—¿Por qué... ? ¿Por qué tenías que matarlos a todos? — Hydra lo tomó en brazos, sus heridas sangraban y las lágrimas caían de sus ojos desconsoladamente. — Eran mis amigos, mi familia. — pego con su puño en el pecho del rubio, ni siquiera tenía fuerzas para causarle daño, ni siquiera para resistirse.
—¡Oh, Anthony! Tú no los necesitas a ellos, sólo a mí. — beso sus cabellos castaños mientras caminaba hacia la salida del Complejo.
Pasando entre los cuerpos de Steve, Rhodey, Pepper, Nat, Clint, Bruce.
Ojalá Thor no hubiera tenido que marcharse a Asgard, talvez el hubiese sido el único en poder detener a ese maldito enfermo desquiciado.
—Yo necesito a Steve, no a su copia barata. — escupió, literalmente a la cara del de ojos carmín.
Ganándose que el rubio frenará de golpe y le dedicará una mirada gélida, asesina, que le hizo temblar a pesar de estar a media luz.
Con desesperación apretó el botón en su reloj, para activar de forma remota a Jarvis y así llamar a alguna de sus armaduras, pero su sistema había sido hackeado.
Trago grueso al verse aún como objeto de mira de aquel hombre, tan parecido a su amado pero tan opuesto a la vez.
Tenía miedo.
Pues sólo ese individuo, había llegado a hacer un sinfín de destrozos, desde hackear su sistema para dejarlo desarmado, hasta asesinar a cada uno de sus compañeros en un abrir y cerra de ojos.
—¿Qué demonios es lo que quieres de mi? — preguntó desviando la mirada, para evitar que viera en sus ojos el miedo que le provocaba.
Porque si, Tony Stark estaba asustado.
Después de todo lo que vio, sabía que ese tipo era peligroso en un nivel que no quería imaginar, ni mucho menos calcular a raíz de sus acciones en esa noche, en eso minutos que oficialmente se convirtieron en los peores de su vida.
—¿Acaso quieres mis armas, mi tecnología? — insistió al no obtener respuesta a su primer pregunta.
Y una risa hizo eco en el lugar.
—No necesito tu tecnología ni tus armas, Anthony. — Tony levantó la vista para volver a encontrarse con esas orbes carmín y una sonrisa victoriosa dibujada en los labios de Hydra. — Vine porque te necesito a ti, mi dulce Omega Prime.
Y un escalofrío hizo temblar todo su cuerpo.
—No voy a hacerte daño. — susurró cerca de su oído, con notable satisfacción por la reacción del castaño a0 sus palabras. — pero si un par de cachorros, amor. Esos que Rogers no tuvo las agallas de hacerte. — finalizó con voz ronca y una suave mordida sobre la zona de sus glándulas Omega.
Hydra retomo sus pasos hacia la salida. Tony se congeló unos instantes por sus palabras pero reaccionó a tiempo para pelear, le dio un par de puñetazos en la cara y forcejeó, safándose de su agarre para caer al piso.
Soltó un quejido de dolor pero no le dio mayor atención, ni a eso ni a la sangre que brotaba de su costado derecho, donde Hydra le había disparado justo al invadir su hogar.
Se arrastró por el piso, como si pudiera escapar de él.
Avanzó un par de metros, cuando sintió de nuevo las asquerosas manos de ese repugnante ser sobre su cuerpo. Se giro, soltó patadas, puñetazos sin pensarlo mucho, hasta que un puño en su rostro le hizo detener sus ataque abruptamente.
—Si sigues moviéndote así, vas a morir desangrado, y así no me sirves aún cuando sea fan de la necrofilia, Anthony. Los cadáveres no dan cachorros.
La sangre de Tony se heló.
Hydra volvió a tomarlo en brazos, y sin preverlo, una aguja se enterró en su brazo, haciéndolo sentir adormilado casi al instante.
—Así está mejor. — felicitó Hydra, acomodandolo en su pecho.
Al cabo de unos pasos, por fin entraron al ascensor.
Los ojos de Tony pesaban un poco más con cada segundo que pasaba. Hydra se giro sobre su eje, mientras tarareaba una canción inentendible para los oídos de Tony, cuya vista, se centro por última vez en su rubio, en su Steve, antes de caer en la oscuridad de Hydra.