en un volante? ¡Puff! — se burló, girando el volante entre sus manos, como si juzgará cada detalle de este.
Nat: Si no lo quieres, devuélvemelo. — se lo arrebata y la sonrisa de Tony desaparece. — Hay personas que si lo quieren para votar por él o mínimo pegarlo en su pared. — el tono con el que dijo aquello le hizo sentí a Tony una pequeña punzada de celos.
Tony: Ugh, ¿quién quisiera un volante con la fotografía de Steve para pegarlo en la pared? — se lo arrebata de vuelta — me llevaré este para que sea uno menos dentro del campus. — y antes de que la pelirroja pudiera decir algo más o quitárselo, se fue de ahí con paso apresurado.
Nat volteó en dirección contraria de a donde se fue el genio y levantó su pulgar hacia Steve, que estaba escondido detrás de unos arbustos con Bucky a unos cuantos metros.
Bucky: No creí que fuese a funcionar.
Steve: Ni yo pero me alegro, esto me acerca un paso más a Tony para poder invitarlo al baile de fin de curso.
Bucky: — puso los ojos en blanco — Solo deberías ir e invitarlo.
Steve: Es lo que estoy haciendo justo ahora. — Bucky pareció no entender, pero antes de preguntarle a que se refería, Steve salió de entre los arbustos y camino en la dirección por donde se había ido Stark.
Mientras tanto...
Tony se alejó a toda prisa de la pelirroja, metiéndose entre la jardinera, para esconderse bajo un frondoso árbol, lejos de miradas curiosas y al saberse sólo, extendió el poco arrugado volante frente a él.
Tony: Debería ser ilegal distribuir tú imagen tan libremente. No eres apto para el público, Rogers. — se recargo en el tronco del árbol y se limitó a observar la imagen de Steve.
Desde sus cabellos rubios, hasta sus ojos azules. Incluso sus labios y sus manos, que era la parte de su cuerpo que más le gustaba de él y algo dentro de él se revolvió por los celos.
Tenía que desaparecer todos esos volantes. Nadie debía tener aquella fotografía promocional más que él. Armaría un plan para extraerla de cada dormitorio porque sólo Dios sabía que harían con ella, especialmente las chicas que babeaban por él pero eso sería tarea para la tarde.
Tony: Estúpida, Nat. Lo arrugó y yo que pensaba ponerte en el altar que te arme en mi armario. — dijo deslizándose por el tronco del árbol hasta que quedó sentado. Lo puso sobre sus piernas y comenzó a intentar quitar las arrugas de la hoja con sus manos.
Primero por el lado de enfrente, luego lo giro para hacer lo mismo pero sus manos se quedaron congeladas. Había algo escrito en ese lado.
Tony se lavanto de un brinco, con el rostro rojo y el corazón latiendole a mil.
Tony: ¡Esto debe ser una broma! — dijo, sin creer lo que sus ojos veían y volvió a leerlo de nuevo para corroborar.
>>Tony, ¿Quieres ir al baile conmigo?<<
Una voz detrás de él dijo aquella pregunta casi al unísono, cuando la repitió por sexta vez en su mente.
Su corazón se aceleró más, el rostro le ardía como si tuviera fiebre y en un acto reflejo, se giro sobre si mismo en dirección de aquella voz.
Steve estaba ahí parado, justo a un lado del árbol con esa estúpida sonrisa de niño bueno que tanto le gustaba.
Tony: Tú... invitarme... Baile... — Su mente no conectaba. Talvez solo le estaban haciendo una broma, una muy pesada por cierto, pero miró en todos lados y no vio al séquito del rubio ahí para que se burlaran de él si era así.
Steve se acercó a él. Demasiado, y lo tomó de los hombros.
Steve: ¿Te sorprendí? ¿Estas bien? Tú cara está muy roja.
Tony sintió claramente chocar el aliento a menta contra su rostro. Las piernas le temblaron como gelatinas que Steve tuvo que sostenerlo para que no cayera.
Steve : Tony... — se escucho sinceramente preocupado pero Tony tenía que salir de dudas.
Tony: Si esto es una broma... — apenas y logró decir antes de que Steve negara efusivamente con la cabeza.
Steve: No lo es. — aseguró y los ojos de Tony se cristalizaron. — Anthony Stark, ¿me harías el inmenso honor de ser mi pareja? — se arrodilló frente a él, sosteniendole las manos. — ¡Oh! ¿y para el baile también? — preguntó y Tony asintió con emoción.
Tony: Sí, y sí, aunque bailes como un anciano. — unas pequeñas lágrimas cayeron por sus mejillas, mientras sonreía.
Steve se levantó sonriente también, limpio las gotas cristalinas con sus pulgares, tomó su rostro entre sus manos, y beso sus labios dulcemente.
Probando lo que había deseado desde el primer día que lo vio, el sabor de la felicidad que sabía que sentiría al estar a su lado.