2. In Wonderland

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Resumen: Atsushi no sabía que una salida con Dazai implicaría escuchar colores y estar encima de azabache con pensamientos tan profundos como un libro de Lewis Carol.

Canción: Mad Hatter, Melanie Martínez.

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"My friends don't walk, they run"

Cuando escucho a su compañero exigirle con demanda ir a una casa desconocida en un lugar desconocido y apartado de todo el mundo, solo pudo sentir miedo, incluso creía que el escalofrío de hace rato se estaba prolongando por cada hueso y hebra de cabello que poseía. Atsushi jamás salía de su casa si no era para alguna actividad importante en concreto, por eso se sentía muy extraño yendo hacia la casa del amigo del que tanto le hablaba durante los descansos. Al llegar a la esquina, donde se supone encontraría a Dazai, pudo notar ese cabello castaño que le caracterizaba balancearse por el viento.

— Ya vine. —No tenía mucho entusiasmo, no, definitivamente no quería ir a donde sea que estuvieran yendo. — Dazai-san, yo no soy de fiestas, ¿no podría volver a mi cuarto?

— ¡No, hoy no! Incluso invité a un amigo de tu edad para que estuvieras feliz.

— ¿Y esa persona le hizo caso?

— ¡Claro!, ¿quién no me seguiría en mis grandiosas ideas? —Atsushi sería el primero en alzar la mano. Suspiró, ya no había de otra que terminar el día con gente extraña.

Cuando llegaron al lugar, se tuvo qué tapar sus fosas nasales por el olor a humo de tabaco y alcohol que inundaba el lugar, ¿esos lugares era para Dazai? No le veía como alguien fiestero, al menos no en un lugar lleno de gente que bailaba y gritaba al son de la canción. El castaño le dirigió hacia una salita, esa que estaba sin tocar por las personas sentadas que se veían diferentes a todos los demás. Atsushi casi ahoga un grito al notar que su compañero Tanizaki se veía realmente feliz con su hermana sobre sus piernas, delirantes y comiéndose sin reparo alguno provocando un sonrojo no evidente por las luces.

— ¡¿Esos son los hermanos-?! —Dazai le impidió seguir, tapándole la boca antes de ir a por el chico de cabello naranja que estaba restregándose a otros dos en su pasional movimiento de deseo, pareciera que estaba fuera de sí mismo. — ¿!Dazai-san?!

— ¡Shhh! — Un azabache impidió su camino hacia el hombre tan pequeño que seguía en su paranoia de ebriedad.

— Dazai-san, no creo que sea buena idea. —Más Osamu respondió tomando una pastilla de su bolsillo para brindársela.

— ¡Tómatela!

Atsushi se le acercó, espantado. —¡No!

— De acuerdo.

—¿¡Qué?! —Muy tarde, el chico ya se había metido el fármaco. Dazai le apartó entonces yendo hacia su víctima. —¡D-Dazai-san! ¡No puede dejarlo aquí!

Su amigo le había abandonado para tomar el cuerpo, compacto, del individuo borracho para salir por la puerta que daba al fondo, quizás a los baños. Atsushi se quedó pasmado en su lugar, intercalando miradas entre el azabache que esperaba pacientemente en un sillón y los demás sujetos esparcidos por los sillones; tragando saliva sintió que le jalaban para sentarse.

— ¿Qué hacías con Dazai-san?

— ¿Eh? Somos amigos, desde... secundaria.

— Ya. — El albino sintió que el otro temblaba, giró su cabeza para mirarle sudando de la cara mientras se tapaba la boca.

— ¿Te pasa algo?

— Debe ser lo que me dio Dazai-san. —Pues sí, intuían lo mismo.

— No debes tomarte nada que te ofrezca. La última vez acabé en el hospital de la escuela.

Un tigre en el armarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora