8. Voz

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Resumen: Un día normal que Atsushi y Akutagawa veían con su hijo una película de Disney, ¿por qué le costaba entender a Atsushi el tema del filme?

~⭕️~

— ¡Papá, me gusta esta película!

— ¿De verdad? — Atsushi se recargó en la cabeza del pequeño. — A mi me parece algo aburrida.

Akutagawa se asomó desde la cocina. Mirando las piernas blancas de Atsushi como una joya difícil de encontrar, se acercó con un plato de palomitas para el chico en los brazos del menor.

— Es que no has entendido, papi—. El albino alzó una ceja.

— ¿Qué cosa? Es una chica que pierde su voz por amor.

— Exacto. Pero luego la vuelve a tener — explicó el chico de 7 años. Atsushi siguió sin entender hasta que llegó la escena donde Ariel perdía la voz ante Ursula, la bruja mala.

"Es tu voz, Ariel. ¡Los hombres no te miran si les hablas! A menos que los quieras aburrir, allá arriba es preferible que las damas no conversen, a no ser que no se quieran divertir" cantaba la mujer enorme, moviendo sus tentáculos con ánimo. Atsushi no terminaba de entender qué tenía qué ver el amor con esa escena tan terrible, hasta que Akutagawa se sentó a su lado para tocarle las piernas.

— Ryuu, está tu hijo — le murmuró al oído. El azabache bufó molesto, acercándose a su hijo.

— Creo que yo entiendo eso de la voz y el amor.

El menor se volteó a verlo, quitando su interés de la película para admirar la respuesta de su padre.

— ¿Qué entiendes?

— Lo de la voz y el amor. Yo entiendo algo de eso — Atsushi sintió un escalofrío recorrer su columna, girándose al otro que le miraba triunfante. Su hijo ladeó la cabeza confuso y guiado por la curiosidad.

— ¿En serio?

— Sí. Quizás Jinko también lo entienda — con otro escalofrío, el de cabellos blancos tomó la mano de su esposo, apretándola fuertemente para guiarlo a su pecho.

— ¿Quieres ir a ver a tu prima? — El chico asintió emocionado, quitando por completo toda emoción por lo que pasaba en la tele, que ya estaba avanzando a una escena de Ariel y el príncipe.

— ¡Sí, sí! ¿Puedo? — Atsushi asintió, yendo al teléfono de la pared para hablarle a su superior, Dazai, con tal de que llegara por su hijo por una situación incómoda. El otro rápidamente entendió, contestando que estaría en brevedad.

Akutagawa sonreía malévolo en el sofá, estirando su mano por toda su extensión para esperar a su querido esposo, que estaba en la cocina con su hijo, quien intenso se mostraba por ver a su prima llegar. Pasaron unos minutos, eternos para Nakajima, hasta que Dazai llegó con sus ropas bien vistas para tomar a su hijo. Atsushi llegó rápidamente a darle una mochila, que el chiquillo hizo en un tiempo récord.

— Vamos por él en la mañana. Que no jueguen mucho.

Dazai asintió. — Arregla tu problema. Ryushi estará bien en la casa.

Una vez dicho, el pequeño se fue con el castaño. Cuando la puerta se cerró por completo, Atsushi se dejó caer al suelo sin remedio, sintiendo grandes espasmos en el cuerpo que no le permitían pensar con claridad. Solo deseaba que Akutagawa llegara a su suplicio, mismo que no tardó nada en levantarse de la sala para ir por su esposo.

— Eres un idiota — proclamó, abrazándose para detener el temblor en su cuerpo. Ryuunosuke comenzó a reír.

— Me has dicho cosas peores. ¿O no? — Atsushi se tiro al suelo, mordiéndose el labio por el tono que usaba su chico. El azabache llegó a levantarlo para pegarlo a la puerta con desesperación. — Yo entiendo el amor y la voz.

— N-No ha... gas eso... ¡Ah! — Ryuunosuke le abrazó la cintura, juntando su miembro abultado sobre el pantalón de pijama con el de su esposo.

Pero si te queda excelente. ¿Me detengo? — La mano del mayor comenzó a bajar por la espalda de Atsushi, deseando tocar mucho más allá de la ropa interior, no dejándose restringir por la rigidez de su esposo.

— Akutagawa... Ah... —su voz gimió con fuerza, tener al alfa a su lado siempre le hacía que se calentara. — Ryu, Ryu, ayúdame —murmuró tocándose el pecho por encima de la ropa.

— Claro que te voy a ayudar —dijo jalando al otro de las caderas para levantarlo y cargarlo contra la pared. — Muévete para mí, omega.

— ¡R-Ryu, ah! — Atsushi se movió descontroladamente buscando besar con urgencia los labios pálidos del mayor, metiendo su lengua con urgencia para llevar el control del beso. Akutagawa le apretó más contra sí mismo, el albino gimió al sentir un bulto volviéndose más grande a medida que más se tocaban. — E-Estás muy animado ¡ah! ¡Ah!

— Siempre estoy animado si se trata de ti —. Pegó sus labios contra la oreja de Atsushi, mordiendo el lóbulo sin mucha fuerza provocando que el menor se contrajera en un espasmo.

— ¡Ah, Ryuu, quiero tenerte dentro! —susurró. — ¿Estás jugando conmigo?

Akutagawa comenzó a reír, separándose.

— Un poco, sí.

— Pues hoy no, querido —chilló enloquecido. Sus ojos se perdieron en un placer que se imaginaba por la voz que utilizó. Akutagawa dejó de ir para ver sorprendido a su esposo, quien se bajó de sus caderas para empujarlo al piso. — Vas a cogerme, y quiero gritar.

— ¿A-Atsushi? — Los ojos nublados de su omega brillaron desde la altura.

— ¿No quieres llamarme omega de nuevo? —preguntó saboteando cada frase.

— E-Eh... — Los ojos grises del alfa dudaron cuando el otro le bajó los pantalones. Había creado un monstruo.

— ¿Y bien, Ryuu?

Akutagawa tragó saliva. — S-Sí, omega...

El azabache se pensaría dos veces antes de volver a provocar a su tigre hambriento de lujuria.

Un tigre en el armarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora