—¿Pero qué demonios hiciste? — la incredulidad no sólo se dibujo en sus ojos, sino también en su voz que tembló un poco justo antes de caer al piso, perturbado.
Ira, odio, tristeza, rencor, impotencia.
Fueron las emociones que le revolvieron el estómago, le dejaron la mente en blanco y le hicieron un hueco en el corazón.
—¿Te gusta? — preguntó con sus ojos carmesí brillantes y una sonrisa grande en su rostro — Me esmere en hacer esta decoración para ti, Anthony. — hablo con orgullo, mientras limpiaba un poco de sangre de su rostro y Tony sintió ganas de vomitar.
Frente a su mansión en Malibú, había una estatua de IronMan, pero ese no era el motivo de su perturbación pues a lo largo del país había más de una similar, solo que esas estaban hechas de concreto o acero, no de cuerpos humanos, como la que tenía enfrente.
Uno a uno los reconoció, desde Coulson hasta Fury, desde Clint hasta Steve. Todos inertes, colocados en posiciones extrañas, imposibles, para dar forma a aquella aberrante estatua, mientras la sangre que aún quedaba en sus cuerpos se dreanaba manchando el piso, la misma que Hydra llevaba encima de su uniforme negro y su escudo con aquel pulpo rojo en el centro.
El shock era tan grande que Tony no se pudo ni siquiera arrastrar por el piso para alejarse de aquel maldito rubio.
—Un gracias me vendría bien, Anthony. Dieron mucha guerra y acomodarlos de esa forma no fue sencillo. — Tony ni siquiera se dio cuenta del momento en que Hydra se había puesto sobre una rodilla frente a él.
Solo en ese momento su mente reaccionó y su cuerpo obedeció la primer orden que está le envió a cada nervio y músculo; alejarse.
Pero Hydra fue más rápido y lo sostuvo por un tobillo mientras sus ojos carmesí le miraban fijamente.
—Te dije que serias mío, sin importar qué. — Sus ojos brillaron un segundo, antes de comenzar a oscurecerse a la combinación de color de la espesa sangre y la oscuridad de la noche.
Tony intento forcejear para liberarse de su agarre mientras que con el reloj en su muñeca intentaba llamar a una de sus armaduras pero sólo en ese instante se dio cuenta de que Viernes había sido desactivada.
Hydra aflojó un poco el agarre de su mano sobre su tobillo, le gustaba verlo guerrear, coml si en verdad lo odiara y aborreciera lo que había hecho, pero a él no le podía mentir, claro que no.
Pues ver a todos y cada uno de los que yacían formando la estatua en su honor justo ahora, eran las personas que más anhelaba ver caer después de la traición que le hicieron.
Lo sabía, Hydra conocía mejor que nadie ese lado oscuro que Tony Stark poseía y luchaba por no dejar salir a la luz.
El lo liberaría de sus cadenas.
De un tirón lo atrajo de vuelta hacia sí, y Tony sintió un pinchazo en el cuello. Ese maldito le había inyectado algo.
Su cuerpo se sintió caliente, muy caliente que comenzó a convulsionado antes de que todo se volviera negro en su mente y su cuerpo dejsra de moverse.
Hydra arrojó la jeringa metálica lejos, para apoyarse sobre el suelo con cada brazo a los costados de la cabeza de su querido Anthony.
—Es hora de despertar, mi Superior. — le llamo, ansioso, excitado por lo que vendría. — Es hora de hacer que este mundo se tiña de rojo, antes de que arda y renazca cuál ave fénix bajo nuestro yugo.
Y la mirada azulina, gélida e inexpresiva que Hydra había estado esperando ver de nuevo, apareció.