Única parte.
Steve no tenía una fijación por el pecho masculino. Le gustaban los hombres, sí, pero nunca había tenido alguna fijación por una parte específica del cuerpo de sus parejas, al menos no hasta que conoció a Tony Stark.
Era una tarde normal, hasta aburrida mientras observaba como Tony se perdía en uno de sus tantos inventos en su pequeño taller improvisado en uno de los dormitorios, de forma ilegal porque el director de la Academia ignoraba el que Stark ocupará dos habitaciones contiguas para dormir y crear cosas mientras él trataba de concentrarse en su tarea de física.
Pero no podía dejar de mirarlo.
La camiseta sin mangas de color blanco que traía puesta ese día, hacia resaltar la forma de sus pezones, más nítidamente que cuando se ponía la negra. Incluso el tono rosita de esa exacta, pequeña y deliciosa porción de piel se notaba aún con la tela de por medio.
Intentaba concentrarse en su tarea pero había perdido el hilo de lo que tenía que hacer desde el momento en que entró, así que para relajarse y distraer su mente, mejor se puso a dibujar el retrato de un Tony, sumamente concentrado mientras trabajaba en su próximo proyecto de ciencias, retrato que abandono a la mitad para terminar de llenar aquella hoja con bocetos de los pezones de Tony sin dejar algún espacio en blanco.
Se sorprendió a sí mismo, y se dio cuenta de lo que estaba haciendo, cuando notó que había pasado hoja, no sólo para seguir retratando los pezones de Tony, sino también una boca, su boca, que los mordía, jalaba, chupaba y lamía haciendo que su polla reaccionara y se endureciera al ser consciente de cada dibujo que hizo en una especie de trance, cargado de erotismo y excitación que su subconsciente formó en algún momento a sus espaldas.
¡A la mierda! ¿A quien quería engañar?
Hacía dos meses que había comenzado a salir con Tony. Y aunque en ese tiempo, el castaño ya se le había insinuado más de una vez, quería llevar las cosas lento, por primera vez, solo porque se trataba de él.
Si bien lo que llamó su atención del maravilloso ser que es Tony Stark, más allá de su exquisito y tentador físico, fue su intelecto y la forma en que le hacía sentir cuando pasaba tiempo con él.
Tony no era como ningún otro chico que había conocido antes. En un momento podía ser el chico más arrogante y egocéntrico que pudieras conocer alguna vez en tu vida, y al siguiente ser el chico más amable, bondadoso que jamás hubieras imaginado. Por eso mismo, con las mismas ganas que tenía de follarselo, quería ganarse su corazón, sus sentimientos, todo de él, pero ciertamente, hoy, las ganas de joderlo, duro y sin piedad, de deleitarse con esos pezones que le llamaban a gritos, pidiendo ser tomados, estaban ganando terreno al echar su auto control diez kilómetros bajo tierra.
Quería tomarlo, joderlo, hacerlo venir tantas veces, hasta que le suplique que no puede más que, su mente comenzaba a nublarse por la infinidad de fantasías que su morbosa y lasciva mente creaba sin necesidad de provocación alguna por parte de su concentrado novio.
Se removió en el pequeño sofá, incomodó. Con el corazón acelerado y su temperatura corporal subiendo. De un movimiento discreto, cubrió su creciente ereccion bajo los libros.
—¡Woah, creo que me merezco un descanso! — chilló Tony limpiando el sudor de su frente con el antebrazo.
Steve levantó su vista hacia él, al tiempo que apretaba las piernas. Tenía que relajarse.
Con una enorme sonrisa en su rostro, coqueta como de costumbre, Tony se acercó a él. Con una mano tiro los libros de su regazo para sentarse sobre él. Steve maldijo su suerte mil y un veces en una fracción de segundo en su cabeza, cuando sintió la división de las nalgas de Tony, quedar en posición con la cabeza de su hinchado y palpitante pene.